No codiciarás

No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo. (Éxodo 20:17)

Jesús dijo: “Oísteis que fue dicho: ‘No robarás’. Pero yo os digo que todo aquel que codicia en su corazón ya ha cometido robo.” No malinterpreten que Jesús simplemente exageró esto o magnificó el significado, todo por su propia cuenta. El mandamiento original dice eso. Desde el primer mandamiento hasta el cuarto, enseña las reglas en relación con Dios. Y el quinto mandamiento hasta el noveno está relacionado con las acciones de uno hacia sus prójimos. El décimo mandamiento cubre todo esto.

Por lo tanto, este mandamiento no habla de las acciones de uno hacia sus prójimos. En realidad, está hablando de cómo uno debe controlar su propio corazón. Es una especie de repetición aquí. En el versículo 15, dice: “No robarás”, pero en el versículo 17, nuevamente dice: “No codiciarás la casa de tu prójimo”. También dice: “No codiciarás la mujer de tu prójimo”, pero ya dice: “No cometerás adulterio” en el versículo anterior. Sin embargo, este último versículo no es una repetición de esos mandamientos. Enseña que uno necesita controlar su corazón. Controla su corazón que codicia las cosas del prójimo. Por lo tanto, no se trata de un asunto entre usted y otra persona. Más bien, se trata de la necesidad de controlar su propio corazón. Si uno no hace eso, es un pecado.

Así que, cuando Jesús dijo: “Todo aquel que codicia en su corazón es un pecador”, se refería a los Diez Mandamientos. No estaba enseñando algo totalmente nuevo. Cuando no pensamos lo suficientemente profundo sobre esto, pensamos que no es un pecado. Es fácil decir que en los tiempos del Antiguo Testamento, solo lo que se cometía en acción era un pecado. Sin embargo, ya se dijo claramente en los Diez Mandamientos que la codicia en el corazón de uno es un pecado. Este asunto fundamental ya fue mencionado en los Diez Mandamientos.

Si miran a la esposa de otro y piensan: “Que tan hermosa es. Ojalá tuviera una esposa como ella”, eso es un pecado. “Ojalá tuviera una esposa tan diligente como ella”. Esto es un pecado. “Ojalá tuviera un gran esposo como ese, que es tan bueno con su esposa y tan atento”. Esto es pecado. Están rompiendo los Diez Mandamientos al hacer esto. Tal persona está condenada al infierno.

Entonces, ¿cuántos pecados hemos cometido? Podemos tomarlo a la ligera ahora, pero para vivir con Dios, debemos seguir esta ley. Esta es una regla básica que debemos cumplir. Pero, incluso ahora, estamos tan lejos de ella. La naturaleza de Dios y nuestra naturaleza son tan contrarias. Por lo tanto, es un gran error decir que los Diez Mandamientos no son una ley que debemos obedecer.

Algunos dicen que los Diez Mandamientos solo fueron dados para que nos diéramos cuenta de que somos pecadores y nos lleven a Jesucristo, y no como una ley para obedecer. Sin embargo, tales comentarios son los que dan una mala reputación a Berea. Es una ley que se dio para obedecer. En nuestra posición, debemos cumplirla hasta el punto de derramar nuestra sangre. Nunca debemos ser tan audaces como para pensar que los Diez Mandamientos no necesitan ser obedecidos y que solo se dieron para guiarnos hacia Jesús. Tal persona nunca tendrá encuentro con Jesús. Dios dio a Jesús a aquellos que lucharán y se esforzarán por obedecer estas palabras, incluso hasta el punto de derramar sangre. Si alguien afirma que los mandamientos no necesitan ser obedecidos, ¿cómo podría arrepentirse?

Por lo tanto, debemos obedecer esto para que ni siquiera tengamos el pensamiento de codiciar la propiedad de otra persona. En los tiempos antiguos, los sirvientes eran propiedad de uno. Hoy en día, las personas trabajan para las empresas. Y piensan, “Ojalá tuviéramos un empleado como ella. Kim es tan eficiente con su trabajo, pero ¿qué pasa contigo?”, todo esto es pecado. O codiciar el buey o el asno de otro significa algo así como: “Ojalá tuviera un coche como el suyo. Nuestro coche es ruidoso, de segunda mano. Ojalá tuviera un buen coche.” Esto es un pecado. Estamos pecando ahora mismo. No codicies la propiedad de tu prójimo.

Cuando estamos haciendo la obra del Señor, nuestros corazones podrían ser codiciados mientras trabajamos si no tenemos cuidado. Cuando estaba en octavo grado, quedé en primero o segundo en mi clase. Y un estudiante que parecía ser un buen niño se acercó a mí, me miró a los ojos y me dijo: “Seguro que te voy a ganar en el próximo examen.” No sabía cómo responder a eso porque me resultaba muy extraño y no era algo a lo que estuviera acostumbrado. Pero ya en la mente de ese niño está ese deseo. Voy a ganarte. Pero él debería esforzarse al máximo, no tratar de ganarme. Si trabaja lo suficiente, podría quedar en primer lugar.

Pero al hacer la obra del Señor, las personas podrían tener esta mentalidad. “La próxima vez voy a hacerlo mejor que el otro departamento.” Incluso he oído a algunos decir: “Me aseguraré de convertirme en jefe de ese departamento (mencionando el nombre) o ser la persona principal en ese departamento.” Sin embargo, cuando hacemos la obra, estamos obedeciendo la obra que Dios nos confió. El trabajar con el pensamiento de tomar el trabajo de otra persona no será de agrado a Dios, porque es codiciar lo ajeno.

