Servicio del Día del Señor del 25 de agosto del 2024

Pastor Sung Hyun Kim

“¿Qué tiene contra mí? Esa persona fue el que hizo algo malo primero. Se lo merece por lo que hizo. Si alguien hace algo malo, tiene que recibir su castigo. No me diga nada por enojarme. ¿No sabe que Jesús también se enojó por la injusticia? Piense en lo que hizo cuando las personas profanaron el templo. Jesús, lleno de ira, los echo del templo. Yo también tengo mis razones para enojarme. Este tipo de persona necesita recibir una lección.”

Esto es cierto, hasta cierto punto. La ira justa es necesaria. Por ejemplo, cuando la iglesia está siendo herida por las malas acciones de los demás, una persona que ama verdaderamente a la iglesia no puede evitar enojarse. Sin embargo, el Señor habla a través de Pablo y dice: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo” (Ef 4:26-27). Es verdad. El problema es que, a diferencia de Jesús, el hombre tiene sus limitaciones. Por muy justa que sea la ira, el hombre no tiene la capacidad de mantenerla pura.

Incluso si la intención inicial de la ira sea justa, una vez que una persona se enoja, se vuelve vulnerable al pecado. Mientras una persona está enojada, es influenciada por pensamientos egoístas y se sumergen en ideas centradas en uno mismo. Como resultado, la ira, que inicialmente tenía una intención genuina, poco a poco se convierte en una reacción al sentir que sus propios intereses han sido atacados. “Esto no es justo. Me siento ofendido. ¿Cómo se atreve a menospreciarme? ¿Qué cree que soy?” Estos pensamientos se combinan con la ira, y lo que antes comenzó siendo una ira justa se convierte en una ira egoísta.

La ira egoísta despierta el rencor haciendo que la persona desee tomar venganza. Cuando alguien está en ese estado, puede actuar con maldad hacia la persona y seguir creyendo que es justo hacerlo. El diablo busca a las personas en la iglesia que están en ese estado y aprovecha la oportunidad. Peor aún, ¿qué pasará con aquellos que no solo tienen una ira distorsionada, sino que además mienten, algo que el diablo tanto gusta? Ellos se convertirán en presas del diablo. Por más que intenten justificar sus acciones, se compartan como espías en la iglesia, llevando a cabo acciones que solo benefician al enemigo.

“¡Mía es la venganza!” Esto es algo que solo Dios puede decir. La venganza le pertenece exclusivamente a Él. Este es un principio fundamental que debemos conocer como cristianos. Si tratamos de tomar venganza por nuestra propia cuenta debido a alguna injusticia que hayamos sufrido, estaríamos invadiendo la autoridad exclusiva de Dios. Nosotros no podemos realizar un juicio justo. Solo Dios, que lo sabe todo, puede juzgar con exactitud. En lugar de dejarnos llevar por la ira contra los injustos, esperemos el juicio de Dios. No busquemos tomar venganza con nuestras propias manos, sino dejemos todo en la ira de Dios. En ese temible día de la ira de Dios, confiemos en la maravillosa gracia que Él nos ofrecerá. Mientras tanto, trabajemos en formar en nosotros mimos al hombre nuevo, justo y santo, que Él nos ha dado.