Servicio del Día del Señor del 30 de junio del 2024
La iglesia sin entendimiento entenebrecido o dureza de corazón
(Efesios 4:18)
Pastor Sung Hyun Kim
En la antigua Grecia, cuenta la historia de un joven que se robó un zorro. Mientras regresaba a su casa, accidentalmente se encontró con el dueño. El joven al entrar en pánico metió rápidamente el zorro dentro de su ropa. “¿Cómo has estado? He perdido a mi zorro, ¿por casualidad has visto algo?” “No, no he visto nada.” Mientras el joven respondía, el zorro en su intento de escapar comenzó a desgarrar la piel del joven hasta llegar a sus entrañas. Sin embargo, el joven no podía ni siquiera mostrar signos de dolor. A pesar del dolor desgarrador en sus entrañas y a punto de perdiendo la consciencia, el joven no pudo confesar lo que había hecho.
Esta historia muestra claramente la naturaleza humana. La experiencia de que las cosas sucias en nuestro interior sean expuestas por la luz de Dios nos causa gran dolor. Para editar ese dolor, la elección común de las personas no es eliminar esa suciedad, sino bloquear la luz. Para ocultar sus errores, distorsionan el estándar de la justicia, y para evitar enfrentar las consecuencias de esos errores, se engañan a sí mismos. “Esto no está mal. Esto se cubrirá. Esto se cubrirá.” Cuando este comportamiento se repite, la consciencia se endurece y finalmente llega a un estado de parálisis donde no puede sentir nada.
De esta manera, una persona con corazón endurecido rechaza intencionalmente la luz de Dios, y cuando esa decisión se repite, esa naturaleza de rechazar la luz es fortalecida por Satanás. Además, cuando este corazón endurecido es confirmado por Dios, la capacidad de esta persona para percibir a Dios dejará de funcionar. Como dice en las escrituras: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía.” (Ap 22:11), si una persona elige repetidamente desconfiar de la luz de Dios, eventualmente llegará al punto de no creer en Dios en absoluto.
No debemos menospreciar la luz de Dios cuando brille sobre nosotros. Dios se revela a aquellos que obedecen esa luz, y ellos disfrutarán abundantemente de la vida de Dios a través de la comunión con Él. El menospreciar esa luz no simplemente significa no reaccionar ante ella. Incluso responder de manera selectiva solo cuando nos conviene es menospreciar esa luz. Tales personas pueden parecer devotas ante los ojos de los demás, pero sus acciones engañan no solo a los demás, sino también a Dios, y eventualmente se engañan a sí mismos. “Nunca rechacé la luz. Eso nunca sucedió. Realmente, nunca sucedió.” Al repetirse esto a sí mismos, sin darse cuenta, llegan a creer que su vida de fe está avanzado normalmente.
“Estás lastimando a la iglesia. No te importa si la iglesia se derrumba, solo quieres imponer tu voluntad.” No importa cuánto Dios brillé Su luz a esa persona con corazón endurecido, no se dará cuanta. Para que esto no nos suceda, respondamos activamente cuando esa luz venga en nosotros. Reconozcamos nuestra verdad indigna y, con un corazón dolido, acerquémonos a Dios en arrepentimiento. “Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz.” (Jn 12:36). En nuestro camino de la fe, nos enfrentaremos a innumerables decisiones. En esos momentos, aunque perdamos cualquier otra cosa, seamos santos que elijan la sensibilidad para conocer a Dios, el corazón para tener encuentro de Dios.