Servicio del Día del Señor del 2 de febrero del 2025
Cantad al Señor y hablad entre vosotros
(Efesios 5:19)
Pastor Sung Hyun Kim
Para aquellos que han sido salvos por la gracia de Dios, la alabanza es una respuesta natural e inevitable. Lo primero que se manifiesta en una vida llena del Espíritu Santo es una actitud de gozo desbordante que busca expresarse junto con otros. Dios no solo pone en sus labios un cántico espiritual, sino que les ordena cantar. “Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Ef 5:19). Este cántico que Dios da a las nuevas criaturas es un canto espiritual que el mundo nunca puede imitar, un cántico nuevo que nunca antes había existido en el mundo.
El hecho de que los creyentes puedan reunirse y cantar juntos a Dios no es algo que deba darse por sentado. En la época medieval, solo los profesionales podían cantar en la iglesia. Sin embargo, con la Reforma, todos los creyentes comenzaron a alabar a Dios a través del canto. A medida que estos cánticos se difundieron ampliamente, el Evangelio echó raíces en el corazón de los santos, y en los lugares donde el Evangelio fue proclamado, el gozo de la salvación se expresó en diversas formas musicales. Mientras los santos se alentaban y exhortaban unos a otros a través del canto, la fe cristiana gradualmente fue fortalecida permitiéndonos hoy recibir esta herencia de fe.
No sabemos hasta cuándo podremos seguir teniendo el privilegio de cantar juntos. Por eso, mientras aún tengamos la oportunidad, alabemos juntos. No limitemos esta preciosa oportunidad aferrándonos solo a nuestras preferencias musicales, sino cantemos juntos con el poder de bendición que Dios ha derramado. Las canciones del mundo pasarán cuando venga el tiempo, pero nuestra alabanza, que bendice a otros, resonará eternamente en los cielos. Cuando alabamos, el Señor alaba junto con nosotros. Por lo tanto, hablemos unos a otros con gratitud y gozo, cantando juntos. No permitamos que se apague la alabanza del Señor que resuena en nuestros corazones.