2014.09.07 – La sangre redime del pecado
in SermonesLa sangre redime del pecado
(Hebreos 9:11-28)
Dios
Es amor.
Él
Amó de tal manera al mundo, que dio a su Hijo unigénito.
Quien vino a través de la sangre de Dios.
En la sangre hay vida, por esta razón puede redimir el pecado. (Levíticos 17:11)
La paga del pecado es la muerte, y es el espíritu el que muere. (Romanos 6:23)
El pecado
Es dejar a Dios, y quien lo hace muere espiritualmente. (Génesis 2:16-17)
Un muerto no puede salvar a otro muerto.
Ya que la sangre de Jesucristo
Es la sangre viva de Dios, esta viva eternamente.
Dios es el único ser espiritual que tiene sangre
Él nos redimió del pecado a través de la sangre de Jesús
E hizo vivir nuevamente a nuestro espíritu por el Espíritu Santo.
Los que viven por el Espíritu Santo nacen de nuevo y han recibido vida.
De acuerdo a la Ley, la sangre de los animales era usada como sacrificio de redención,
Sin embargo, esta es sólo una sombra de Jesucristo, y la expresión de su fe.
Jesucristo sufrió en la cruz
Por lo cual fue perfeccionada nuestra fe
Él es el Cordero de Dios.
○ Los cristianos
Creemos en la sangre del Cordero de Dios.
Esta es una fe perfecta.
○ Jesús sufrió para derramar su sangre.
Él sufrió para redimir a la humanidad.
Nuestra fe da testimonio de ello.
○ El Espíritu Santo
Es el Santo Espíritu que da testimonio acerca de Jesús
El selló nuestro espíritu y habita en nosotros.
※ ¿Tiene fe?
En otras palabras, ¿tiene la sangre de Jesús?
Quien no tiene la sangre está bajo el pecado.
Hebreos 9:11-28
11 Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación,
12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne,
14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?
15 Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.
16 Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador.
17 Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive.
18 De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre.
19 Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo,
20 diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado.
21 Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio.
22 Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.
23 Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos.
24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios;
25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena.
26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.
27 Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio,
28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.
La sangre redime del pecado
(Hebreos 9:11-28)
Pastor Ki Dong Kim
Reciba el amor de Dios
Dios es amor. El amor que los padres tienen hacia sus hijos es un modelo que representa el amor que Dios tiene hacia nosotros. Los padres se sacrifican completamente por sus hijos, y siguen amándoles, incluso si los hijos desconocen este amor; el amor de Dios hacia nosotros es igual. Por lo tanto, no permitamos que la opresión de nuestra propia codicia nos haga ignorar el amor de Dios; por el contrario, recibamos libremente el amor de Dios.
Dios manifestó su amor hacia la humanidad, teniendo misericordia de ella al dar a su Hijo unigénito. Al enviar a su Hijo unigénito, Dios le pide a los hombres que reciban su amor a través de la fe. Entonces, ¿cuáles son las obras de Jesucristo, el enviado de Dios?
Ya no somos pecadores
El pecado de la humanidad fue redimido, porque Jesús murió en la cruz. La paga del pecado es la muerte. El espíritu del hombre no tenía otra opción más que ir al infierno y recibir el castigo eterno; sin embargo, la muerte de Jesús y el derramamiento de sus sangre pagaron la deuda de pecado. Antes de que Jesucristo muriera en la cruz, la identidad del hombre era ser pecador, pero por la fe en Jesús recibió la autoridad de ser llamado hijo de Dios. Los que creen en Jesús ya no son pecadores, sino hijos de Dios.
Algunas personas, cada vez que se postran para orar, piensan en sus errores, y con gran temor confiesan, “Soy pecador”. Pero aquellos que se bautizan y se unen a Jesús ya no son pecadores. Si vemos el Nuevo Testamento, no encontramos a ningún personaje que luego de ser bautizado diga, “Soy pecador”. Es comprensible que alguien confiese “Soy un pecador”, así como un hijo le dice a su padre, “Soy un mal hijo”; pero si es producto de la falta de reconocimiento de la gracia de Dios, entonces es un gran problema.
Hebreos 10:26 dice, “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,”. Pecar voluntariamente significa volver a la identidad de pecador, que se tenía antes de conocer a Jesucristo. Para aquellos que ignoran el amor que Dios ofreció y que vuelven a ser enemigos de Dios, ya no queda más sacrificio por los pecados. No puede considerarse pecador, por los deseos de la carne que obran en usted. La lucha entre el espíritu y la carne es algo que continuará hasta que dejemos este mundo (Romanos 7:22-25)
El hecho de que nuestros planes no se desarrollen según lo esperado no es un motivo para pensar, “¿Será que he sido desechado por mi pecado?”. Aquellos que no pueden creer que Dios está con ellos son personas que serán destruidas. Los dioses de este mundo engañan a los hombres de fe para que no puedan creer completamente en el Evangelio. Debemos creer que la imagen de Dios, que es Jesús, vino a este mundo en carne y derramó su sangre, y que ya la identidad de pecador no es nuestra. Por lo tanto, no podemos volver a tomar la identidad de pecadores.
