Anhelo por la bendición eterna
Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas. Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob. Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura. (Génesis 25:27-34)
El ser humano es una criatura capaz de prever y considerar el futuro. Los animales no pueden considerar el futuro. No pueden prever lo que viene. No tienen planes ni sueños. Aunque parezca que se preparan para el futuro, no es más que una acción instintiva, no algo que provenga de una planificación consciente. Las ardillas, por ejemplo, recogen bellotas y las entierran bajo tierra. Sin embargo, no podemos decir que lo hacen con planificación, sino por instinto. Dios las creó así. Por eso olvidan dónde enterraron sus bellotas. Como las olvidan, las bellotas permanecen bajo tierra y luego brotan.
De esta manera, los animales no pueden prever ni siquiera un día hacia el futuro. Ni siquiera pueden anticipar el futuro inmediato. Sin embargo, el ser humano sí es capaz de mirar hacia adelante, incluso hacia la eternidad. El hombre mira hacia la eternidad, hacia un futuro lejano. A un ser así, que puede prever el futuro, nuestro Dios le dio Su palabra, Sus profecías, para que pueda saber lo que sucederá en el futuro y así pueda prepararse. Dios incluso dio al hombre la capacidad de renunciar a aquello que ahora le puede ser provechoso, con tal de obtener lo que vendrá más adelante. De eso se trata nuestra fe. Estamos buscando alcanzar la vida eterna. El hombre ama la vida y desea poseerla eternamente.
Por eso anhelamos algo mejor. ¿Y qué es eso? Algo que no desaparece a medio camino, sino que permanece para siempre. Eso es lo que buscamos alcanzar. Cuando Dios dice que estará con nosotros, no es solo por un momento, sino eternamente. El pueblo del Antiguo Testamento creía que Dios estaba con ellos, pero no era algo eterno. Era solo mientras permanecían en la tierra y protegían el tabernáculo.
Pero Jesús vino, y al enviar al Espíritu Santo, prometió diciendo: “El Consolador, el Espíritu Santo, estará con vosotros para siempre.” Esta es una verdad que no cambiará, ni siquiera cuando la tierra sea destruida y entremos al cielo. El Espíritu Santo mora en nosotros y el hecho de que seamos hechos uno con Dios es eterno. Una vez que una persona nace en este mundo, pasa por todo tipo de experiencias. Pero lo más importante, más que todo eso, es que posea lo que es eterno. Y por eso, es capaz de renunciar y entregar todo lo demás. Esa es nuestra fe.
Así, tener fe es imposible si no se tiene un anhelo por lo eterno. Una persona que no anhela lo eterno no deseará a Jesús. Tal persona no anhelará al Espíritu Santo ni buscará a Dios. Ya está satisfecha con lo que no es eterno. Hay personas que tienen mucha sed de amor. Pero encuentran ese amor en el mundo y viven felices. Sin embargo, en realidad, son personas muy desafortunadas. ¿Y quiénes somos nosotros? Nosotros no nos sentimos satisfechos solo con eso. No podemos estar satisfechos con un amor que algún día se perderá. Por eso todavía tenemos sed. Ese tipo de personas son las que son bendecidas. Pero hay otros que ya están satisfechos con el gozo que les da el mundo. Si ese es el caso, no podrán encontrarse con Dios. No desearán a Jesús.
El Evangelio es para que todos lo crean, pero no todos llegan a creer. Solo aquellos que Dios ha dado a Jesús pueden creer. ¿Qué es la conciencia de fe, dicho en otras palabras? Es el corazón que anhela lo eterno. El corazón que desea lo que es eterno. Sin eso, nadie anhelará a Jesús. No hay razón para desearlo. Así que, en cierto sentido, no es que cualquiera pueda creer en Jesús. Todos pueden creer en Jesús, pero no todos son capaces de creer. Algunos incluso llegan a la iglesia, pero se marchan después de escuchar el Evangelio porque no les interesa. No era lo que estaban buscando. Pero otros encuentran lo que habían estado buscando por causa de aquello que es eterno.
