Servicio del Día del Señor del 22 de enero del 2023

Jesús cumple la profecía a través de la muerte de la salvación

(Juan 19:31-37)

Pastor Sung Hyun Kim

Jesús fue crucificado junto con los otros pecadores. Los judíos que lograron ejecutarlo, finalmente se sintieron aliviados y cambiaron su interés en preparar la Pascua en el día de reposo que comenzaría en solo dos horas. Como no podían contaminar la fiesta de gran solemnidad, exigieron a Pilato que bajara los cuerpos que colgaban en la cruz. Entonces, los soldados fueron y quebraron las piernas de los prisioneros que aún vivían. Sin embargo, cuando llegaron a Jesús y vieron que ya había muerto, no quebrantaron sus piernas. En su lugar, un soldado abrió Su costado con una lanza, confirmando Su muerte. En ese momento, salió agua y sangre del cuerpo de Jesús.

Juan se estremeció al ver delante de sus ojos esta escena. Porque verificó que varias de las cosas que fueron escritas en el Antiguo Testamento fueron cumplidas una tras otra a través de la muerte de Jesús. Usualmente, las personas crucificadas eran dejadas varios días hasta que murieran, pero como tenían que retirar la cruz rápidamente tuvieron que sufrir la humillación de que sus piernas fueran rotas. En medio de esto, el hecho de que las piernas de Jesús no fueran quebrantadas fue para cumplir las palabras donde dicen que al comer el cordero en la Pascua no debían quebrantar sus huesos. Esto no es todo. Originalmente, no se suponía que debían apuñalar a una persona crucificada con una lanza, pero Jesús tuvo que pasar por esto. Justo esto, también es para cumplir la profecía que dice, “Y mirarán a mí, a quien traspasaron.”

Así es. Jesús es el Cristo que vino en la tierra según la profecía de Dios. Él vino para cumplir la obra que Dios le ha ordenado, y la sangre y agua que salieron de Su cuerpo nos muestran simbólicamente de qué trata esto. Jesús al recibir el bautismo entra al mundo como pecador y al derramar la sangre en la cruz redime nuestros pecados. Hemos recibido el perdón de pecados al depender de Su sangre y ahora estamos avanzando hacia la vida eterna al beber el agua que nos ha dado. En simples palabras, Jesús nos limpia a través de Su sangre y abre la oportunidad para que tengamos una vida que participe en la obra de Dios.

El hecho de que muchas profecías del pasado se han cumplido a través de Jesús, nos muestra que la imagen de Dios que abarca el pasado y el futuro ya ha sido determinada completamente, esto significa que debemos prepararnos para la segunda venida y el fin del mundo que el Señor prometió. El ser limpio a través de la preciosa sangre de Jesús no significa que hayamos llegado a nuestro destino, sino que apenas es el comienzo de la nueva vida hacia la justicia. Por supuesto, no es fácil que una persona que originalmente es injusta viva una vida justa. Por lo tanto, debemos cambiar y para ello necesitamos tener la determinación.

El Hijo de Dios nos ha dado esta nueva vida por medio de Su sufrimiento, pero todavía hay peligros cercanos, que son precisamente el ‘yo’. Si este ser tan pequeño, inestable e impotente se convierte en dueño, entonces la oportunidad de esta nueva vida que nos ha sido dada terminará en fracaso. Para tener éxito en esta vida de justicia, ante todo, debemos confiar y depender de Dios. No debemos ser arrogantes, sino humildes. No debemos ser envidiosos, sino sencillos. Cuando seamos así, Dios nos usará según Su voluntad y nos guiará por el camino del éxito que Él ha trazado para nosotros.