No somos más pacientes
El Señor Jesús no sólo nos redimió del pecado, sino que por las azotes que recibió en su cuerpo cargó nuestras enfermedades (1 Pedro 2:24); por esta razón estamos revestidos de sanidad. Ahora, lo que nos queda es utilizar la voluntad y vencer todas las debilidades. Así como el paralítico que siendo obediente a la palabra del Señor, tomó su lecho y caminó, debemos desechar la idea de que somos pacientes y obrar con valentía. Aunque el dolor o las molestias que pueda sentir en este momento sean inmensas, debemos tomar nuestro lecho y caminar.
Una vez tuve la oportunidad de dirigir una reunión donde estaba una persona cuadripléjica. Como sus extremidades estaban todas paralizadas no podía moverse por sí mismo. Yo les dije, “Por los heridas de Jesús, todos ustedes ya son sanos. Y el ponerse de pie y caminar, es la tarea que ustedes deben cumplir”. Aunque al finalizar la reunión no se pudo poner de pie, clamó hasta el final la verdad de que Jesús había cargado con sus pesares. Después de un tiempo pude encontrarme con él nuevamente como invitado de su matrimonio; el presidente de la boda que dijo, “¡Que entre el marido!”, la esposa, y yo nos llenamos de lágrimas al ver al esposo entrar. El hombre que una vez fue no podía caminar, estaba entrando a su boda caminando por sí mismo.
Anunciemos la voz de la sangre de Jesús
Antes de ser colgado en la cruz, las últimas palabras que Jesús compartió con los discípulos en la última cena fueron, “Beban mi sangre”. Este es el último mensaje que el Señor le dejó a sus discípulos, es la voz de la sangre del Señor que fue colgado en la cruz. Nosotros somos aquellos que creemos en la voz de la sangre del Señor.
1 Corintios 11:25 dice, “Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.” Debemos recordar que el Señor derramó su sangre por nosotros, y que su último mensaje fue que tomáramos de su sangre.
Nosotros somos obedientes a su mensaje, y bebemos su sangre. Nosotros, los que bebemos de su sangre, ya no somos pecadores ni somos pacientes. Debemos honrar al Padre Dios, ya que somos sus hijos, y reconociendo que ya no somos pacientes, debemos vencer todas nuestras debilidades usando la voluntad.
1 Corintios 11:26 dice, “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. Aquellos que conmemoran que Jesús derramó su sangre, deben anunciar la muerte del Señor hasta que él venga. “¡Bebed mi sangre!” no fue un mandamiento dado únicamente a los discípulos que estaban sentados con él, sino a toda la humanidad. Sólo cuando la humanidad bebe de la sangre del Señor puede recibir la salvación. Por lo tanto, aquellos que la beben no pueden dejar de anunciar la voz de la sangre.
1 Corintios 11:27-29 dice, “De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.” Participar de la Santa Cena sin anunciar la voz de la sangre del Señor es no discernir el cuerpo del Señor, y comer y beber juicio para sí. Y no discernir el cuerpo del Señor es cometer el mismo pecado que Judas Iscariote, el sumo sacerdote y Pilato. Comer y beber juicio para sí es ser destruido por pecar voluntariamente. Entonces, ¿cuán grande será el pecado de no evangelizar?
Algunas personas se quejan diciendo, “Aunque evangelizo, la gente no me escucha”. Hay un dicho que dice, “No hay árbol que no caiga a los diez golpes”. Aquellos que deciden no evangelizar deben recordar que, “Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite (Lucas 11:8). El Señor acompaña a los que deciden salvar a los espíritus con todo su corazón, con toda su mente y con toda su vida. Nosotros hemos recibido y bebido de la sangre de Jesús; por lo tanto, hasta el día que el Señor regrese debemos anunciar la voz de la sangre del Señor diciendo, “Beban de la sangre de Jesús, esa sangre tiene la vida de Dios, y esa sangre le puede salvar”
Créditos
Centro Misionero de Traducción Simuón
Resumen: Pastor Ki Taek Lee
Centro Misionero de Traducción Simuón. Departamento de Castellano
Interpretación y traducción: Ministro Da Un Chung