Mientras trabajamos en el ministerio, debemos mirar hacia la eternidad. Algunos miran a diez años, otros a veinte. Pero la persona más sabia es la que piensa en la recompensa eterna que recibirá cuando entre en el cielo más adelante. Debemos mirar hacia la recompensa eterna mientras trabajamos, no solo unas pocas décadas. Por eso necesitamos el poder para no dejarnos engañar por las cosas que tenemos delante de nuestros ojos. No debemos dejarnos engañar por aquello que parece beneficiarnos en el momento. En Proverbios está escrito: “Hijo mío, no seas engañado. No te dejes seducir por los labios de la mujer extraña y sus palabras suaves. Porque aunque parezca hermosa, es como una espada de doble filo que te destruirá. Así que huye de ella.” Delante de sus ojos, ella dice con voz suave: “Toma y come esto. Es dulce.” Pero si lo miras espiritualmente, es aterrador.
Pero la gente cae en eso y se deja engañar. No pueden resistir la tentación y, al final, se lo tragan. De hecho, ya saben que es una trampa, pero lo toman igual porque el beneficio parece grande. Así, las personas se vuelven necias por causa de su codicia. Sin embargo, necesitamos tener la gracia de Dios. No debemos dejarnos mover por la dulzura de esas tentaciones ante nosotros. Aunque no podamos tomar lo eterno ahora mismo, necesitamos la sabiduría, la inspiración y el poder para trabajar por aquello que se nos ha prometido para siempre. Cuando llega el momento de decisión, debemos escoger lo bueno. Siempre enfrentamos esos momentos de decisión. Pero una persona de fe no se emociona ni se agita por lo que tiene delante de los ojos. Las decisiones que tomamos en esos momentos son sumamente críticas.
Aunque es algo natural echar fuera demonios y sanar enfermos por la fe, cuando lo miro ahora, hubo personas que terminaron mal porque no pudieron usar su fe en esos momentos decisivos. Como no tenían fe, no pudieron mirar hacia el futuro. Hubo un pastor que siguió Berea durante unas décadas, y luego decidió negarlo, diciendo que no tenía nada que ver con Berea cuando comenzaron las persecuciones. Incluso escribió en un periódico que Berea era una herejía. La razón por la que hizo eso fue porque necesitaba que su iglesia creciera de inmediato. No tuvo valentía. Después de eso, ya no pudo obrar como antes. Al parecer, otras personas que hacían Berea con él fueron a verlo. Incluso personas desde el extranjero vinieron a él y le dijeron: “Pastor, ¿cómo puede hacer esto? Usted no debe estar haciendo esto.” Y el pastor les respondió: “Es mi culpa. Por favor, perdónenme. No tengo otra opción. Este es mi límite.” Así que no pudo hacer nada más. Ya no tenía poder. Sabía que estaba mal, y aun así lo eligió. ¿Por qué? Porque con esa decisión, podía obtener un beneficio inmediato; si no lo hacía, iba a perder algo. Pero como resultado, treinta años después, es muy raro encontrar a alguien que eche fuera demonios en esa iglesia. Ha cambiado. Sin embargo, las personas que los persiguieron todavía llaman a esa iglesia una iglesia hereje. Uno pensaría que, después de negar a Berea, los perseguidores los habrían olvidado. Sin embargo, la persecución todavía los sigue. Pero ellos mismos han perdido la esencia verdadera. Ya no echan fuera demonios. Si hubieran podido mirar veinte años hacia el futuro, no habrían tomado esa decisión. ¡Qué lamentable es esto! La iglesia ya no tiene el avivamiento que solía tener.
Hubo muchas razones que me llevaron a regresar de China a Corea, pero la razón decisiva fue que debía traducir estos libros con urgencia. Sentía que eso era lo que debía hacer. Como alguien que ha sido enseñado en la palabra de Dios de esta manera, testificaba a medida que la aprendía. Pero comencé a notar una brecha entre mí y las personas que predicaban en China. Al principio, no consideré que eso fuera un gran problema, pero más adelante me di cuenta de que se estaba convirtiendo en una carga para los pastores en China. Eso me impactó. Yo no debía ser una carga para nadie dondequiera que fuera. Debía regresar pronto a Corea. Y entonces empecé a pensar en asuntos que antes no me preocupaban. No pensaba que esto llegaría a ser un problema, y el pastor allí también me dijo que no lo era. Sin embargo, se estaba volviendo un inconveniente.
