2016.12.04 – Volvamos al Padre
in SermonesVolvamos al Padre
(Lucas 15:11-32)
Dios
Es el verdadero Padre eterno
Que tiene carácter materno.
Él,
No solo nos creó, (Génesis 2:7)
Sino que nos entregó y convirtió en sus hijos. (Salmos 2:7)
Dios
Envió a Jesucristo al mundo
Para salvarnos y convertirnos en hijos
Y así amarnos por siempre. (Romanos 5:8)
El Espíritu Santo
Da testimonio de nuestra identidad como hijos (Romanos 8:16)
Y nos ayuda a cumplir con nuestra tarea.
Sin darnos cuenta
Tenemos el pensamiento y las obras del hijo pródigo. (Gálatas 5:17-21)
La vida en el mundo
Nos hace olvidar nuestra identidad espiritual,
Y apartarnos de Dios,
Todo esto
Obstaculiza la obra de Dios.
Dios nos espera
Debemos arrepentirnos y volver a Él. (Lucas 15:32)
La Iglesia del Señor es una familia que alaba al único Padre.(Gálatas 4:6)
Siguiendo la exhortación del Señor Jesús y volvamos al Padre.
○ Sin darnos cuenta
Seamos conscientes de nuestra actitud de hijos pródigos
Y arrepintámonos.
○ Entendamos nuestra falta de fe espiritual
Y sirvamos a la Iglesia de manera diferente.
○ No dejemos de visitar.
No dejemos de orar por la Iglesia.
※ Del lugar donde estamos
Volvamos al Padre.
Lucas 15:11-32
11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos;
12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.
13 No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.
16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
17 Y volviendo en sí, dijo: !!Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;
26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27 Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.
28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.
31 Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.
Resumen
Aun siendo hijos tengamos un corazón gozoso siendo siervos
Somos hijos de Dios. No somos más que meros hombres, el convertirnos en hijos de Dios es por recibir la salvación del pecado, la cual es mucho más que un incidente sorprendente. Sin embargo, hay muchos cristianos que viven sin entender el valor de convertirse en hijos de Dios. Para no olvidar nuestra identidad como hijos de Dios tenemos que testificar esto activamente.
La Biblia en diferentes partes ya ha testificado sobre los hijos de Dios. En Juan 1:12 dice, “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”, en Hebreos 2:11 dice, “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos.” Acá al mencionar “el que santifica” se refiere a Jesús y al decir “los que son santificados” se refiere a nosotros, los hijos de Dios. Jesús y nosotros, ambos, somos hijos que salieron de Dios. Aquí también está la razón por la cual Jesús no se avergüenza de llamarnos hermanos. Obviamente como Jesús es quien estuvo con el Padre desde el principio, para ser más precisos, no nació de Dios. Sin embargo, aunque el punto de comienzo sea diferente, Jesús y nosotros desde la perspectiva de que somos hijos de Dios somos iguales.
Sin embargo, nosotros, que hemos recibido la identidad de ser hijos de Dios, al estar en esta tierra, tenemos un deber especial. Esto es realizar la obra de Dios siendo siervos de Dios. En esta tierra aunque se sea hijo de Dios uno no puede disfrutar completamente de la respectiva gloria que tiene esa identidad. La razón de esto es porque la gloria que los hijos de Dios van a tener está en los cielos. Por lo cual no hay necesidad de sentirnos tristes. De la misma manera, en el caso de que un rey se vista de trapos no significa que es un vagabundo, nosotros por el hecho de trabajar como siervos de Dios no es que nuestra identidad como hijos desaparezca. Por el contrario por medio de esto nosotros somos más humildes.
Podemos dividir la identidad espiritual del hombre en tres maneras: siervo de Dios, hijo de Dios y pecador. Los siervos de Dios son los Israelitas, los hijos de Dios son los hombres que han recibido el Espíritu Santo, y los pecadores son los que no han recibido la salvación.
