Servicio del Día del Señor del 2 de febrero del 2025

Pastor Sung Hyun Kim

Antes de que los hijos de Israel lograron atravesar las paredes de agua del Mar Rojo, el ejército de carros de Egipto los persiguió y entró en el mar tras ellos. Estaban a punto de ser capturados. Sin embargo, Dios confundió a los egipcios, y cuando Moisés extendió su mano sobre el mar, las aguas los cubrieron por completo. Así, los hijos de Israel fueron salvos ¿Qué fue lo primero que hicieron justo después de experimentar este asombroso evento? Cantar. Ellos cantaron juntos con gozo, sintiéndose orgullosos de ser pueblo de Dios. Sus alabanzas fueron lo suficientemente poderoso como para destruir a sus enemigos que trataron de bloquear su camino.

Para aquellos que han sido salvos por la gracia de Dios, la alabanza es una respuesta natural e inevitable. Lo primero que se manifiesta en una vida llena del Espíritu Santo es una actitud de gozo desbordante que busca expresarse junto con otros. Dios no solo pone en sus labios un cántico espiritual, sino que les ordena cantar. “Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Ef 5:19). Este cántico que Dios da a las nuevas criaturas es un canto espiritual que el mundo nunca puede imitar, un cántico nuevo que nunca antes había existido en el mundo.

“Aleluya. Cantad cántico nuevo; Su alabanza sea en la congregación de los santos” (Sal 149:1). Al cantar este cántico nuevo, lo importante no es simplemente sentir emoción y alabar por sí solo, sin importar quién esté al lado, sino hacerlo en comunión con los santos en la iglesia. Por supuesto, la alabanza es entregada a Dios, pero cantar juntos y bendecirse mutuamente es el mandamiento de Dios. Cuando los creyentes cantan juntos, recuerdan la gracia y voluntad de Dios, renuevan su compromiso de obedecer la verdad, y se animan y exhortan unos a otros. Esta es la obra en la que Dios, al derramar Su poder de bendición sobre los santos, les encomienda seguir.

El hecho de que los creyentes puedan reunirse y cantar juntos a Dios no es algo que deba darse por sentado. En la época medieval, solo los profesionales podían cantar en la iglesia. Sin embargo, con la Reforma, todos los creyentes comenzaron a alabar a Dios a través del canto. A medida que estos cánticos se difundieron ampliamente, el Evangelio echó raíces en el corazón de los santos, y en los lugares donde el Evangelio fue proclamado, el gozo de la salvación se expresó en diversas formas musicales. Mientras los santos se alentaban y exhortaban unos a otros a través del canto, la fe cristiana gradualmente fue fortalecida permitiéndonos hoy recibir esta herencia de fe.

No sabemos hasta cuándo podremos seguir teniendo el privilegio de cantar juntos. Por eso, mientras aún tengamos la oportunidad, alabemos juntos. No limitemos esta preciosa oportunidad aferrándonos solo a nuestras preferencias musicales, sino cantemos juntos con el poder de bendición que Dios ha derramado. Las canciones del mundo pasarán cuando venga el tiempo, pero nuestra alabanza, que bendice a otros, resonará eternamente en los cielos. Cuando alabamos, el Señor alaba junto con nosotros. Por lo tanto, hablemos unos a otros con gratitud y gozo, cantando juntos. No permitamos que se apague la alabanza del Señor que resuena en nuestros corazones.