2016.05.22 – Amén, Iglesia
in SermonesAmén, Iglesia
(2 Corintios 1:18-20)
Dios
Nos entregó el Evangelio
Para que recibamos la salvación.
Él
Nos encomendó el Evangelio
Porque desea que vivamos llevando el Evangelio hacia las personas del mundo. (Romanos 10:14-15)
El objeto del Evangelio es el alma,
Pero el medio por el cual se anuncia es el corazón y el cuerpo.
Sin embargo, el medio por el cual anunciamos el Evangelio,
Nuestro corazón y cuerpo, deben ser entrenados, (1 Tesalonicenses 2:10)
Ya que si no son usados apropiadamente
Nuestra alma no podrá cumplir completamente la tarea de anunciar el Evangelio.
Especialmente, nuestros honestos corazones y labios
Deben darle la bienvenida con una fuerte clamor de amén
A la eterna voluntad de amor de Dios (Romanos 10:9-10)
Contenida en todo el lenguaje del Evangelio. (2 Corintios 1:20)
Hacer esto
Despierta el alma de los santos,
Afirma el corazón,
Mueve el cuerpo
Y produce la vitalidad para que la Iglesia anuncie el Evangelio.
○ Cada persona
Debe ser entrenada para responder con amén
La verdad de gracia que llega a nuestros oídos.
○ Al clamar amén
Debemos hacerlo como adorando
Con los otros santos.
○ Cada persona
Tiene la tarea diaria de ser mediador del Evangelio,
No lo olvidemos.
※ Amén, Iglesia
Es la única vasija en esta tierra
Donde se manifiesta el Reino de Poder del Señor Jesús.
2 Corintios 1:18-20
18 Mas, como Dios es fiel, nuestra palabra a vosotros no es Sí y No.
19 Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él;
20 porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.
Resumen
Escuchemos el llamado del Señor por medio del culto
Jesús vino a esta tierra, hizo la voluntad de Dios y ascendió al Cielo. Antes de ascender al Cielo confió a los discípulos el trabajo que ellos debían hacer. Este es llevar la noticia sobre la salvación a las personas que están fuera de la iglesia para que entren a la iglesia, y por medio de esto hacer que ellos sean miembros del cuerpo de Jesucristo. Este es el llamado que Jesús nos dio.
La iglesia, para ejecutar este trabajo, no solo debe de trabajar evangelizando de diferentes formas, sino que debe implementar una enseñanza sistemática enfocada en las personas que vienen a la iglesia. Como para la extensión del evangelio, la iglesia tiene el trabajo de ser uno, cada santo también tiene un deber que tienen que ejecutar. Esto hace que cada santo se santifique y limpie su espíritu. Para lograr esto, no solo es importante obedecer la Palabra de Dios, sino esforzarse en sostener el cargo en la iglesia.
El hecho de que el santo trabaje por la iglesia es seguir la palabra de Dios. Mientras el Señor estuvo en esta tierra los discípulos escucharon su voz y obraron. Sin embargo, ahora que el Señor está en el Cielo, nos habla por medio del Espíritu Santo. Al escuchar la Palabra a través del Espíritu Santo, no la estamos escuchando físicamente, pero estamos recibiendo una guía mucho más certera (Juan 16:13). Asimismo uno de los caminos importantes para poder escuchar la palabra del Señor es el culto.
Respondamos con amén a la palabra
Hay diversos elementos que hacen difícil la vida de fe. Entre ellos el elemento de mayor peso son los deseos de la carne y los pensamientos de la carne. Estos no solo dan una gran dificultad en la fe del individuo, sino que en ocaciones extremas hasta pueden hacer que la persona entre en tentación. No solo eso, estas cosas pueden retrasar la marcha llena de fuerza de la iglesia. Aunque haya solo una persona que pertenezca a la carne en la reunión, toda la reunión recibirá influencia negativa. Por lo tanto, debemos desechar las costumbres de la maldad que antes teníamos en el mundo. Ahora debemos tener el corazón para contribuir a la iglesia del Señor.
Para esto hay una obra entre nuestras acciones que podemos hacer ahora, y aunque es muy simple, su efecto es grande. Esto es cuando escuchamos la Palabra por medio de la predica y respondemos con voz fuerte: “¡Amén!”. En la vida cotidiana hay momentos en los cuales escuchamos palabras de fe. La carne que desprecia oír las palabras del otro, aún sabiendo que esas palabras son correctas; hay casos que las niegan intencionalmente. En esos momentos, la forma para poder controlar nuestro corazón es responder con “¡Amén!”. Aunque se tenga una actitud de juicio hacia la Palabra de fe, al confesar con amén sorprendentemente luego podrá descubrirse a sí mismo poniendo en práctica esa palabra.
