Servicio del Día del Señor del 8 de enero del 2023

(Juan 17:1-8)

Pastor Sung Hyun Kim

“He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo.” Jesús después de decir estas palabras, levantó los ojos al cielo y oró a Dios. “Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti.” Jesús, quien siempre decía que todavía no había llegado la hora, finalmente dijo que la hora había llegado. ¿Cuál es esa hora? Es la hora en que finalmente se completa la obra que Dios preparó desde antes de la eternidad, la hora en que el drama de la redención llega a su clímax, y la hora en que Jesús siendo el Cordero de Dios se sacrifica para cumplir la obra; por la que tiempo atrás muchas ovejas se dieron en sacrificio.  

Aunque sabía que sería crucificado en pocas horas, Jesús habla de la gloria en cambio de la desesperanza. Esto fue posible porque a través de los ojos de Dios veía a gran escala la imagen del plan eterno de Dios. La humanidad que había caído está caminando hacia la destrucción, pero Dios planeó desde antes de la creación en salvar a algunos de ellos y dárselos a Su Hijo. Ellos que eventualmente serían la novia de Su Hijo glorificarán el honor del Hijo, confiarán plenamente en Él y lo seguirán en cualquier circunstancia. Lo hermoso de esto es la base para mostrar el amor de Dios hacia el Hijo.  

Así mismo, Jesús fue fiel hasta el último momento para que el plan de Dios así se cumpliera a la perfección. Debido a que Él completó la obra de la redención, las personas pueden arrepentirse y ser perdonadas de sus pecados, e incluso pueden nacer de nuevo por el Espíritu Santo y tener una vida en constante cambio. Aquellos cuyos corazones han sido cambiados de esta manera se esfuerzan por llegar a ser como Jesús mientras sostienen la obra que Jesús les ha encomendado, y finalmente alcanzan la plenitud de Jesús a través de ese proceso. Aquellos que son guiados por el Señor con tal cambio de actitud, son la evidencia de que el plan de Dios no terminó en fracaso, sino que triunfó, por lo tanto, ellos serán el mejor fruto que el Hijo de Dios entrega ante el Padre. 

Hemos recibido el asombroso y temible amor de Dios. Si conocemos el valor de ese amor, no podremos evitar agradecer a Dios, y esta gratitud se manifestará en nuestra obediencia a Cristo. Ya que Dios ha enaltecido a quienes no eran dignos y nos hace Sus hijos; no debemos olvidar que también somos siervos de Cristo. Nuestro corazón es egoísta y fácilmente se arrastra por los deseos de la carne. Pero si al final alardeamos de que ya nos pertenece el cielo, esto es sobrevaluarse a uno mismo, se malinterpreta la fe y con los ojos de la carne se juzga a la ligera sobre la eternidad. Somos los enviados por Cristo. Como corresponde, debemos complacer a Cristo y servir a Su iglesia con una actitud de siervo. No es ser destacable ni perfecto, sino personas que se transforman constantemente. Seamos quienes revelan la expectativa que Dios tuvo al establecer Su plan eterno de salvación.