2014.12.07 – Revestidos de la sangre de Jesús
in SermonesRevestidos de la sangre de Jesús
(Hebreos 10:19-25)
Dios
Es el único Padre verdadero.
Él
Se manifestó a sí mismo por la humanidad. (Juan 1:18)
Nadie
Ha visto ni puede ver a Dios jamás
El unigénito Hijo, que está en su seno,
Él le ha dado a conocer,
Él es Jesucristo.
Jesucristo
Es la imagen de la sustancia de Dios (Hebreos 1:3)
Y es eterno, así como la justicia de Dios.
Dios es aseidad y es el único Padre. (Éxodo 3:14)
Él posee sangre. (Hechos 20:28)
Él es el Espíritu intrínseco, el Espíritu Santo
Que convence de pecado, de justicia y de juicio. (Juan 16:9-11)
Por lo tanto,
Dios es el único Dios triuno.
Esto fue manifestado
Por el Espíritu Santo, la sangre y el Verbo
Por medio de los cuales Él toca y mueve nuestros espíritus.
○ Nuestra fe no es superstición
Tampoco misticismo.
Tenemos una fe que tiene testimonios y experiencias.
○ Si creemos en esa sangre,
Tenemos que dar testimonio de ella.
Y confesar que somos santos.
○ Si creemos en el Verbo,
Debemos recibir el testimonio del Espíritu Santo
Y ese testimonio resulta en obediencia.
※ Hasta que el Señor venga,
Demos testimonio de cuán santos se han vuelto nuestros espíritus
Y cuán grande es la gloria que hemos recibido.
Hebreos 10:19-25
19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,
20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,
21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,
22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.
24 Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras;
25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
Revestidos de la sangre de Jesús
(Hebreos 10:19-25)
La fe que cree en la sangre de Dios
Dios es el único padre. Aunque ningún otro Dios tiene sangre, Dios tiene la sangre de la sustancia. El unigénito de Dios, la imagen de su sustancia se manifestó al mundo. Él se hizo carne y derramó su sangre por la humanidad. Su sangre es la sangre de Dios y en ella está la vida de Dios (Levíticos 17:11). Esa vida entra en nosotros y vence a la autoridad de la muerte que reinaba en nosotros. La paga del pecado es la muerte, pero como la autoridad de la muerte fue vencida, podemos ser libres del pecado (Romanos 6:23).
La fe que Dios nos otorga es acerca de la sangre. Jesucristo vino en carne a este mundo para derramar la sangre de Dios. Los que no confían en esa sangre niegan la venida de Jesús en carne, y tienen el espíritu del anticristo (1 Juan 4:3). Dios nos reconoce como justos, porque ve la sangre que está en nosotros, por lo tanto, en nosotros no puede haber otra condición.
Los que tienen fe, cuando dejan el cuerpo, van hacia el paraíso; los que no creen van al abismo, y luego al lago de fuego. Sabiendo cuán horrible es entrar al abismo, un demonio le pidió a Jesús que no lo enviara allí (Lucas 8:31). Por otro lado, los santos que están en el paraíso resucitarán en el día del regreso del Señor y se encontrará con el Señor en el Cielo. Los que están en el Hades serán enviados al lago de fuego y con ellos la muerte y el Hades (Apocalipsis 20:13-15).
Anunciar la sangre de Jesús por el Espíritu Santo
Los que beben la sangre de Jesús deben dar a conocer las obras que han experimentado. Antes de la muerte en la cruz, Jesús le mandó a sus discípulos a anunciar las Buenas Nuevas. Sin embargo, luego de resucitar les mandó a hacer discípulos y enseñar todo lo que Él había mandado. Las personas que están en las calles gritando, “¡Venga a la Iglesia!” no pueden transformar a los transeúntes. Cuando la gente ve esto, piensa, “Están anunciando una religión”. Es difícil cambiar la idea de que el cristianismo es una religión.
Si queremos salvar espíritus, debemos obrar con el Señor. Jesús nos salvó de entre los muertos, levantó al paralítico, limpió al leproso y expulsó demonios. Lamentablemente muchos se conforman únicamente con hablar en lenguas y expulsar demonios. Marcos 16:20 dice, “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.”. Debemos pedir en todo momento que las obras del Señor nos acompañen.
El mundo es guiado por la corriente de la civilización; por la tecnología, el hombre desconoce cada día más el mundo espiritual. En estas circunstancias, somos nosotros los que debemos reconocer la existencia del espíritu y vestirnos de la sangre y la gracia. Si los evangelizadores no pueden salvar el espíritu de los evangelizados es porque sus palabras no son confiables. Por más que el evangelizador sea muy hábil, si no logra la confianza de los que evangeliza, no logrará su objetivo. Para alcanzar confianza es necesaria la llenura del Espíritu Santo. Esta es la razón por la que Jesús le mandó a sus discípulos que no dejaran Jerusalén hasta recibir al Espíritu Santo (Hechos 1:8)
La Santa Cena es anunciar la sangre de Jesús
Jesús ordenó la Santa Cena, pero no lo hizo para que fuera un rito religioso. ¿El que mandó a destruir el templo, crearía ritos? Al participar de la Santa Cena no tenemos la necesidad de hacer caras largas o de devoción. La Santa Cena es conmemorar la realidad del Verbo hecho carne y la sangre derramada. En el Antiguo Testamento la gente guardó el día de reposo para conmemorar al Creador y en el Nuevo Testamento la gente guarda el Día del Señor para partir el pan (Hechos 20:7). Partir el pan es conmemorar el cuerpo del Señor (1 Corintios 11:24-25). ¿Cómo conmemoramos al Señor? Anunciando la sangre del Señor (1 Corintios 11:26).