Como los hijos y siervos de Dios son quienes trabajan para Dios, llaman a Dios “Señor”. Sin embargo, no importa cuánto se esfuerce el siervo, no podrá llamar a Dios, Padre. Así como los siervos de Dios, los hijos de Dios desde el principio no son más que una creación. Y aún más como cayeron desobedeciendo el mandamiento de Dios y son enemigos de Dios no pueden llamar a Dios, Padre. Sin embargo, luego de recibir la redención de los pecados por medio de los méritos de Jesucristo y renacer por el Espíritu Santo se convirtieron en seres completamente diferentes a los siervos de Dios.
Las palabras “renacer por el Espíritu Santo” es lo mismo que “nacer por el Espíritu Santo”. Los que renacen por el Espíritu Santo son hijos que han nacido de Dios por el Espíritu Santo. La Biblia testifica en diferentes partes que hemos nacido de Dios. En Juan 3:5 dijo, “De cierto, de cierto te dijo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”, y en 1 Pedro 1:3 dice, “Nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.” También en 1 Pedro 1:23 dice, “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.”, y en Romanos 8:15 dice, “El Espíritu Santo testifica la verdad de que nosotros somos hijos de Dios”. De esta manera, la identidad de quienes estamos dentro de Jesucristo no es el resultado de la obra de la creación, sino es el resultado de que hemos nacido de Dios.
El corazón del Padre al esperar al hijo prodigo
Somos quienes hemos nacido de nuevo por el Espíritu Santo. Esto no significa que nos hemos convertido en seres perfectos. Esto significa que mientras tenemos la carne en cualquier momento podemos caer en el camino de la tentación. Sin embargo, cuando algún hijo de Dios cae no significa que vuelve a ser “hijo del infierno”. En estas ocasiones se puede entender como la parábola del hijo prodigo. No importa que maldad haya hecho el hijo y que haya abandonado a sus padres, los padres esperan con esperanza a que su hijo vuelva. Este es el mismo corazón que Dios el Padre tiene hacia nosotros.
Cuando muchas personas mencionan el amor paternal de Dios les viene a la cabeza como imagen el amor de padre. Sin embargo, el amor paternal de Dios es incomparable con la imagen del padre de la carne. Si tenemos que buscar el amor paternal que Dios nos manifestó en la tierra podríamos entenderlo mejor como el amor de los padres. Aunque comúnmente los padres también cargan la carga de sus hijos en el corazón, no puede ser comparado con el nivel de la madre. Por lo que en ese sentido el amor paternal de Dios es más cerca al amor maternal. El perfecto amor maternal es el amor paternal de Dios.
Aunque el hijo nunca vaya a volver, el padre esperará hasta el final, por lo cual es el corazón del padre. Pese a que el hijo deje a su padre por la felicidad mundana, aunque el padre culpe al hijo, siempre lo extrañará y cada día estará impaciente. De la misma manera, Dios solo manifiesta su personalidad de padre a sus hijos. Dios tiene un mayor corazón hacia los hijos que hacia los siervos. Por ejemplo, ¿qué corazón tendrá el dueño cuando su jornalero le abandone? En el caso de que haya huido con el dinero, el dueño enfadado dirá, “¡Cuando lo atrape verá lo que le pasará!”, pero en el caso de que no hubiera llevado nada sino que solo hubiera escapado el dueño diría, “No importa si ese traidor vuelve o no”. Es obvio que también el jornalero sabe que este es el corazón del dueño. Generalmente, el jornalero no vuelve a buscar al dueño que traicionó. Por lo tanto, para los siervos de Dios el caer es lo mismo que la muerte eterna.
