Servicio del Día del Señor del 22 de junio del 2025
Lucha contra los grandes poderes organizados del diablo
(Efesios 6:12)
Pastor Sung Hyun Kim
“El diablo no es nada. Como ya he dominado toda la Biblia, no puedo ser engañado por él. Solo los que no conocen la Biblia le temen. Yo estoy totalmente a salvo.” ¿Acaso usted piensa de esta manera? Si es así, usted no tendrá más opción que perder en la lucha contra el diablo, porque no solo desconoce al enemigo, sino que lo desconoce por completo. Hay un dicho que dice: ‘Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no estarás en peligro ni siquiera después de cien batallas.’ Subestimar al diablo de esta manera demuestra que no es consciente de cuán poderoso es, y al mismo tiempo, que no conoce cuán débil es uno mismo. Una persona que se presenta con tanta confianza ante el diablo fácilmente puede terminar siendo una herramienta en sus manos.
Nuestra vida de fe es una lucha. Una batalla intensa, llena de estrategias, en la que ponemos en juego nuestra vida. El problema es que nuestro oponente en esta lucha no es alguien de sangre y carne. Ellos pueden vernos, pero nosotros no podemos verlos. Y esto no significa simplemente que no puedan ser percibidos con los ojos humanos. Ellos son capaces de introducir pensamientos en la mente de las personas y de provocar emociones en sus corazones sin que las personas se den cuenta. Por eso, aunque estén siendo manipuladas por el diablo, las personas están convencidas de que actúan por voluntad propia. Además, debemos tener presente que el diablo es un experto en sembrar la discordia. El ser humano, por sí solo, no puede hacer frente a un enemigo así.
Además, el diablo tiene una organización enorme, y sus actividades son sumamente sistemáticas. Aunque comúnmente decimos de manera sencilla que luchamos contra el diablo, en esta batalla nos enfrentamos a diversos tipos de ángeles caídos. Debemos enfrentarnos al alto mando que diseña estrategias malignas, a los poderes intermedios que ejecutan y supervisan esas estrategias, a los que manipulan la política, la cultura y las instituciones para conducir el orden del mundo hacia las tinieblas, y a aquellos que son enviados al campo de acción para destruir la iglesia mediante métodos astutos y crueles. No cabe duda de que estamos enfrentándonos a una agrupación de combate que posee el máximo poder ofensivo.
En comparación con la gran fuerza organizada del diablo, la condición humana es extremadamente débil. Y si, a pesar de ello, una persona confía excesivamente en su conocimiento y experiencia, creyendo que eso le proporcionará un sistema de defensa permanente, ¿podrá realmente vencer los ataques del diablo? Quien cree contar con una defensa permanente contra el diablo, no sentirá la necesidad de depender de Dios. La persona que se jacta pensando que nunca se encontrará en peligro se convertirá, más bien, en presa del diablo. Para poder resistir hasta el final en la lucha contra él, lo primero y más importante es reconocer la propia debilidad.
Sin embargo, no debemos temer. Nuestro Señor ya ha vencido, y no hay ser alguno que pueda compararse con Él en grandeza. Aunque con nuestras propias fuerzas es imposible, con la fuerza de Dios sí podemos obtener la victoria. Esa fuerza es la que resucito a Jesús, la fuerza que lo hizo sentarse en el cielo, y la fuerza que ha hecho que nosotros, pecadores, seamos personas del cielo. Aunque la organización que busca destruir la iglesia actúe de manera sistemática, nosotros contamos con toda la armadura que Dios nos da. Nuestra lucha es una batalla que ya ha sido ganada. Reconozcamos nuestra debilidad delante de Dios y avancemos con la fuerza, el poder y los medios que Dios nos concede.


