2015.09.27 – El mandamiento de Jesús
in SermonesEl mandamiento de Jesús
(Juan 15:1-15)
Dios
Es amor en acción.
Él
Amó a la humanidad hasta el final. (Juan 13:1)
El énfasis de la Ley y el Evangelio es el amor.
Por lo tanto,
La Ley sin amor no es Ley
Y el Evangelio sin amor no es Evangelio.
Aunque la Ley son regulaciones para el cuerpo,
El código de la Ley es el amor. (Mateo 22:37-40)
Aunque el Evangelio gobierna el espíritu y el cuerpo,
El código del Evangelio es el amor.
El Evangelio sin amor no es Verdad. (Juan 14:6)
Así como el labrador espera el fruto,
El fruto que Dios desea es el amor. (Juan 15:8-9)
Por esta razón,
La fe sin amor es misticismo,
No es la fe entregada por Dios.
Si guardamos los mandamientos de Jesús
Él nos llena del gozo que es en Jesús. (Juan 15:11)
El Espíritu Santo es amor materno.
○ El mandamiento de Jesús es amor maternal;
Es el amor materno que recibimos por primera vez de Dios;
Es el amor materno que experimentamos desde el nacimiento.
○ El amor materno es eterno.
El mandamiento de Jesús es amor eterno.
Nuestro espíritu habita en ese amor.
○ Examinémonos si tenemos fe.
¿El mandamiento de Jesús está obrando en usted?
Si no es así, es un árbol sin fruto.
※ Así como el árbol sin fruto es inútil.
La fe sin amor es inútil
Y no tener el amor de Dios es desobediencia.
Juan 15:1-15
1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.
7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.
8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
12 Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.
13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.
El mandamiento de Jesús
(Juan 15:1-15)
Somos Hijos Que Hemos Recibido el Amor de Dios
Dios es amor. Aunque no podemos ver con los ojos a Dios, Él envió a la imagen misma de su sustancia al mundo, para que se hiciera hombre e hizo que comieran de su carne y bebieran de su sangre. Jesús dio su carne, sangre y hasta su nombre para que pudiéramos obtener todas las cosas. E incluso, luego de ascender al cielo nos envía el Espíritu Santo. Dios nos ama, Él es quien nos ama hasta el final.
Recibir el amor de Dios es nuestra vida de fe. En el mundo hay muchas religiones, y cada una de ellas son beneficiosas solo hasta un punto en la sociedad. Sin embargo, Dios odia el hecho de que esas personas, quienes creen en estas religiones, nieguen su nombre y adoren a los ídolos. A diferencia de las personas del mundo, las personas quienes firmemente niegan las obras que a Dios le molestan y son participes de las obras que Dios desea se llaman cristianos.
Dios Espera Frutos de sus Amados Hijos
Jesús nos dice, “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.” (Juan 15:1). El labrador ama a la vid. El labrador le daría todo su cuerpo, corazón, y aprecio a la vid. La razón de esto es porque el labrador esta esperando algo de la vid (Juan 15:2). No espera otra cosa más que frutos. De la misma manera, Dios desea obtener frutos de nosotros.
Entonces, ¿que debemos hacer para obtener los frutos que Dios desea? Primero, debemos aceptar que somos de hijos que hemos recibido el amor de Dios. Por lo cual, Jesús nos dijo: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por si mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.” (Juan 15:4). Segundo, con fe, nuestras acciones tienen que ser transformadas. Jesús dijo: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.” (Juan 15:12). Ya que hemos recibido el amor de Dios, ahora con ese amor debemos manifestarlo a nuestro prójimo para tener frutos.
Obedezca el Mandamiento de Jesús
Jesús le dice a los creyentes: “Obedezcan mi mandamiento”. El mandamiento que Dios dio a Israel por medio de Moisés fue: “Ama a Dios con todo tu corazón, con toda tus fuerzas y con toda tu vida”. Y ahora el mandamiento que Jesús nos da es: “Permanezcan en mi amor y con ese amor ámense los unos con otros”. Aunque las personas hoy en día le temen a los diez mandamientos, no saben temerle al mandamiento de Jesús. Ya sea en la Ley o el evangelio, el deseo de Dios es que le amemos. Por lo tanto, la persona que ama a Dios solo servirá a Dios, evitará los ídolos, no tomará el nombre de Dios en vano, y guardará como santo el Día del Señor.
