Servicio del Día del Señor del 22 de septiembre del 2024

Pastor Sung Hyun Kim

Incluso cuando muchas personas vienen a la iglesia, todavía revelan los rasgos negativos que tenían mientras vivían en el mundo. Pero lo más preocupante es que las personas no consideran esto como un problema ni tampoco sienten la necesidad de cambiar. Dios no solo nos ha salvado del castigo del infierno, sino que también nos ha dado la oportunidad de entrar al reino de los cielos. Originalmente, no teníamos derecho a entrar a ese reino, ni encajábamos en ese orden, pero Dios nos ha otorgado esta gracia porque espera nuestro cambio. Sin embargo, las personas se niegan a cambiar a toda costa, como fortaleza inexpugnable.

Es una gran tristeza la realidad de que las personas al escuchar la palabra de Dios lo menosprecian considerándolo meramente como palabra de hombre, se vuelven envidiosas y celosas ante las personas que son usadas por Dios, reúnen fuerzas a través de mentiras para oponerse a la iglesia, e incluso llegan a acumular rencor y planean la venganza. Durante algún tiempo, las iglesias cristianas han estado sobre interesadas en salvar una alma más que llegan aceptar imprudentemente a las personas que todavía no se han arrepentido. Como resultado, han sido negligentes en reflejar la naturaleza de Dios.

Aunque tratemos de esconder los pensamientos malos, no será posible; estas continuarán progresando y se manifiestan en el exterior. Al final, estas pueden amenazar el bienestar de la iglesia. La palabra: ‘Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.’, nos advierte sobre la evolución de la malicia. Si sembramos el celo y la insatisfacción en nuestro corazón sin dejarlas atrás, experimentaremos momentos de enojo temporal y si la descuidamos, la ira cambiará a ser un deseo de venganza. La persona en este estado en cierto punto explotará delante de las personas, gritando y sacando todo lo que tenía en su interior. Cuando fallan en controlar esto, llegarán a la acción de difamar y dividir la iglesia.

Por consiguiente, debemos quitar inmediatamente toda esta malicia y reemplazarlo con la naturaleza de Dios. Lo más importante es que en la iglesia seamos benignos los unos a otros, misericordiosos los unos a otros, y perdonándonos los unos a otros. Dios ha sido benigno con nosotros incondicionalmente, tuvo misericordioso con nosotros cuando éramos Sus enemigos, e incluso nos perdona hasta el punto de sacrificándose a sí mismo. Ahora, Dios desea que nos perdonemos los unos a otros siendo benignos y misericordiosos. Obviamente, esto no significa que debemos cubrir todo tipo de pecado sin límites. El arrepentimiento es la premisa del perdón. El ser negligente ante la acción de que ataca arbitrariamente o blasfema la edificación de la iglesia, ciertamente no es el perdón.

¡La vida que imita a Jesucristo! Esta es la vida que se asemeja a Dios. El amor sacrificial que Dios nos ha mostrado a través de Jesucristo tiene que ser el principio base de nuestra acción. A partir de hoy, seamos benignos los unos a otros, misericordiosos los unos a otros, y perdonándonos los unos a otros. No consideremos la iglesia como nuestro centro de servicio, sino entreguemos nuestra vida en la obra de servir la iglesia. Manifestemos que hemos recibido la gracia a través de la transformación de nuestras acciones. Con nuestros corazones abiertos y dando la bienvenida a la guía de Dios, edifiquemos la iglesia en donde el enemigo no pueda entrar y donde sobreabunde la felicidad y gozo de Dios.