2015.02.15 – Confíe en la Ley del Espíritu
in Sermones
Confíe en la Ley del Espíritu
(Romanos 8:1-11)
Dios
Existe.
Él,
Por el mundo,
Envió a Jesucristo,
Que es la imagen de su sustancia (2 Corintios 4:4),
Esto es algo histórico (Mateo 1:21-25).
Jesús existió en la historia,
Vimos su muerte y su resurrección,
Vimos cómo ascendió delante de los testigos
Y por el Espíritu Santo,
Los que creen en Él, se arrepienten, se bautizan
Y reciben el Espíritu Santo como regalo (Hechos 2:38-40).
El Espíritu Santo no se recibe por las obras,
Únicamente por la fe y la obediencia (Hechos 5:32).
Aunque las personas que viven bajo la Ley viven en constante temor
Los que reciben al Espíritu Santo son eternamente libres (Juan 8:32).
No significa que los que reciben al Espíritu Santo pueden pecar,
Sino que tienen la certeza y la libertad del perdón de los pecados.
La Ley es la ley de muerte que hacer temer a los pecadores,
Pero la Ley del Espíritu alegra a los que creen (Romanos 8:14-16).
○ Los que siguen la Ley del Espíritu Santo
No dudan.
Los que no dudan tienen alegría en sus espíritus.
○ El Espíritu Santo echa fuera todo temor
Y da testimonio por el poder.
Los que viven por el Espíritu Santo no son pecadores.
○ La obra del Espíritu Santo
Sobrepasa las emociones del cuerpo
Y complace a Dios.
※ No estemos bajo la Ley de temor.
Pecadores, arrepiéntanse, bautícense
Y reciban el Espíritu Santo como regalo.
Romanos 8:1-11
1Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;
8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.
11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
Confíe en la Ley del Espíritu
(Romanos 8:1-11)
Darse cuenta del pecado y el castigo a través de la Ley de la carne
Dios realmente existe. Dios no está lejano, se encuentra en nosotros a través del Espíritu Santo. El Espíritu Santo habita en nosotros y nos ayuda a tener comunión con Dios y creer en las obras de Jesucristo. Jesús no es una figura mítica. Hay mucha evidencia en este mundo que nos demuestra que Él es un personaje histórico. “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, ni en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir” (Juan 21:25). De todas estas cosas, las esenciales fueron registradas en la Biblia y el Espíritu Santo es quien testifica que la Biblia coincide con Jesús.
No podemos ver al Hijo del Hombre en el presente. Sin embargo, cualquiera que es lleno del Espíritu Santo puede experimentar la misma vida y manifestar el mismo poder del Hijo del Hombre al leer la Biblia. Por otra parte, una persona que ignora al Espíritu Santo en su vida de fe sólo puede convertirse en una persona religiosa y el testimonio de Jesús no puede provenir de ella. Creemos en Jesús por el Espíritu Santo y testificamos a través de Él. Algunas personas comparten la mitología que han estudiado, pero nosotros tenemos el testimonio de Dios que habita y obra en nosotros.
Hablando de las funciones, el hombre puede ser dividido en espíritu, alma y cuerpo. El espíritu no es una personalidad, sino un ser permanente y eterno. Algunas personas piensan que el espíritu tiene personalidad, pero esto es un error. El espíritu es similar a la radiación en el sentido que nunca desaparece. Cuando los equipos para manejo de material radioactivo, tales como los guantes y trajes de protección, son incinerados para ser desechados, todavía quedan trazas de este material. De la misma forma, ya que el espíritu nunca desaparece, el único camino para desechar el espíritu que ha sido sentenciado a muerte es enviarlo al infierno para ser atormentado eternamente.
El alma se refiere a la personalidad, es decir, a la inteligencia, emociones y voluntad. Los animales tienen alma. Incluso, las pequeñas e insignificantes moscas buscan comida y conocen cómo escaparse rápidamente cuando presienten el peligro. Esta es una pequeña función del alma. El alma de los animales es insignificante, diferente a la personalidad del hombre, y es llamada instinto.
Se requiere de un cuerpo para que el alma pueda funcionar apropiadamente. En el caso de los animales, cuando mueren sus cuerpos, sus almas desaparecen. Incluso si alguien mata a una gallina y la cocina, no debe temer que el espíritu de la gallina muerta se le vaya a aparecer en los sueños, porque las gallinas no tienen vida después de la muerte. Sin embargo, el hombre es diferente. La gente teme pasar por la casa de alguien que murió, esto es porque el hombre es un ser espiritual Antes que el hombre se convirtiera en ser espiritual, su personalidad desaparecía con la muerte de su carne. Pero luego de convertirse en ser espiritual, la personalidad existe eternamente al unirse con el espíritu, incluso si el cuerpo muere y desaparece. Esto es llamado espíritu-alma.
