2014.11.23 – La verdadera fe
in SermonesLa verdadera fe
(Mateo 23:23-24)
Dios
Es el Dios verdadero.
Él
Salvó a Jesús de entre los muertos
Y lo convirtió en nuestra fe. (Marcos 16:14-)
Servir a Dios
Es la justicia de la fe, (Romanos 1:16-17)
Y no hay engaño o elemento innecesario en ello. (Mateo 5:17-20)
Al tener fe y unirnos a Jesús
Recibimos la redención y la vida eterna. (Juan 3:16-18)
Somos bendecidos en el mundo
Si obedecemos de acuerdo a la fe revelada en la Biblia. (Malaquías 3:7-9)
En el Antiguo Testamento el diezmo era señal de obediencia,
Pero en el Nuevo Testamento es señal de fe. (Mateo 8:4)
Creer que el diezmo le pertenece a Dios
Y consagrarlo es manifestar nuestra fe.
Por esta razón,
La verdadera fe es no dejar lo más importante de la Ley
La justicia, la misericordia y la fe.
La verdadera fe es tener temor de Dios. (Hechos 5:9)
El Espíritu Santo vino para enseñarnos esto.
○ Todos los mandamientos de Dios
Fueron ordenados por el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el Espíritu de Verdad.
○ La fe
Es obrar según el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el mismo ayer, hoy, y por siempre.
○ El diezmo
Le pertenece a Dios.
No debemos robarle a Dios.
※ Por más devotos que seamos,
Si nos convertimos en enemigos de Dios no tenemos vida.
Satanás gobierna sobre los que están muertos espiritualmente.
Mateo 23:-23-24
23 !Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.
24 !Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!
La verdadera fe
(Mateo 23:23-24)
Los que confiesan entregar su vida por el Señor, pero se oponen al diezmo
Algunos declaran creer en Jesús y ser capaces de dar su vida por Él, pero se incomodan cuando se les habla acerca de las ofrendas o los diezmos. ¿Cómo pueden dar su vida por Dios este tipo de personas? Otras personas no reconocen completamente que el diezmo le pertenece a Dios; por esta razón, aunque entregan el diezmo, su corazón se siente perturbado.
Este tipo de personas no reconocen el esfuerzo que realizaron los ancestros de la fe. Ellos recibieron por la fe el llamado de Dios y guardaron el diezmo como elemento fundamental, prepararon el camino del Señor con fidelidad. Por lo tanto, no es correcto que aquellas personas que reciben los beneficios desprecien este esfuerzo.
El plan del hombre para regresar a Dios y el diezmo
Originalmente, el hombre tenía una vida espiritual de comunión con Dios en el Edén, pero a causa del pecado de Adán, el hombre fue expulsado. Desde ese entonces, el hombre perdió la inspiración espiritual y sólo vive en la carne. El hombre tiene que volver rápidamente. Sin embargo, Dios obstaculizó el camino hacia el árbol de la vida a través de los querubines y la espada que se revolvía por todos los lados.
El camino para regresar al árbol de la vida comenzó desde entonces. Aunque Abel enfrentó un infortunado futuro al ser asesinado por su hermano; abrió el camino de la posibilidad de acercarse a Dios al entregar su ofrenda. Noé al entregar sus bienes, tiempo y fuerzas para construir el arca permitió que la humanidad fuera salvada del diluvio. Finalmente, la fe de Abraham recibió el reconocimiento de Dios y permitió que a través de ella podamos volver a Dios.
Antes de recibir el reconocimiento de su fe, Abraham le entregó el diezmo del botín, que había obtenido luego de combatir contra los reyes, a Melquisedec. La Biblia nos dice que cuando Abraham entregó los diezmos también lo hizo su descendencia, la cual todavía estaba en sus lomos (Hebreos 7:9-10), y esta descendencia no es sólo la carnal, sino también la espiritual. La entrega del diezmo por parte de Abraham se convirtió en ejemplo de lo que debe hacer su descendencia de la fe, la Iglesia del Nuevo Testamento.
Jacob dejó la casa de su padre y confesó, “Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.” (Génesis 28:20-22). De esta forma, y sin saberlo, estaba profetizando que volvería al Edén, que regresaría a Dios. Esto hace referencia a la salvación que vendría a la Iglesia del Nuevo Testamento por medio de la gracia, el objetivo en el cual los santos deben poner su mirada.
Dios estableció a través de Jacob el diezmo como decreto, por lo tanto todos sus descendientes deben entregar el diezmo. El diezmo es una característica exclusiva del pueblo de Dios y es la condición que los separa de otros pueblos. Para no apartarse de Dios el pueblo no dejó dar el diezmo y manifestaron su orgullo con respecto a esto.
A medida que pasaba el tiempo, la fe de los Israelitas decayó, por lo cual a través de Malaquías Dios les dijo, “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.” (Malaquías 3:8-10). Y luego de esto vino el tiempo intertestamentario, un tiempo de silencio.
Cuatrocientos años después vino Jesús. Él es el Verbo que se encontraba con Dios y que se manifestó al mundo, Él es Dios. Entonces, ¿cuál era su posición acerca del diezmo?, Él no abrogó el diezmo, sino que lo hizo más severo, “!Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.” (Mateo 23:23). El Señor hizo énfasis en la justicia, la misericordia y la fe, pero dijo que es necesario dar el diezmo.
