Servicio del Día del Señor del 23 de febrero del 2025

Pastor Sung Hyun Kim

“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor” (Ef 5:22). “¿Espera, qué? ¿No es eso demasiado anticuado?” “Mi esposo ni siquiera me respeta, ¿cómo se supone que deba someterme?” Un versículo como este no es fácil de aceptar en el mundo hoy. Pero antes de concluir apresuradamente que la Biblia es anticuada, primero debemos entender el corazón de Dios quien dio este mandamiento. Su mandamiento no trata de tomar partido ni colocar a una persona por encima de otra. Para que esto pueda llevarse a cabo, así como Dios desea, las dos partes tienen que someterse a la voluntad de Dios y todas las condiciones deben ajustarse apropiadamente. Pero la realidad es que no es así. Por lo cual, es importante primero entender la esencia de la palabra.

Ahora, la palabra ‘sumisión’ ha sido distorsionada grandemente. Lo que primero debemos reconocer es que el hombre y la mujer son iguales delante de Dios. Sin embargo, hay un orden en el mundo que Dios creo. No existe ninguna organización que pueda sostenerse cuando ese orden colapse. Las relaciones que describe la Biblia, sea entre esposo y esposa, padre e hijos, o amo y siervo, todo pertenece al orden de la creación. Después de la caída, del hombre continuamente ha desafiado este orden, formando nuevas ideas y valores y poniéndolas en práctica. Sin embargo, Dios nos ha llamado en Cristo para que volvamos al orden original de la creación.

El hecho de que las esposas se sometan a sus esposos es el principio del orden de la creación. Muchos malinterpretan la sumisión como algo forzado, pero la sumisión que Dios habla es fundamentada en la voluntad. Por lo tanto, no debemos pensar que el esposo tiene el derecho de tratar como desee a su esposa o dominarla. La posición del esposo y la esposa son iguales delante de Dios; la únicamente diferencia está en su rol. El rol del esposo no es ejercer autoridad, sino amar, proteger y servir a su esposa. No debemos olvidar que los esposas y las esposas se pertenecen al uno y al otro y son llamados a someterse el uno al otro.

El pecado y el conflicto tomaron raíz entre los esposos y las esposas cuando el orden establecido por Dios fue roto. Este fue el resultado de la maldición que entro al mundo luego de la caída. Cuando Eva fue engañada por la serpiente, actuó arbitrariamente sin consultar a su esposo. Como resultado, la maldición que Dios proclamo fue: “Tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti” (Gen 3:16). El significado de esto es: “Tú tendrás el deseo de tomar la autoridad dada a tu esposo, y él responderá afirmando su dominio sobre ti a la fuerza.” Esa relación, que debía ser llena de amor y armonía, cambio a ser una relación de conflicto y lucha.

La naturaleza pecaminosa de la mujer de desear de tomar el rol del hombre y la del hombre a dominar opresivamente a la mujer han sido intensificadas aún más a través de las filosofías del mundo que continuamente acechan. En medio de esta situación, si deseamos proteger saludablemente a nuestra familia, debemos restaurar la relación de la sumisión mutua que Dios ha ordenado. Este mandamiento del Señor, de someterse mutuamente, en realidad no es diferente a Su mandamiento de amarnos los uno a los otros. Este mandamiento no es dado a todas las personas, sino es dado solo a los cristianos llenos del Espíritu Santo. Entendamos el corazón de Dios detrás de este mandamiento. Recibamos la verdad de Dios, quien desea guiarnos en el camino de la felicidad.

20250223_Sujetos a sus propios maridos
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