Generalmente, la gente considera el cuerpo como el “yo”, por esta razón dedican su vida entera a sus cuerpos. Sin embargo, nuestro verdadero yo no es la carne, sino el espíritu. La carne puede morir luego de algunas décadas en el mundo o vivir durante un largo periodo, pero tiene un límite. La carne regresará al polvo y desaparecerá, no es el verdadero “yo”, es únicamente como las vestiduras temporales del “yo”.
Dios le dio dos tipos de leyes al hombre. Una es para la carne, mientras la otra para el espíritu. Las leyes de la carne se refieren a la Ley. La Ley, como ordenanza carnal, gobierna el cuerpo del hombre. Por lo tanto, el espíritu del hombre no puede ser salvo por la Ley. Ya que el interés principal de la Ley es disciplinar la carne, aquellos que siguen la Ley sólo tienen una disposición religiosa.
Lo que requiere la Ley va mucho más allá de la capacidades del hombre. La base de la Ley son los Diez Mandamientos. Aparte de los cuatro primeros mandamiento, que están relacionados con la fe hacia Dios, el resto de ellos no son diferentes a lo que dictamina la conciencia del hombre. Desde esta perspectiva, no es imposible para el hombre cumplir los Diez Mandamientos. Sin embargo, a través de las obras de los profetas, la Ley ha sido subdividida en innumerables mandamientos y cada hombre es hallado pecador ante las mandamientos (Romanos 3:10). El problema de la Ley es que la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23). Por esta razón, el hombre que es denominado pecador no puede escapar de la muerte eterna, es decir el castigo del infierno.
La Ley del Espíritu Santo que guía nuestra vida espiritual
Apartado de la Ley se encuentra la Ley del Espíritu Santo que Dios le otorgó al hombre. Esta es la ley que debe permanecer en nosotros por el bien de nuestro espíritu. Lo triste es que muchas personas tratan de aplicar la ley de la carne para vivir sus vidas espirituales. Cuando las cosas no van según lo planeado o los niños se lastiman, hay personas que se culpan diciendo: “Esto es porque soy un pecador, merezco ser castigado”. También hay otros que tratan de enmendar sus pecados a través de penitencias, tales como dejar de comer o dormir por varios días.
Acerca de estas personas Gálatas 3:3 dice: “¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” Luego, Gálatas 1:8 dice: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.” Debemos recordar que si confiamos en las ordenanzas de la carne luego de haber recibido el conocimiento de la verdad, entonces no hay más sacrificio por los pecados.
Muchas personas son engañadas en sus vidas espirituales por la ley de la carne. Tiene que haber libertad espiritual en todo aquel que vive una vida espiritual. A pesar de todo, los que se encomiendan a la Ley son maldecidos bajo la condenación y el temor. Esta es la razón por la cual Jesús entregó la severa advertencia a los escribas y fariseos que guardaban la Ley, diciendo: “!Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!”
Dios envió su Hijo al mundo en la carne para cumplir los requerimientos de la Ley que el hombre no podía cumplir. El último requerimiento de la Ley es la muerte del hombre. Pero, ya que el hombre no es justo, no puede vivir de nuevo luego de morir por el pecado. Por lo tanto, de acuerdo a los requerimientos de la Ley, el Hijo de Dios murió en lugar del hombre y Dios le resucitó de los muertos. Ahora, que se han cumplido los requerimientos de la Ley para el hombre, el Hijo de Dios clama: “Ahora que los he liberado, no sigan bajo la Ley, salgan de ahí”
Libre de la Ley, ahora es por la Ley del Espíritu Santo
El bautismo es la forma en que una persona salir de la Ley para entrar en Jesús. Cuando se le sugiere a alguien bautizarse, algunos actúan con humildad y dicen: “No soy lo suficientemente bueno para ser bautizado”. Ellos están decidiendo quedarse en la maldición de la Ley. El mandamiento del Señor es que todos los que escuchen y crean en el Evangelio deben bautizarse inmediatamente y romper con la maldición.