El beneficio que recibimos por los diezmos y las ofrendas de los hombres del Antiguo Testamento y nuestra responsabilidad
El pueblo de Israel entregó el diezmo y la ofrenda para construir el tabernáculo y posteriormente el templo; esta forma de guardar el nombre de Dios era la forma en que esperaban la salvación y la cabeza de la Iglesia que es Jesucristo. A causa de la dedicación de los Israelitas, por sus ofrendas y por sus diezmos, hoy podemos estar aquí. Debemos estar agradecidos con ellos. Y ahora es nuestro turno de mostrar una verdadera fe.
No podemos tocar el diezmo
Dios es el creador y Señor de todas las cosas. Si alguien trabaja como inquilino en un campo, debe entregarle la mayor parte de las ganancias al dueño. Dios nos entrega la tierra, el sol, la lluvia, el lugar para vivir, la comida, por lo tanto es incorrecto pensar que esto proviene de nosotros. Si vemos la parábola de los talentos podemos ver que ellos le rindieron a su señor lo que recibieron y lo que ganaron, este es un principio (Mateo 25:14-30). La idea de que lo que usted obtiene por su esfuerzo es su propiedad es un pensamiento que choca contra el de Dios (Deuteronomio 8:1-18)
El diezmo (la décima parte de las ganancias) es la raíz que sostiene la novena parte. Cuando la raíz está firme, entonces todo el árbol puede vivir. Entregarle al Señor la décima parte de las ganancias, es proteger la novena parte de ellas. El diezmo es como la semilla que va a ser sembrada, por más que se tenga hambre no se puede tocar. El que guarda la semilla mantiene la esperanza y el futuro seguros.
Manifestando la autoridad para recibir bendición
Quien no tiene bendición no podrá ver el fruto, aunque trabaje con esfuerzo la tierra. Esto ocurre igualmente en la vida espiritual. Nosotros necesitamos la bendición espiritual. Dios nos mandó a dar el diezmo para bendecirnos. Diezmar es regresar a Dios (Malaquías 3:7). Dar el diezmo es una cualidad especial de los hombres de Dios. Debemos sentirnos orgullosos de poder dar el diezmo.
Debemos poder orar así. “¡Dios, tuya es la decima parte, dame a mí la novena parte!, ¡Dame la bendición para obtener!” Delante de Dios no podemos decir, “Esta bien, mientras viva en este mundo aguantaré hambre”, sino que debemos confesar con valentía, “Voy a tener la victoria. Dame la novena parte”. Si queremos tener la victoria en este mundo necesitamos esto. Debemos recibir la autoridad espiritual que proviene de Dios.
Carta de Simuón
Cuando una persona hace un pacto y lo olvida o no lo cumple se le considera mentirosa o traicionera, y cuando se hace repetitivo se convierte en alguien no confiable. Ahora, no puedo imaginarme el trato que recibirá una persona que no cumple su pacto ante Dios o el Espíritu Santo. Como seres humanos nos tragamos nuestras palabras y nos arrepentimos; sin embargo, Dios no es hombre para que mienta o se arrepienta. La confianza que tenemos con Dios es la vida de fe.
Toda mi vida he confiado en la Palabra y las promesas de Dios, y he orado sin cesar por las sanidades y santas señales de Jesucristo. A pesar de que mi cuerpo envejece y disminuye mi fuerza, vivo buscando con vehemencia manifestar las sanidades y santas señales de Jesucristo. Sin estas señales en mi cuerpo estoy muerto. Por esta razón, hasta el último segundo de mi vida deseo orar para que en mi cuerpo se revelen las sanidades y santas señales de Jesucristo, y mi espíritu pueda ser siempre espiritual.
Esto es porque creo en el Dios único, el que tiene sangre y carne; creo en el Hijo del Hombre, el Cristo, y en el Espíritu Santo que mora en mí. Esta vasija que lleva un gran tesoro ya esta vieja y pronto se quebrará, está agradecida por tener siempre el testimonio de ser un santo del Señor. No tengo envidia de los que se proclaman cristianos, pero no tienen poder, no tengo temor de sus persecuciones o insultos. No sé si alguno tenga como necio que reciba estos insultos, pero yo me gozo únicamente de la verdad y la esperanza.
No es algo del otro mundo que manifieste este testimonio en mi cuerpo, simplemente estoy manifestando la Palabra de Jesús que es para todos. Todas las personas tienen un cuerpo, pero con su inteligencia, sabiduría o acciones no pueden jactarse delante de Dios, ya que son como la hierba y sus flores, al final se marchitarán y caerán.
Siempre trato de estar alerta para que nadie me trate como a alguien especial. Únicamente me estoy esforzando para ser fiel en las obras que Dios me manda a hacer porque hago parte de su cuerpo. Luego de dejar este mundo no quiero que nadie clame que Simuón era alguien especial. No soy una persona especial, sólo deseo tener la gloria de ser un siervo usado por Dios.
Oro para que luego de dejar este mundo aparezcan muchos siervos de Dios. Soy un siervo de Dios, aunque mi cuerpo sea injusto, mi espíritu es siervo del Señor.
Simuón
Créditos
Centro Misionero de Traducción Simuón
Resumen: Pastor Ki Taek Lee
Centro Misionero de Traducción Simuón. Departamento de Castellano
Interpretación y traducción: Ministro Da Un Chung