La Biblia menciona la historia del hijo menor quien abandona su hogar luego de heredar las riquezas de su padre. No mucho luego de que dejara la casa de su padre gastó toda la riqueza y queda en un estado en el cual ni siquiera puede comer apropiadamente. Él pensó en los siervos que trabajaban en la pasa de su padre. Cuando el hijo menor llegó a la casa y pensó, “Volveré a mi padre y solo con vivir como siervo de él seré más feliz que ahora. Aunque no tengo palabras para que me vuelva a recibir, pero si me recibe viviré como uno de sus siervos”, el padre que estaba en la puerta, quien solo esperaba el regreso de su hijo, corrió hacia él, lo abrazó y lloró en sus brazos. Y luego ordenó a sus siervos que vistieran a su hijo menor del mejor vestido, pusieran un anillo en su mano, calzado en sus pies, e iniciaran una fiesta con el becerro más gordo.
Luego de que el hijo mayor supo de esto, no entendió la situación. El hijo mayor dijo, “Padre, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, nunca me has dado ni un cabrito. Pero cuando viene este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.” “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Más era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.” Jesús por medio de esta historia muestra como es el corazón del Padre Dios.
Volvamos al Padre
Mientras estemos en esta tierra la iglesia es la casa del Padre. Cualquiera que es hecho hijo de Dios tiene la responsabilidad de servir en la iglesia. Obviamente también los siervos de Dios sirven a Dios. Sin embargo, cuando un hijo de Dios obra y cuando el siervo del dueño trabaja, es obvio que la responsabilidad que tiene es diferente. No hace mucho Dios nos toma a nosotros que éramos sus enemigos, como hijos. Para esto el unigénito de Dios tuvo que derramar su sangre. Sin embargo, ¿cuán grande es la expectativa que Dios tiene en nosotros?
El hijo pródigo no es una persona especial sino que nosotros mismo podemos serlo. Aun ahora en la iglesia hay hijos pródigos que obstaculiza a la iglesia. Aunque pueda haber una diferencia entre las personas, muchas, aunque asisten a la iglesia, mantienen una distancia con Dios. Pese a que seamos hijos de Dios, en el mismo instante debemos recordar que hemos recibido un deber. Por medio de la iglesia Dios nos da este deber. Al sostener ese deber nosotros estamos cumpliendo con el rol de siervos de Dios que nos ha dado. En los ojos de algunas personas el deber de la iglesia puede verse insignificante. Sin embargo, el hecho de que nosotros sostenemos esto con un corazón gozoso es porque somos hijos de Dios.
Algunas personas que aun cuando fueron hechos hijas de Dios, siempre tratan a la iglesia como a un extraño y están preparadas para darle la espalda a la iglesia. Aún más, hay personas que utilizan a la iglesia para su beneficio. Cuando los fariseos juzgaron a los discípulos, quienes no lavaron sus manos antes de comer, el Señor les dijo, “Aunque con sus labios respetan a Dios, sus corazones están lejos de Dios” (Marcos 7:1-23). De esta misma manera, aunque confiese con sus labios el amor hacia Dios, en conclusión la personas que odia a la iglesia es una persona que odia a Dios. También hay personas que por la razón de que no les gusta la iglesia fácilmente critican a la iglesia. Esto no tiene nada de diferente a criticar a Dios por el hecho de que no les gusta Dios.
Las palabras “amen a su prójimo” es lo mismo a “ámense entre ustedes”. Los hijos de Dios tienen que amarse entre ellos. El hecho de que la persona que se convierte en hijo de Dios ame a su prójimo testifica que es él es nacido de Dios (1 Juan 5:1-4). Aunque nosotros amemos al prójimo por amar a Dios, también tenemos que amar al prójimo para cumplir el mandamiento del Señor de “ámense entre ustedes”.
Dios, para llamarnos hijos, nos dio su vida. Tomó nuestros pecados, recibió la maldición en vez de nosotros, nos dio su promesa, y nos tomó como hijos. Ahora es nuestro turno de dar toda nuestra vida. De la misma manera como el hijo que deja todo para ayudar primero a la casa del padre cuando está en una situación difícil, tenemos que convertirnos en personas que ayudan primero a la iglesia cuando está en un momento difícil. Esta tierra es el tiempo en el cual los hijos de Dios tienen la oportunidad de trabajar para la casa del Padre. Aunque en esta tierra seamos como las personas que visten de trapos, porque han perdido la gloria, si amamos a la iglesia y sostenemos el deber que el Señor nos ha dado, entraremos en los brazos de Dios, quien nos espera para que volvamos como hijos gloriosos.