Cuando somos bautizados podemos unirnos a la muerte de Jesús al sumergirnos en el agua y de esta manera cumplir los requerimientos de la Ley. Mientras salimos del agua nos unimos a Jesús, quien fue resucitado, y por lo tanto poseemos la vida de Jesús. Sin importar si conocía o no su situación de pecador, el hombre estaba condenado a enfrentar la muerte eterna. La Ley es la herramienta para que el hombre reconozca que es pecador y es la que demanda la paga del pecado. A través del bautismo nos unimos a Jesucristo, quien cumplió completamente los requerimientos de la Ley y así nos liberamos de la Ley. Esta no es una doctrina, sino la realidad. El Espíritu Santo reconoce y testifica acerca de esto.
Nuestra carne es el objeto de muchos tipos de sufrimiento en esta tierra. Sin embargo, no debemos dejar que nuestro espíritu estén atado bajo la Ley. La razón de esto es que la Ley del Espíritu Santo nos hace libres. Romanos 8:1-2 dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. ”
Entre aquellos que reciben el bautismo de Juan nadie le ha dado la bienvenida al Espíritu Santo. Sin embargo, si alguien es bautizado en el nombre de Jesús, entierra al viejo hombre y cuando sale del agua le da la bienvenida al Espíritu Santo. Los que nacen de nuevo por el Espíritu Santo no deben someterse nuevamente a la ley de la carne, porque encuentran debilidades en su carne. Sólo porque se presentan dificultades físicas, no debemos pensar que es por nuestros pecados.
Hebreos 10:26-27 dice: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.” No debemos confiar en la ley de la carne luego de haber recibido al Espíritu Santo, esto es pecar deliberadamente. La Ley del Espíritu Santo nos enseña: “Sé libre, no te aferres al pecado”
¿Por qué no sigue la Ley del Espíritu Santo? Cuando estábamos bajo la Ley le temíamos, ahora debemos tener temor de la Ley del Espíritu Santo. Donde se encuentra el Espíritu Santo hay libertad. Si una persona ha recibido el Espíritu Santo, pero no se siente libre, entonces está cometiendo un gran pecado al desobedecer al Espíritu Santo. Muchas personas son condenadas en sus conciencias y sufren de culpa. El pecado más perjudicial para el espíritu es el de la desobediencia al Espíritu Santo.
El diablo acusa al hombre basándose en la Ley. Incluso, nos engaña diciendo: “¿No pecaste?, ¿cómo puede un pecador salvarse?, debes pagar el precio por tus pecados”. No debemos caer en esto. Debemos confesar los méritos de las obras de Jesús en nuestras vidas y testificar de nuestra fe durante toda la vida. Apocalipsis 12:11 dice: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.”
Sea bendecido y feliz en el Espíritu santo
El espíritu de una persona es feliz y bendecido cuando es libre por la Ley del Espíritu Santo. Para alguien que continúa siguiendo la ley de la carne, si su vida en la carne corre fluídamente, se lo acredita a su justicia; pero cuando se encuentra con un problema, concluye que es por una maldición. No debemos conectar las victorias y fallas con el espíritu. Necesitamos buscar la eterna e inmutable alegría de nuestros espíritus, no una alegría efímera que nuestro cuerpo puede disfrutar brevemente en la tierra.
El Señor no tuvo ninguna habitación mientras estaba en la tierra. Él dijo: “Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza.”(Mateo 8:20). A pesar de esto, era libre. Era feliz. La palabra bendición significa originalmente “alegría de Dios”. El Señor encontró mucho sufrimiento en la tierra, pero Su espíritu fue lleno de la alegría de Dios.
Algunas personas dicen que debemos seguir los pasos de Jesucristo e imitar su pobreza. Pero lo que aprendemos de Él no es la pobreza, sino la eterna alegría que Él tenía. La alegría viene a través del Espíritu Santo. Mientras estaba en la tierra obró a través del Espíritu Santo, enseñó por el Espíritu Santo y resucitó por el Espíritu Santo.
En vez de estar atormentado por la culpa y nervioso por los pecados, nuestro espíritu debe ser feliz. Debemos ser felices a través de la Ley del Espíritu Santo. A menos que sigamos la Ley del Espíritu Santo, sólo podremos seguir la ley de la carne. La Ley del Espíritu Santo es lo que Dios le otorgó a nuestro espíritu. Quien aplica la Ley – las ordenanzas de la carne – a su vida espiritual es sujeto de maldición. Ya que hemos sido liberados de la Ley al ser bautizados en el nombre de Jesús, debemos seguir la Ley del Espíritu Santo.