Jesús nos dice, “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos o otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.” (Juan 13:34). Jesús ya remidió el pecado que cometimos en el antiguo mandamiento. Ahora, Él nos da un nuevo mandamiento. Por lo tanto, debemos tener en cuenta el hecho de que el pecado de la desobediencia del nuevo mandamiento es mucho más grave que la desobediencia de la Ley. Dios, por medio de Jesucristo, manifestó su amor hacia nosotros, por lo cual, ahora debemos estar adentro de ese amor. Y debemos manifestar ese amor a nuestro prójimo, por medio de eso nuestra fe tiene que ser transformada.
Jesús nos amó, por lo tanto guardar su mandamiento es bendecir al espíritu propio. Ezequiel 33:6 dice: “Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, este fue tomado por causa de su pecado, pero demandare su sangre de mano del atalaya.”. Este pasaje nos muestra que tan temible es el pecado de no predicar. Por lo que Pablo confeso, “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16).
Hoy en día, los cristianos que se excusan en su apariencia y personalidad, no están practicando la acción de amar a los espíritus. Si nos complacemos en el hecho de que somos creyentes y si en nuestras vidas no hay ninguna dificultad, entonces, estamos viviendo una vida que no es nada diferente a la de las personas del mundo. El problema de esto, es la realidad de que esas personas no tendrán galardón que recibir. Por lo cual, en un incendio hay personas que son rescatadas semidesnudas y apenas están vivas. También, entre las personas que son salvas, al entrar en el Reino de los Cielos habrán personas que no recibirán galardón y sólo obtendrán la salvación (1 Corintios 3:13-15).
Manifestemos el Amor Maternal
El amor no está en las palabras (1 Juan 3:18). No es la expresión del sentimiento de amor, sino es la práctica del amor maternal. El hecho de que Dios envió a su Hijo por nosotros es amor maternal, el amor de Jesús de tomar nuestros pecados y morir en la cruz es amor maternal, y la obra del Espíritu Santo de siempre estar en nosotros y ayudarnos es amor maternal. De la misma manera, el amor de los miembros hacia el prójimo también tiene que tener amor maternal.
Este hecho tomó parte en el año 1964 en una de la ciudad Dangjin, parte de la providencia de Chungcheongdo, en un avivamiento que estaba dirigiendo. Después de que el avivamiento terminó, los enfermos hacían una gran línea para poder recibir la imposición de manos. Entre ellos llegó el turno de un hombre que tenía puesto un sombrero de paja, a quien le dije que se quitara el sombrero, pero respondió que si podría recibir la imposición de manos sobre el sombrero. De todas maneras, le dije que se quitara el sombrero, sin tener otra opción se quito el sombrero. Él sufría de una grave lepra. Y en el momento en que puse mis manos en su cabeza casi no tenia pelo y sentí su áspera piel. En vez de orar por su recuperación, le supliqué que Dios que quitara ese sentimiento de desagrado que sentía en mi corazón. En ese momento, sin saber yo mismo comencé a llorar. En un instante, ese sentimiento de desagrado que sentía en mi corazón desapareció completamente.
Después de terminar de orar por el enfermo de lepra, vi a la persona que estaba detrás de él; era el turno de una mujer que tenía una toalla en su cabeza. Luego de que hice que se quitara la toalla, también esa mujer sufría de lepra y su cara era deforme. Después descubrí que era la madre del ese hombre. Según lo que ella me contó, al cuidar de su hijo ella también fue contagiada de la enfermedad. Mientras las personas evitaban al hombre con lepra, en cambio su madre lo acogió en sus cálidos brazos.
Después de un tiempo, volví a dirigir un avivamiento en una iglesia cercana y volví a encontrarme con ese hombre. Él, en vez de usar un sombrero de paja, usaba una gorra deportiva. Él al verme, sonrió con agrado y se quitó el gorro y me dijo, “Pastor, podría usted soplar en mi cabeza”. Al soplar respondió con gozo, “Ay, que caliente”. Había recuperado la sensación en su piel.
