Servicio del Día del Señor del 10 de marzo del 2024
Solícitos para preservar la unidad del Espíritu en paz
(Efesios 4:3)
Pastor Sung Hyun Kim
“Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” “Pastor, entiendo. Pero luego lo hago. Yo también tengo mi propia vida. Los retos que tengo que vencer no son fáciles.” “Eso no es aceptable. Es urgente guardar la unidad del Espíritu. No prestes atención a esto solo monetariamente y te detengas, sino que continúa tu dedicación con fervor guardándola.” Así es. El guardar la unidad del Espíritu, en otras palabras, la unidad de la iglesia no es una tarea que tenemos que hacer cuando tengamos el tiempo, sino es una responsabilidad que todos los santos que son salvos tienen que dar prioridad, porque también es el camino para que cada santo proteja su espíritu.
La unidad de la iglesia no es hecha por el hombre. El Espíritu Santo ya nos ha otorgado esto. La misma existencia de la iglesia es imposible sin la unidad que es hecha por el Espíritu Santo. Tal unidad está en un nivel completamente diferente a la unidad que se conoce en el mundo. Como podemos conocer en la oración de Jesús en Getsemaní, “Como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros.”, la unidad que experimenta la iglesia originalmente existía entre Dios y Su Hijo.
¿Cómo el Espíritu Santo unifica la iglesia? Es al unir a los santos en el vínculo de la paz. Lo opuesto a la paz es el pecado. En la era del Antiguo Testamento, la guerra se resaltaba con frecuencia como un concepto opuesto a la paz, pero esencialmente la guerra se origina a través del pecado. En la perspectiva espiritual, lo opuesto a la paz es el pecado. A través del pecado hubo disensión entre Dios y el hombre, y conflicto entre los hombres. Especialmente, entre los judíos y gentiles no podía existir la reconciliación, pero a través del mérito de la cruz, fue creada una nueva humanidad, la cual no se compone de judíos ni gentiles. Ellos fueron reconciliados con Dios y ya no tienen la necesidad de tener conflicto con los demás.
Como ellos no solo han encontrado el significado de la vida a través del Evangelio, sino que también han recibido la promesa del futuro eterno, tiene la paz. Ellos pueden sostener cualquier dificultad y desafío con gozo, restringir la carne de sus deseos carnales por motivos altruistas, y tolerar a otros recordando la gracia que han recibido. Y sus vidas son gobernadas por la unión, en cambio, de la división. Sin embargo, existen algunos que usan el egoísmo dentro de la iglesia. La paz que debería gobernar en la iglesia es rota a través de ellos, y las grietas de la división aparecen en todos lados. Si hemos sido redimidos y obtenido una nueva vida, tenemos que vivir siguiendo el camino de la nueva vida, pero ellos se han entregado al camino mundano a las que están acostumbrados. Pero lo más preocupante de todo esto es que estos elementos de los incrédulos pueden contaminar fácilmente a otros, llevando que la iglesia enfrente con frecuencia más conflictos y luchas a medida que su número incrementa.
En el caso de que si la iglesia misma no presenta y entrena el camino de la vida que el Señor nos ha ordenado, la división solo empeorará y los espíritus que son contaminados por esto no podrán completar la responsabilidad que se les fue derramada del cielo. Si verdaderamente hemos sido llamados, tenemos que obrar en paz para guardar y manifestar la unión de la iglesia. Esto requiere humildad, mansedumbre, longanimidad y tolerar los unos a otros en amor. Al hacer esto, la paz puede ser preservada y la iglesia puede estar unida, no solo sobrepasando el poder del pecado sino también preparando el reino de los cielos. Por lo tanto, preservemos con diligencia la unidad del Espíritu. Si encontramos la más mínima semilla de división brotar en nuestros corazones, no la ignoremos sino eliminémosla rápidamente.