Servicio del Día del Señor del 9 de abril del 2023

El primer fruto de la resurrección

(1 Corintios 15:20-26)

Pastor Sung Hyun Kim

Todo cristiano dirá que cree en la resurrección de Cristo. Sin embargo, existen muchas personas que no tienen la certeza de que ellos mismos resucitarán. Aunque escuchan hablar sobre la resurrección de los santos, no lo relacionan con la resurrección del cuerpo y simplemente lo entienden como un concepto abstracto. Pero la resurrección que Cristo nos ha prometido es claramente la resurrección en cuerpo. No debemos entender la resurrección como algo conceptual e invisible, ya que la fe no trata solo de cuestiones invisibles.

En la resurrección de Cristo es patente que los santos que le pertenecen también resuciten. Por eso, Pablo dijo que Cristo ha resucitado de los muertos, siendo primicias de los que durmieron. En el pasado, cuando Israel cosechaba los cultivos, ofrecían sus primicias al sacerdote y luego de que recibían la aprobación del sacerdote, ellos comenzaban a cosechar el resto de los frutos. Pablo habla de la resurrección de Jesús como primicia, porque significa que la resurrección de los santos que pertenecen a Cristo también se llevará a cabo masivamente en el futuro.

La palabra ‘primicia’ también implica el primer pago del precio acordado. Al comprar un objeto pagamos la primera cuota, esto es una garantía de que vamos a pagar el resto del precio más adelante. De la misma manera, la resurrección de Cristo es una garantía de la resurrección que los santos que le pertenecen experimentarán en el futuro. En otras palabras, la resurrección de Cristo y la resurrección de los que le pertenecen son una sola cosa. Por lo tanto, si creemos en la resurrección de Cristo, también debemos creer en la resurrección de los santos que le pertenecen.

La resurrección de Cristo significa que Él ha vencido la muerte. Cuando el Hijo de Dios vino en esta tierra como hombre, el diablo pudo haber pensado que cometió un gran error al exponer su debilidad delante del poder de la muerte. Sin embargo, Cristo, quien recibió de frente el golpe del diablo y murió, resucitó al tercer día. Este fue el momento en que se confirma que el poder más fuerte del diablo se vuelve insignificante ante Cristo, y se demuestra que los santos que le pertenecen ya no necesitan estar atados bajo el poder de la muerte.

Cristo no solo redimió nuestros pecados, sino que también aseguró un futuro glorioso en el que resucitaremos más adelante. No debemos preocuparnos pensando: “¿será que si resucitaré después de morir?” Porque la resurrección es parte de un gran plan de Dios para establecer un reino eterno en el que Cristo reina como Rey y donde todo será limpiado y renovado. La resurrección de Cristo, como Rey de ese reino, es absolutamente ligada a la resurrección de los santos que habitarán como Su pueblo en ese reino.

Ahora lo más importante para nosotros es ver si realmente estamos tomando las decisiones de nuestra vida sobre la base de la verdad de la resurrección en la que creemos. No nos conformemos con el solo hecho de que estamos dentro del ámbito de los llamados creyentes. En cambio, examinémonos si nuestra naturaleza se parece a la de Cristo y si estamos actuando acorde a la justicia de Dios. No seamos atrapados en la simple idea de que creyendo seremos salvos, sino tomemos seriamente la perspectiva del Señor que separa a aquellos hacen lo injusto de los que hacen lo justo, aquellos hacen el bien de los que hacen el mal.