En donde hay amor maternal hay milagros. Aunque, fueramos lastimados por cactus, si fuéramos la madre de ese cactus, entonces no lo despreciaríamos. Por el contrario, lo protegeríamos de otras personas hasta el punto de sacrificar nuestras vidas. La madre ama a su hijo con todo su corazón, con todas sus fuerzas, con toda su naturaleza, y hasta con toda su vida. El Señor nos está diciendo, “Les doy un nuevo mandamiento: amence unos a otros.”
Pastor Lee Ki Taek
Centro Misionero de Traducción Simuón
Carta de Simuón
Tal vez es mi vejez, pero mis preocupaciones por la mentalidad de los jóvenes de hoy en día están creciendo. Yo fui joven en algún momento, al igual que ellos, y de la misma forma hubieron temporadas de extrema dificultad. Aun así, perseveré a través de esos días agotadores y finalmente pude superarlos. Estas son memorias que todos tendrán al final del caminar de sus vidas.
Pero una cosa es clara: hay sabiduría en la vida. No hay más necio que el que piensa, come hoy y muere mañana, como si no hubiera nada que perder. Hay un chengyu (un refrán chino de cuatro caracteres), “老馬之智” (Lǎo mǎ zhī zhì) que significa, “el caballo viejo conoce el camino mejor que su joven dueño”. Aunque no valga la pena vanagloriarme del camino de mi vida, aun me siento orgulloso de la forma en que manejé esos momentos de mi vida.
El amor paternal y sentido de responsabilidad para alimentar a nuestros propios hijos, incluso aunque suframos de inanición, esta en cada padre. Aun así, los padres también tienen amor maternal, el cual es el verdadero amor. Dios es el Padre, y por lo tanto Él es justo. Sin embargo Su amor perdura por siempre. Este amor eterno es maternal es natural – es como el amor de una madre. La Ley es paternal en naturaleza, mientras que el Evangelio es maternal.
No solo considero y planifico para el día de mañana; organizo y planifico para el resto de mi vida. Por otra parte, yo preparo el lugar donde estaré cuando parta de este mundo. Esta vida efímera que tenemos en el mundo, vivimos en el cuerpo; aun así nuestra vida de fe es para el futuro eterno que nos espera. No hay nada que garantiza la carne. Sin embargo el espíritu está seguro por siempre. Así como dijo Dios, “y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días (últimos días)…” la fe es recibir el Espíritu Santo mientras estamos en el cuerpo.
Recibimos poder con la venida del Espíritu Santo. Por lo tanto, como parte de nuestra vida de fe, nuestro espíritu debe estar equipado con poder. Por alguna razón, las personas se rehúsan a recibir al Espíritu Santo dentro de sí y están solamente viviendo por su carne; no se le da la oportunidad al Espíritu Santo de manifestarse a sí mismo. Es parte del plan de Dios derramar el Espíritu Santo sobre nosotros y equiparnos con poder. ¡Cuán afortunado soy que el plan de Dios se esta realizando en mi cuerpo!
Como no soy el único que vive en este mundo, debo esquivar los peligros de esta jungla para poder sobrevivir. No solo yo, sino también mi hijo y nietos, todos tienen que atravesar este difícil y sufrido camino. Estamos tomando el camino peregrino, tan duro y agobiador. Si durante su juventud prueban los placeres de la carne, no solo su carne estará agotada por la edad, también el espíritu. Pero, si se persevera con fe en la juventud – aunque sea difícil para la carne – su espíritu será bendecido con gozo en su vejez. Es solo a través del Espíritu Santo que el espíritu puede ser bendecido.
Aunque a algunos frecuentemente les gusta decir, “en estos tiempos o época…” de acuerdo a la Biblia, cualquier cosa que ocurra hoy también estuvo presente en el pasado, la historia se repite a sí misma. Las personas jóvenes están equivocadas cuando discuten, “no es como en los tiempos de antes”, y se rehúsan a escuchar a los ancianos. Yo soy un anciano.
Pastor Ki-Dong Kim
Columna de Adoración del Día del Señor
Créditos
Centro Misionero de Traducción Simuón
Resumen: Pastor Ki Taek Lee
Centro Misionero de Traducción Simuón. Departamento de Castellano
Interpretación: Ministro Da Un Chung
Traducción: Ministro Da Un Chung y Richard Olivieri