Responder con “¡Amén!” al escuchar la predica en la iglesia es muy importante. Si se tiene esta actitud al escuchar la Palabra: “Entre el tema en la predica solo voy a recibir la información que necesito. Predique a ver.”, entonces no va a poder obtener nada de Dios. Por el contrario, si hay una persona que al escuchar la predica responde con “¡Amén!”, ella va a poder escuchar la voz de Dios. El pastor, quien lleva la palabra que Dios, quiere dar a la iglesia el mensaje por medio del Espíritu Santo, él es el instrumento de Dios. El pastor también al predicar tiene este corazón: “Dios dio esta palabra para los santos”. La Palabra que el pastor entrega con esa fe debe ser recibida (1 Tesalonicenses 2:13).
Cuando el siervo de Dios lleva la palabra y los siervos analizan su contenido y seleccionan o tienen una actitud de “convénzame a ver”, estos miembros no tienen la actitud de una persona que recibió la sangre derramada de Jesús y ha sido revivida y se ha sentado en el santuario de la iglesia que es guiada por el Espíritu Santo. Al escuchar la palabra de Dios debemos creerla en el corazón y confesarla con los labios.
Hagamos que la carne sea instrumento para el evangelio
No debemos subestimar nuestra carne. Nuestra carne es el instrumento del evangelio. Nuestro trabajo es dar a las personas que están en la cueva del diablo la visa del Reino de los Cielos. Al evangelizar diciendo: “Crea en Jesús. Al derramar su sangre nos mostró el amor de Dios. Él tomo la carga de nosotros, pecadores.”, estamos diciendo: “Acá esta la visa del Reino de los Cielos, recíbala.”, y las estamos liberando del dominio del diablo. ¿Cuán grande es el valor que tiene el hecho de que nuestra carne que en el futuro se pudrirá es usada para hacer esta obra tan gloriosa?
En el futuro vamos a tener un encuentro con el Señor que viene como juez. En ese entonces delante del Señor vamos a recibir la recompensa por las acciones que hayamos realizado. Para ese instante debemos esforzarnos ahora. Teniendo paz en la realidad de que ahora es la era de la gracia no debemos menospreciar la palabra que el siervo del Señor está entregando, no teniendo un anhelo ferviente hacia el culto o no teniendo interés en la obra de la iglesia. Debemos recordar que las acciones de cada persona están siendo una por una escritas delante del Señor.
Todos los santos se deben esforzar para que el culto entregado a Dios esté lleno de gloria y sea de su complacencia. Esto no es suficiente solo con el corazón de obedecer y participar del culto. Cuando venimos delante de Dios debemos traer la evidencia de un corazón que ha recibido gracia. Para las personas que son tacañas con las ofrendas entregadas a Dios es difícil que atraigan la atención de Dios. También la iglesia que es tacaña con las ofrendas entregadas a Dios es difícil que atraigan la atención de Dios.
El profeta Hageo indica diciendo que las personas que estaban en cautiverio en Babilonia al trasladarse a Jerusalem fueron rápidos en edificar sus casas, pero estaban desinteresados en la obra de edificar el templo de Dios. En ese tiempo a ellos se les fue dado el importante deber de reconstruir el templo. Para cumplir esto tenían que dar todo su esfuerzo para ofrendar. Sin embargo, ellos fueron tacaños en entregar la ofrenda. Nosotros a diferencia de ellos ahora con la identidad preciosa de ser hijos de Dios estamos sirviendo a la iglesia. Así pues, nosotros que servimos a Dios debemos tener un corazón y actitud diferente a ellos.
La responsabilidad de triunfar en el culto es de todos los miembros. Cuando oramos debemos pedir fervientemente, al alabar apasionadamente tiene que ser nuestra confesión de fe. Al bailar debemos bailar como niños, debemos dejarlo todo. Especialmente en la predica cuando escuchamos la palabra de fe debemos responder con “¡Amén!”. Esto no significa que uno escoja las palabras que uno quiere y responder “¡Amén!”. Como Jesús que delante de Dios solo respondió “¡Sí!”, también nosotros delante de toda la palabra que viene de Dios tenemos que responder con “¡Amén!”.