Eso es lo que hizo el diablo. Tenía su propio trabajo que hacer, una tarea hermosa. Sin embargo, no estaba enfocado en ese trabajo y, en su lugar, miraba hacia algo más grande, queriendo obtenerlo algún día. En este mundo, tal actitud se considera una virtud. “¡Trabajaré duro y algún día tendré mi propio negocio!” Tal mentalidad es aceptable en este mundo. Sin embargo, según la ley de Dios, eso es inaceptable, especialmente cuando se trata de trabajar en la iglesia. No debemos pensar de esa manera, pues estamos llevando a cabo el deber que se nos ha confiado. Incluso si tengo que hacer este trabajo el resto de mi vida, debo de estar agradecido. Pero Dios no va a dejar a una persona que está dispuesta a trabajar de esa manera toda su vida. Él sigue exaltando a la persona que trabaja humildemente en la tarea que se le ha dado. Así, se le confía algo más grande. No debemos codiciar el trabajo de otra persona.

En lugar de orar para hacer un trabajo más grande en el futuro, debemos orar para ser fieles en la tarea que ya se nos ha dado. Recuerdo cuando estaba en el Instituto Internacional Berea, el trabajo de empacar cajas me parecía especial. Una persona ya estaba encargada de eso, pero un día, este ministro vino y realizó el trabajo de empacar cajas durante uno o dos años. Si lo piensan, él acababa de graduarse del seminario de teología y llegó al equipo de envíos. Normalmente, cuando los ministros se gradúan del seminario de teología, quieren comenzar a predicar. Sin embargo, esta persona solo estaba empacando cajas todos los días.

La gente tiende a pensar en tales tareas como trabajos sin gran significado. Se dice en broma que una persona así está relegada a una posición inferior. No tienen deseos de hacer ese trabajo. Pero aquí hay un secreto. Esa persona es el primer contacto para todos los que están en el extranjero. ¿Por qué? Él es quien envía y recibe toda la correspondencia. Es el punto de contacto para todos los misioneros y las iglesias en el extranjero porque está en la línea frontal del trabajo misionero. Como está en la línea frontal de la misión en la iglesia, siempre está representando a la iglesia. Y para las personas en el extranjero, su actitud se entendería como la actitud de la iglesia. En otras palabras, si él es desconsiderado en su trabajo, la iglesia será vista como desconsiderada. Si es amable con ellos, lo verán como si la iglesia fuera amable. Por lo tanto, es muy importante.

Mientras observaba a las personas hacer este trabajo, algunos lo hacían bien, pero otros murmuraban sobre su trabajo. Y pensé para mí mismo: “Quiero hacer ese trabajo. Si me pidieran hacer ese trabajo el resto de mi vida, estaría feliz de hacerlo.” Creo que lo haría con un corazón alegre. Quería formar un equipo de misión para empacar cajas, para que las personas pudieran venir y experimentar lo importante que es empacar cajas y así tener alegría al hacerlo.

Para aquellos que eran fervientes en tal trabajo, su humildad es notada por todos, de manera que luego son llamados a hacer un trabajo mayor. Algunos de ellos han sido enviados a las sucursales regionales, mientras que otros ya no trabajan en nuestra iglesia. Hay una diferencia notable entre todas estas personas. Aquellos que trabajaron humildemente en ese entonces ahora se han convertido en pastores y siguen sirviendo fervientemente. Otros que murmuraron y se quejaron de ser relegados a una posición inferior ya han dejado nuestra iglesia.

Por lo tanto, debemos considerar la tarea que se nos ha confiado ahora como la mejor y llevarla a cabo en obediencia. Si miramos el trabajo de otra persona y lo codiciamos, es un pecado. Como trabajadores en la iglesia, nuestra actitud debe ser diferente a la de los incrédulos que trabajan en el mundo. Debemos obedecer. Hacemos lo que se nos da con obediencia. No es necesario pensar que el trabajo de otra persona es mejor que el suyo, de manera que desee tener su trabajo. No deben tener esa clase de corazón.

En 1 Pedro 5:4-5 dice: “Dios exalta a los humildes y resiste a los soberbios. Por lo tanto, ustedes los jóvenes, sométanse a los mayores, para que Dios los exalte a su debido tiempo. Él los exaltará en su debido tiempo.” Por eso, incluso Confucio dijo: “Cuando el cielo está a punto de confiar una gran responsabilidad a un hombre, lo ejercitará en su mente con sufrimiento, someterá sus tendones y huesos a un trabajo arduo, expondrá su cuerpo al hambre, lo pondrá en la pobreza, pondrá obstáculos en los caminos de sus hechos, para estimular su mente, endurecer su naturaleza y mejorar donde quiera que sea incompetente.” Dijo que el cielo le confiaría la tarea a un hombre. Cuando estudió la historia, eso fue lo que descubrió y concluyó.

Eso es correcto. Así es como Dios obra. Cuando alguien está bajo pruebas y dificultades, cuando siente que está atravesando el valle de sombra de muerte, debe recordar esto. Para la persona que tiene fe, esos tiempos le serán de gran beneficio. Vendrá a saber, más tarde, que haber pasado por esas pruebas lo ha llevado a ser usado para nobles obras. Sin embargo, una persona orgullosa los considera como una maldición, y así, termina siendo eso. Sin embargo, todas estas cosas son beneficiosos. Se convierten en su riqueza. Así que, oremos para que, a través de la obediencia, trabajemos lo más fielmente posible.

Padre Dios, ayúdanos a siempre estar agradecidos por lo que Tu nos ha dado y nunca compararnos con los demás ni codiciar lo ajeno. Ayúdanos a darnos cuenta de que todo lo que se nos has encomendado es nuestro deber y llevarlo a cabo con obediencia fiel. Tú has prometido que nos exaltarás a su debido tiempo y nos ayudarás a sobresalir en el cumplimiento de la obra que nos ha encomendado. Hemos orado en el nombre de Jesús. Amén.