Anunciar la sangre del Señor debe hacerse confiando vehementemente en el Espíritu Santo. Así como el calor que la gallina tiene para sus polluelos es el amor de una madre. El énfasis de la Ley se encuentra en amar a Dios con todo la mente, cuerpo y corazón, de la misma forma debemos amar al prójimo. Sin embargo, el amor bajo la Ley tiene un limite. El amor del hombre no puede sobrepasar las emociones. Jesús nos dio un nuevo mandamiento, ¡Amad al prójimo! (Juan 13:34).
¿Cuál es el nuevo mandamiento? El Señor le llamó la atención a la Iglesia de Efeso, y le advirtió que si no se arrepentía, quitaría el candelabro de su lugar (Apocalipsis 2:1-4). Si es así, ¿Qué es el primer amor? Lo primero que experimenta una persona en el mundo es el amor de la madre. ¿Cuán ardiente es el amor de pareja? Sin embargo, luego de un tiempo muchas personas se divorcian. El cuerpo no es eterno, sin embargo el amor maternal lo es.
El Señor nos pregunta si le amamos. Nuestro amor hacia el Señor debe ser maternal. Así como María amó a su Hijo, nuestro amor hacia el Señor debe ser así. Si tenemos el amor maternal no esperamos recibir nada a cambio. No perder ese amor es la característica especial del amor maternal. No debemos perder nunca el amor maternal. El que permite que nunca se pierda este amor es el Espíritu Santo.
1 Corintios 11:29 dice, “Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.”. Por la sangre son limpiados los pecados, pero a aquel que desprecia la sangre vuelven estos. Los hombres del mundo no pueden salvar su espíritu, por eso se vuelven más viles, se deprimen, se desesperan, se enferman y hasta se suicidan. Todo esto es porque recibieron el juicio del Señor. De la misma forma, si la Iglesia recibe el juicio del Señor se enfrenta a dificultades (1 Corintios 11:30-32). No podemos ser personas que beban y coman juicio para sí, debemos enseñar con amor maternal la sangre de Jesús.
Carta de Simuón
Mi cuerpo está tenso y debilitado y hace memoria de los días pasados. Al cerrar los ojos veo el gozo del paraíso. Por esta razón, me postró delante del Señor y le ruego. Al nacer en esta carne viví como animal y soñé como un insecto, pero todo eso fue como el vapor. Este hombre sin valor, hecho del polvo a imagen del Señor, hoy recibe su gracia.
Ahora deseo una vida pacífica. Ya no tengo nada que codiciar, no tengo esperanza en el mundo, sólo tengo mi esperanza en el paraíso. Antes de partir a ese lugar debo dejar por escrito toda la inspiración y sabiduría que he adquirido. Espero que nazca al menos un discípulos más.
Le agradezco a todas las personas que me han perseguido. Si no hubiera recibido persecución, sería perezoso y orgulloso. Además, hubiera disfrutado de los placeres del mundo; pero por la severidad de la persecución la recibí como bendición y me esforcé para trabajar con mayor ahínco. Me esforcé completamente para que en medio de la persecución no fuera distorsionada la Verdad. Yo soy los escritos, allí está escrito lo que es para mi espíritu y el testimonio de mi vida, el Señor lo reconocerá.
El Señor supo que yo era pecador y por derramó su sangre y me guío hasta ahora. Aunque cambie la civilización la Verdad y la gracia no lo hacen, lo puede testificar mi espíritu. Así como Israel pudo beber únicamente del agua que salía de una peña, todos los santos y yo sólo podemos tomar del agua que sale de Jesús. Ahora debo obrar. Si algo queda en mi cuerpo, lo debo derramar en la Iglesia completamente. Debo derramarlo todo por los santos, ser la voz de la sangre del Señor.
He hecho cosas que me averguenzan, cosas por las cuales puedo ser castigado, por eso viví en arrepentimiento. Por eso le doy las gracias a la gracia del Señor. Yo confío en la sangre derramada por el Señor en la cruz. Aunque nadie me perdone, el Señor lo hará y me bendecirá. Seguramente habrán algunos que lo negarán. Seguro es porque no creen en el poder de la sangre.
No se si será hoy o mañana, pero amados, sinceramente les amo y les pido evangelio.
Simuón
Créditos
Centro Misionero de Traducción Simuón
Resumen: Pastor Ki Taek Lee
Centro Misionero de Traducción Simuón. Departamento de Castellano
Interpretación y traducción: Ministro Da Un Chung