Llevemos acabo amén iglesia
El reino de los Cielos es el lugar en el cual las personas en donde Dios mora siempre claman amén (Apocalipsis 5:13-14). Las personas que quieren ir a ese lugar en el futuro a clamar “¡Amén!”, en esta tierra tienen que hacerlo un hecho natural. También aquí y allá en la Biblia podemos ver que en las confesiones de fe responden con “¡Amén!”. En Romanos 11:36 dice, “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” En Gálatas 6:18 dice, “Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.” Apocalipsis 1:6 dice, “Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a Él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
Cuando recibimos la palabra de gracia debemos responder con “¡Amén!”, debe ser un hecho natural. Cuando los santos estén juntos, como si fuera un coro, se debe unir el corazón y las voces con los otros y clamar “¡Amén”. Cada santo, aún en cada respiración no pueden olvidar el llamado como mediador del evangelio. La iglesia de Jesús es amén iglesia.
Pastor Lee Ki Taek
Centro de Misión Sungrak
Carta de Simuón
Al observar los años que han transcurrido viene a mi mente los siguientes pasajes: “Vanidad de vanidades”, “Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu”. Esto es real. A pesar de que mi cuerpo habitó en este mundo por la gracia de Dios, mi corazón pudo trabajar bajo el amor de Dios. Aunque, mi alma recibe la gracia, mi cuerpo está seriamente agotado. Sin embargo, hay una razón especial por la cual mi cuerpo pudo continuar obrando bajo el amor de Dios. Esto fue posible solo mediante la paciencia. Sin importar quién y cuántas veces me lo pregunten, ésta será mi contestación.
No es posible realizar la obra del Señor sin paciencia. Aunque en un mismo día puedo tambalear, he aguantado por medio de la paciencia. El sufrimiento psicológico que experimenté al vivir en la casa de otro fue peor que el sufrimiento físico. Sin embargo, he resistido y resistido. Hubo innumerables ocasiones en las cuales quería morir, pero en cada una de ellas afiancé la paciencia. En los momentos que no podía soportar más el hambre pude permanecer a través de la paciencia.
A pesar de experimentarlos durante varios años, no todos conocen cuán demandante son el evangelismo y el pastoreo. Como la civilización moderna es diferente a aquella de hace 50 años, no se pueden cumplir estos ministerios con la misma mentalidad; por esta razón nunca he olvidado la paciencia que he ejercido crisis tras crisis, de la misma forma que nunca he parado de respirar.
Pienso que las personas del mundo están en situaciones agobiantes porque carecen de paciencia. Aunque muchos pastores puedan parecer infalibles, al conversar con ellos me he dado cuenta de cuánto carecen de paciencia. No puedo dar otras explicaciones. También pienso que si un hombre de negocios o un trabajador de oficina se siente limitado es porque ha abandonado el gran poder de la paciencia. Incluso si un joven es lo suficientemente inteligente, si no tiene paciencia, no florecerá en su campo.
Mi forma de vida ha sido únicamente la paciencia. Pienso que la razón por la cual el Señor me ama es porque soy bueno perseverando. Sin embargo, aunque he tenido paciencia sobre paciencia, todavía siento que me falta paciencia. Por esta razón se presentan ocasiones en las cuales lamento la falta de ella. Originalmente era un joven que carecía de paciencia; sin embargo, después de encontrar el gran propósito de mi vida pude continuar debido a la convicción de que no podía dejarlo. Entonces, después de recibir el Espíritu Santo adquirí paciencia como fruto del Espíritu Santo. Ahora, mientras el Espíritu Santo obra en mí de forma poderosa, considero la paciencia como un gran don espiritual
Incluso ahora persevero una y otra vez. Sin embargo, me preocupa un poco porque mi resistencia está limitada, pero estoy seguro de que la paciencia traerá eventualmente la victoria. Pienso que el Señor me ha dado una extraordinaria paciencia.
Columna de Adoración del Día del Señor
Pastor Ki-Dong Kim
Créditos
Centro Misionero de Traducción Simuón
Resumen: Pastor Ki Taek Lee
Centro Misionero de Traducción Simuón. Departamento de Castellano
Interpretación: Ministro Da Un Chung y Eun Sol Jang
Traducción: Ministro Da Un Chung, Eun Sol Jang y Richard Olivieri