Cualquiera que sigue la Ley del Espíritu Santo tendrá poder. Hechos 1:8 dice: “Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.” El poder para expulsar demonios y sanar a los enfermos no es un don dado a personas especiales. Es una promesa para todos los creyentes. Si seguimos la Ley del Espíritu Santo recibiremos poder. Incluso si el poder no se manifiesta ahora, nunca debemos dudar que somos hombres del Espíritu santo y orar para recibir el poder.
Cualquiera que sigue la Ley del Espíritu Santo se convertirá en testigo. Sus labios nunca cesarán de llevar testimonio y proclamar: “Jesús me salvó y me liberó. Soy un hijo de Dios.” No podemos ser justos por nuestras obras. Somos justificados únicamente por las obras de Jesucristo. Aunque hagamos poco, si el Espíritu Santo nos considera justos, entonces debemos reconocer esta verdad valientemente. Si negamos lo que el Espíritu Santo reconoce, entonces el Señor nos negará ante los ángeles. No debemos condenarnos con nuestra conciencia, sino recibir la gracia de Dios. Nuestras almas deben ser felices a través del Espíritu Santo.
Carta de Simuón
Soy verdaderamente feliz porque incluso después de dejar este mundo, hay personas que pueden continuar mis logros y obras. Me pregunto qué considera el Señor como verdadero gozo. Jesús vino a esta tierra para ejercer la voluntad que el Padre Dios había planeado en el cielo. Entonces, el hecho de que esté haciendo el trabajo de Dios es ciertamente considerado como gozo para Dios,
Mi gozo es realizar las obras espirituales que el Señor me ha encomendado. Soy verdaderamente feliz porque me he convertido en el tocón que permite que la obra continúe sin detenerse. Estoy escribiendo libros y dejando muchos escritos para que la labor que he comenzado pueda continuar sin yo estar presente.
La Iglesia Sungrak Seúl fue establecida con un propósito: ‘Una iglesia que agrade a Dios.’ Por lo tanto, su obra no debe detenerse porque yo, Simuón, no esté presente en este mundo. Yo comencé la labor solo; sin embargo, la Iglesia Sungrak tomará el batuta para continuar las obras hasta la venida del Señor. Por lo tanto, el Obispo no puede solamente dirigir la adoración, si no también tener la habilidad de continuar el movimiento de Berea con profesionalismo.
Si la iglesia se corrompe, entonces la iglesia pondrá a un lado la labor requerida por el Señor y se conformará con meras ceremonias religiosas. Esto es porque no todo el mundo puede fácilmente obedecer la fe dada por Dios. Les es más fácil seguir sus propias convicciones y adorar a su manera. Seguir la fe dada por Dios es verdaderamente un camino difícil de tomar. Ciertamente, puede ser trabajoso obedecer a Dios, el cual no podemos ver.
Tengo muchas faltas y he hecho muchas cosas vergonzosas contra mi consciencia; a pesar de todo, soy feliz solamente cuando vengo ante Jesús. El mundo no perdona o entiende. Mis fallas nunca son perdonadas por el mundo. Y por esto eventualmente, yo recibo persecución y vergüenza.
Sin embargo, solo Jesús perdona e incluso olvida mis pecados; por esto recibo libertad cuando voy ante Jesús. Sólo puedo ser llamado justo y recibir el amor de Dios cuando voy frente a Jesús. Si camino sin Jesús, no puedo ver a Dios y atreverme a llamar a Dios Padre. Ahora, yo nunca dudo que Dios es mi Padre. Lo que sea que Dios me dé es lo mejor, y por eso Dios me da el Espíritu Santo como regalo. El Espíritu Santo conoce las cosas profundas de Dios y sus prioridades. Él es el Espíritu de Verdad. Por lo tanto, no hay felicidad más grande en mi vida que recibir la ayuda del Espíritu Santo.
Las obras del mundo son muy complicadas y agotadoras. Por esto, sin la ayuda del Espíritu Santo soy impotente. Sin embargo, yo estoy agradecido porque le pertenezco al Espíritu Santo. ¡Señor, no me sueltes! Esta ha sido la esperanza de toda mi vida.
Simuón
Créditos
Centro Misionero de Traducción Simuón
Resumen: Pastor Ki Taek Lee
Centro Misionero de Traducción Simuón. Departamento de Castellano
Interpretación y traducción: Ministro Da Un Chung