Servicio del Día del Señor del 8 de septiembre del 2024

Pastor Sung Hyun Kim

“Soy una persona que habla de manera bastante directa, pero mis acciones no son así. Cuando estoy con personas cercanas, a veces puedo quejarme o hablar de otros, ¿no es normal? Creo que lo está viendo de una manera demasiado seria.” Cuando llevamos nuestra vida de fe, en ocasiones accidentalmente decimos palabras que no contribuyen a la virtud de la iglesia. El Señor nos habla a través del corazón de Pablo, diciendo: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.” (Ef 4:29). 

La razón por el cual Dios pone tanta importancia en cómo debemos usar nuestras palabras es porque esto tiene un papel decisivo para la construcción del Reino de Dios. De lo contrario, cuando nuestras palabras son usadas como armas, ellas tienen el potencial de afligir un golpe más grande que cualquier otra arma, llevando a un horrible daño a la obra de Su reino. Satanás nunca se quedaría quito al descubrir tan poderosa arma. Desde el pecado en el Huerto de Edén hasta los innumerables crímenes que se desarrollan hoy antes nuestros ojos, todo pecado comienza con las palabras, avanzan con la fuerza destructiva de las palabras, y también las palabras son abusadas por los criminales para encubrir sus maldades.

Por lo tanto, debemos tener cuidado que nuestras palabras no sean usadas por Satanás. Sin importar la intención detrás de nuestras palabras, Satanás puede usar nuestras palabras para causar daño a la iglesia, e incluso provocar división y planear su destrucción. Para no dejarnos llevar por tales cosas, no solo debemos evitar decir palabras que hagan daño a los demás, difundir rumores malintencionados, o sembrar discordia entre las personas, pero debemos estar atentos para no convertirnos en huéspedes inconscientemente, nutriendo y protegiendo a esas palabras destructivas.

Afortunadamente, nuestras palabras no son utilizadas solo en maneras corrompidas. Nuestras palabras pueden tener un papel de gran importancia al edificar del Reino de Dios. Para ello, debemos usar palabras que edifiquen, que sean apropiadas según la necesidad del momento, y den gracia. Debemos abandonar toda palabra que quite la felicidad de las personas, que desanimen, o que obstaculicen la obra que la iglesia está esforzando en cumplir, y en su lugar, usar palabras que expresen gratitud y levanten el honor del Señor. Incluso si algo es correcto o certero, si estas palabras son tropiezo para la edificación firme de la iglesia, debemos evitar decirlas. En cambio, de usar palabras que se enfoquen en lo que está bien o mal o juzguen, debemos usar palabras que cuando las personas escuchen sientan el calor y la gratitud.

Dios no solo nos retribuye todas las acciones que hemos hecho por el reino de Dios, sino que también hará lo mismo con cada palabra que salga de nuestra boca. El Señor dijo que toda palabra ociosa que hablemos, de ella daremos cuenta en el día del juicio. El hecho de que el Señor considera las palabras con tanta importante es porque estas juegan un papel decisivo, sea para destruir la iglesia o edificarla firmemente. Las palabras que hablamos no son diferentes al Evangelio que nos salvó, en realidad, estás son el centro. Hagamos que nuestras palabras no se conviertan en instrumento de Satanás. En cambio, hagamos que nuestras palabras sean usadas como instrumento bueno para edificar firmemente la iglesia.