Servicio del Día del Señor del 23 de abril del 2023
La fe del centurión asombra al Señor
(Mateo 8:5-13)
Pastor Sung Hyun Kim
Se ha hecho una declaración importante que cambio el destino de Israel de la boca del Señor: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” El Señor ha revelado públicamente la esperanza de que la fe que no ha sido encontrada en Israel puede ser hallada entre muchas naciones del mundo. Este fue un momento en que se abrió la posibilidad de una nueva historia del evangelio, pero para los judíos, que creían que por ser el pueblo de Dios sin duda irían al reino de los cielos, fue como un rayo que cayó del cielo.
La razón por el cual Jesús hizo esta declaración fue debido a la fe que mostró un centurión en Capernanum. El Señor dijo sobre él: “De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.” Lo que el Señor encontró en él no fue una persona con un gran conocimiento de Dios ni una aceptación intelectual de las doctrinas religiosas. Sino su carácter lleno de fidelidad y cuidado, humildad y consideración, amor y mansedumbre, ¡y más allá un profundo entendimiento de Dios! La fe, que incluso no puedo ser encontrada en Israel, fue hallada por el Señor en el cruel y malvado centurión romano.
El centurión buscó al Señor porque su siervo estaba sufriendo de una enfermedad. De hecho, para las personas de esa época, un siervo no era considerado un ser humano, sino simplemente un objeto que respiraba. Sin embargo, el centurión tuvo misericordia de su siervo. A pesar de esto, él no insistió en sus demandas, sino que cuidadosamente le dijo al Señor: “Señor, mi criado está postrado en casa, gravemente atormentado.” La actitud humilde del centurión atrajo la atención del Señor haciendo que el Señor, comenzará a caminar hacia su casa.
Lo que sucedió después sorprendió aún más al Señor. Al enterarse de que el Señor estaba viniendo a su casa, el centurión envió a alguien para decirle: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.” El centurión consideró inapropiado que el Señor entrara en la casa de un gentil como él, sucio y sin valor. Además, conocía que los judíos consideraban que el contacto con los gentiles era impuro, y no quería poner al Señor en una situación difícil. Y más allá, creía que el Señor había recibido la autoridad de Dios, y que con solo con decir una palabra los espíritus que trajeron la enfermedad se irían.
La fe sincera hacia Dios y la actitud humilde de un pecador que mostró el centurión impresionó al Señor. Esta admiración también fue tristeza, porque tal fe era lo que Israel, como pueblo de Dios que recibió todo tipo de privilegio, debió mostrar. Sin embargo, Israel había creado una fórmula simplificada que decía que ‘el pueblo de Dios entrará al reino de los cielos’, y al sentir paz en ella ignoraron la obra de Dios. La naturaleza no arrepentida de ellos revelo cada vez más su maldad y finalmente los llevó incluso a matar al Hijo de Dios.
Miremos nuestro estado actual, ¿qué tan verdadero es? ¿No será que hemos creado una simple fórmula en la que ‘aquel que cree irá al reino de los cielos’ y estemos sintiendo paz en ella? Si consideramos que nuestro sentido de pertenencia o aceptación intelectual es la esencia de nuestra fe, aunque hayamos sido revestidos por la gracia que incluso Israel no pudo obtener, ciertamente no seremos libres de la advertencia del Señor donde será el llorar y el crujir de dientes en las tinieblas. Habiendo recibido la gracia a través de la humildad, la benevolencia, el sacrificio y el amor del Señor, también debemos testificar nuestra fe a través de un carácter santo. Demostremos la verdad de que deseamos estar con Él, quien nos salvó, por la eternidad a través de nuestras vidas.