En medio de todo esto, hubo un incidente que se convirtió en el momento decisivo. Tal vez el pastor notó que algo estaba ocurriendo, así que un día me llamó. En ese tiempo se hablaba de ungir a algunas personas como pastores. Había tres personas más con las que trabajaba, y comenzaron a tener conversaciones sobre quien iba ser ungidos, se redactaron cartas de recomendación, etc. Pero ese pastor me llamó y me dijo que yo también sería ungido junto con ellos. Esto fue hace ya más de diez años. Me dijo: “Te ungiré junto con los otros.” Tal vez pensaba retenerme allí al ungirme. Pero sus palabras encendieron algo en mí. Después de que dijo eso, creció en mí el impulso de que debía regresar pronto a Corea. Antes de que me ungiera, debo volver a Corea. Si me ungen aquí, ya no podré decir: “En realidad, soy de Berea.” Una vez ungido, sería demasiado tarde. Así que le dije: “Necesito trabajar en la Iglesia Sungrak.” Y entonces, dentro de un mes más o menos, regresé a Corea.
Cuando pensé en volver a Corea, no eran solo una o dos las dificultades, eran muchas. Escribí todos las ventajas y desventajas de regresar a Corea. Desventajas: si voy a Corea, nadie me reconocerá; solo seré un creyente laico. No he estudiado en el seminario. No tengo casa. Tengo que comenzar desde cero. Debo empezar desde el primer año de seminario. Pero si me quedo aquí, me ungirán ahora. Y después de eso, estaremos conectados con las iglesias filiales en Estados Unidos para recibir apoyo mensual. Como el enfoque de la iglesia era la misión, no habría restricciones en cuanto a la obra misionera. Podría trabajar como misionero, y todo lo que había pensado anteriormente estaría allí. Pero si regreso a Corea, tengo que empezar nuevamente desde cero. No tengo conexiones, ni conozco a nadie. En ese momento, me di cuenta de que había una sola ventaja al regresar. ¿Cuál era la ventaja de volver a la Iglesia Sungrak? Es mi iglesia madre. No importa lo que predique, no me sentiré limitado ni con carga en el corazón. Y podré trabajar para el Movimiento de Berea. Esa era la única ventaja. Que podría trabajar sin restricciones, pero en todo lo demás, el otro lado era más favorable. Ellos tenían condiciones más favorables. Pero después de escribir las ventajas y desventajas, todo se volvió muy claro. Un lado se trataba de lo físico, del entorno externo; el otro lado era totalmente espiritual. Así que ya no había nada más que cuestionar. Tenía que elegir las bendiciones espirituales. Por eso regresé a Corea.
Cuando lo miro ahora en retrospectiva, sé que tomé la decisión correcta. Si hubiera tomado la decisión equivocada, ¿dónde estaría hoy? Ni siquiera puedo imaginarlo. Aunque en ese entonces tuve que sacrificar ciertas cosas temporalmente, ahora tengo todo lo que necesito para trabajar aún mejor. Siempre que nos encontramos en un momento de decisión, si elijo valientemente lo espiritual sin duda en mi corazón, entonces mis prédicas y enseñanzas tendrán más fuerza. Sin embargo, si no tomo una buena decisión, perderé la confianza y no podré predicar con valentía. Doy gracias a Dios por haberme dado fe para tomar esa decisión en ese momento. No fue por mis obras, sino por gracia que llegué a esa decisión. Solo estoy agradecido de haber tomado la decisión que tomé. Así que oremos para que siempre podamos escoger lo espiritual que Dios nos da, escoger lo eterno y escoger esta bendición.
Padre Dios, ayúdanos a no dejarnos seducir por las cosas buenas que están ante nuestros ojos, sino llénanos de la fe para anhelar siempre lo eterno. Hemos orado en el nombre de Jesús. Amén.
Prédica del Pastor Ki Taek Lee
Director del Centro Misión Sungrak


