Servicio del Día del Señor del 8 de junio del 2025

Pastor Sung Hyun Kim

Una mantis camina hacia la orilla del agua. Al ver su abdomen abultado, parece una hembra cargando huevos. Pero hay algo extraño. Si realmente estuviera cargando huevos, debería encontrarse en un lugar seguro, preparándose para depositarlos. Sin embargo, esta mantis camina hacia el agua como si estuviera poseída. Al llegar a la orilla, no se detiene, sino que entra directamente en el agua y permanece inmóvil, como si estuviera muerta. Poco después, de la parte trasera de su cuerpo comienza a salir un hilo que se retuerce. Es un parásito llamado Gordiácea (Nematomorfo). La mantis estaba siendo controlada por ese parásito, del cual era huésped. Fue utilizada por un controlador cuya existencia ni siquiera se percibía, y terminó su vida de forma miserable.

Hoy en día, el mundo afirma que lo visible es todo lo que existe. Incluso la historia de la humanidad se explica únicamente como el resultado de la interacción entre elementos materiales. Sin embargo, en el mundo existen numerosos espíritus, y su influencia es poderosa. Bajo su control, los seres humanos no dejan de pecar, engañar, traicionar, rebelarse y destruir. Aun así, estos espíritus malignos rara vez revelan su existencia, por lo que las personas ni siquiera son conscientes de que están bajo su influencia. En este contexto, el evangelio proclamado por la iglesia de Cristo es lo que revela su identidad y detiene su actividad. El evangelio no solo salva a las personas del pecado, sino que también hacen que puedan enfrentarse al poder del pecado.

La obra que Jesús realizó al venir a esta tierra causó un gran impacto en los seres espirituales que hasta entonces habían estado actuando en secreto. Jesús no solo expuso que detrás de los líderes judíos que lo perseguían estaba el diablo, sino que también reveló al mundo su plan de juzgarlo. Por supuesto, el diablo no se quedó de brazos cruzados. Se acercó a Judas Iscariote, uno de los discípulos de Jesús, y le puso pensamientos aparentemente razonables. Al aceptarlos, Judas terminó vendiendo al Salvador del mundo por unas cuantas monedas, haciendo que muriera. A simple vista, parecía que Jesús había sido derrotado en su lucha contra el diablo. Sin embargo, Jesús resucitó, ascendió al cielo y envió al Espíritu Santo para establecer la iglesia.

La iglesia se encuentra en medio de una guerra espiritual. Por el poder del Espíritu Santo, la iglesia condena al diablo y salva a innumerables almas del pecado. Las almas que han sido salvadas ya no se dejan engañar por las mentiras del diablo y de los espíritus malignos, sino que ahora se enfrentan al poder del pecado y de la muerte. Sin embargo, los ataques del diablo no son fáciles de resistir. Él no solo impide que el evangelio entre en las personas, sino que también introduce mentiras incluso en los creyentes haciendo que tropiecen, y esperando que se alejen de su relación con Dios, para luego controlarlos a su antojo y utilizarlos para llevar a cabo su obra. Así, los creyentes, que deberían ser instrumentos para la obra de Dios, terminan haciendo la obra del diablo.

Aquel que se convierta en un siervo del diablo, al final perecerá junto con él. Muchos dicen con confianza: “Estoy seguro de que seré salvo. Después de todo, creo en Jesús. Y además asisto fielmente a la iglesia.” Sin embargo, el Señor enfatizó que juzgará a cada persona “según sus obras”. Debemos estar preparados contra las artimañas de los espíritus malignos. Nadie puede bajar la guardia. Todos corremos el riesgo de ser engañados por ellos y terminar sirviéndoles. No confiemos en nuestras propias fuerzas, sino fortalezcámonos con el poder de la fuerza de Cristo. Somos soldados del Señor, y en este momento estamos en guerra. Levantémonos y resistamos los ataques del enemigo y protejamos la iglesia.