Pastor Lee Ki Taek
Centro de Misión Sungrak
Carta de Simuón
Otoño. Con la llegada de esta temporada, vengo a derramar mis lágrimas. En los campos, el marrón arroz es mecido por el viento, y bajo el claro cielo de otoño, las montañas y corrientes de agua se tornan de color rojo, como si fueran un canto de júbilo. Sin embargo, lloraba una y otra vez en mi desesperación en la cual apenas podía tener algún pensamiento sobre el futuro, solo pensamientos sobre partir de este mundo. Mi madre y dos de mis hermanos no podían ni levantarse por causa de la inanición.
Durante ese tiempo, podía contar con ser invitado a una comida por algunos de mis amigos, haciendo mi hambre tolerable. Los visité porque quería ser invitado a una comida, porque quería verlos por última vez para darles mi despedida. Desde que decidí morir, mi mente estaba muy relajada, y no tenía ningún interés en el mundo. ¡Cuán triste es el mundo! Había tomado la decisión de abandonar el mundo y dejar a mi madre y hermanos menores en este mundo lleno de tristezas.
Saliendo de mi cuarto, y mientras estaba en la carretera de repente escuché el sonido vibrante de la campana de la iglesia que retumbaba en mis oídos. Esto solía ocurrir casi a diario, pero ese día el sonido de la campana era como el sonido de truenos en mis oídos. Había una iglesia Presbiteriana a unos cien metros de mi casa en donde se podía escuchar las campanas de la iglesia sonar y también una iglesia Católica a unos doscientos metros de distancia cuya campana también podía ser escuchada. Pero, fue el sonar de la campa de la iglesia Metodista, siete u ocho metros de distancia, la cual crujió en mis oídos, y era extrañamente muchos más alto el sonido que el resto.
La mire fijamente y murmuré, “¿Existe Dios realmente? Si existe, le quiero preguntar quién soy yo.” Aún murmurando llegue a la iglesia Metodista. Esa era la iglesia a la cual uno de mis amigos asistía, y como él me había dado su testimonio en varias ocasiones anteriores, me sentía algo cómodo, como si yo mismo soliese atender a esa iglesia. Alrededor de sesenta años de mi vida cristiana han transcurrido desde ese entonces.
¿Que he hecho hasta ahora ante el Señor que me llamó? Estoy inmensamente agradecido con el Señor por escogerme como su siervo. Como el soplar de una violenta ráfaga de viento, el tiempo transcurre frente a mis ojos. No ha habido ni un solo momento en el cual no haya estado preparado y apasionado. Así las personas me dieran la bienvenida o no, di mi mejor esfuerzo, anhelando entregar la palabra de Dios, incluso al punto de muerte. Espero por el momento en el cual el Señor llame mi alma, rindiendo todo lo que he realizado hasta este día.
Deseo que todos los miembros de mi iglesia, mis amados miembros, los hermanos y hermanos que he criado en la fe con mis lágrimas, que lean mi autobiografía, como el soplar de una ráfaga violenta. Mi hijo, y mi nieto también. Los amo a todos ustedes y no solo con palabras sino verdaderamente y sinceramente, y deseo con vehemencia que cada uno de ustedes la lean. ¡Por favor!
Columna de Adoración del Día del Señor
Pastor Ki-Dong Kim
Créditos
Centro Misionero de Traducción Simuón
Resumen: Pastor Ki Taek Lee
Centro Misionero de Traducción Simuón. Departamento de Castellano
Interpretación: Ministro Da Un Chung y Eun Sol Jang
Traducción: Ministro Da Un Chung, Eun Sol Jang y Richard Olivieri