Servicio del Día del Señor del 1 de octubre del 2023
Dios nos llama, a nosotros que estamos lejos, para acercarnos por la sangre de Cristo
(Efesios 2:11-13)
Pastor Sung Hyun Kim
“Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.” La razón por la cual Pablo escribió esta carta a la iglesia de Éfeso es por la división que estaba ocurriendo en la iglesia en ese tiempo. Existían discriminaciones entre los esclavos y hombres libres, hombre y mujeres, griegos y bárbaros, y entre los judíos y los gentiles se rechazaban el uno al otro. En esa época, la iglesia era compuesta por estas personas, haciendo que la unidad sea a un más difícil que hoy en día.
La gran mayoría de los miembros de la iglesia de Éfeso eran griegos, por lo tanto, Pablo les pide diciendo: “Piensen en esto. ¿No hay nada de que quejarse del uno al otro? Ustedes ahora pertenecen a la gracia, pero originalmente eran personas que no podían ser parte de la bendición junto con los judíos. Ustedes estaban fuera del interés de Dios, sin ser conscientes del hecho de que necesitaban la salvación e incluso no podían participar en la venida del Salvador. Pertenecían fuera del reino de Dios y no tenían relación con la bendición de Abraham. Ustedes no conocían el futuro que Dios había preparado e incluso servían a dioses falsos. A pesar de esto, ¿ahora en que posición están? Cristo ha cortado la raíz del pecado haciendo que puedan estar cerca de Dios, e incluso haciendo que se reconcilien con los judíos, quienes fueron los primeros en recibir el amor de Dios.”
La súplica de Pablo hacia los griegos en la iglesia de Éfeso es un mensaje que Dios está dando a todos nosotros hoy en día. Nosotros éramos seres que seguíamos los deseos de la carne al estar en el pecado, pero ahora podemos ser libres del dominio del pecado a través del sacrificio de Cristo. Por lo tanto, debemos desechar la vida del pasado que será arrastrar por los deseos de la carne. Además, debemos abandonar la actitud del viejo ser, que menospreciaba, rechazaba y odiaba a otros por su propio beneficio. Ya el muro que nos separaba de Dios ha sido destruido, y ahora tenemos que reconciliarnos con las personas que Dios ama y usa.
Dios es uno y Su voluntad también es una. Sin embargo, la razón por la cual aquellos que claman pertenecer a Dios traen división con sus propias voluntades es por la intervención de la naturaleza pecaminosa del hombre. La naturaleza pecaminosa del hombre se mueve despiadadamente, por ser estimulada por el motor que es el egoísmo. Esto posee un gran poder hasta el punto de distorsionar la voluntad de Dios, como si fuera insignificante, dominando los corazones de las personas. Por consecuencia, la iglesia experimenta conflictos y divisiones, y en el peor caso puede ser derrumbada.
La salvación es dada a cada persona. Sin embargo, Dios denota a cada persona que ha recibido la salvación como miembro de la iglesia y les confía el llamado de la comunidad. Nosotros somos como soldados que enfrentan la batalla espiritual. Para obtener la victoria en esta batalla, toda la iglesia tiene que moverse sistemáticamente como un ejército, cada uno sosteniendo fielmente el rol que ha recibido. Para lograr un solo propósito, cada individuo tiene que dejar a un lado sus pensamientos personales y continuamente ser educados y entrenados. Adicionalmente, tenemos que asemejarnos a Dios al obedecer Su palabra, y en ocasiones también ser reprendidos por nuestro pastor. Nuestro esfuerzo al final traerá fracaso al plan del diablo. Nosotros estamos destinados a entrar en el cielo, por lo tanto, no perdamos la esperanza hasta que venga ese día. No nos dejemos llevar por las tendencias del mundo, sino protejamos fielmente la nueva vida que Dios nos ha dado a través de Su gracia hasta el final.