Delante del Dios santo

Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos, y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí. Y señalarás término al pueblo en derredor, diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá. No lo tocará mano, porque será apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá. Cuando suene largamente la bocina, subirán al monte. Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos. Y dijo al pueblo: Estad preparados para el tercer día; no toquéis mujer. Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento. Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante. Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió. Y Jehová dijo a Moisés: Desciende, ordena al pueblo que no traspase los límites para ver a Jehová, porque caerá multitud de ellos. Y también que se santifiquen los sacerdotes que se acercan a Jehová, para que Jehová no haga en ellos estrago. Moisés dijo a Jehová: El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos has mandado diciendo: Señala límites al monte, y santifícalo. Y Jehová le dijo: Ve, desciende, y subirás tú, y Aarón contigo; mas los sacerdotes y el pueblo no traspasen el límite para subir a Jehová, no sea que haga en ellos estrago. Entonces Moisés descendió y se lo dijo al pueblo. (Éxodo 19:10-25)

Nuestro Dios hizo una promesa con Abraham, y cuando llegó el momento, quiso llevar a su pueblo a la tierra de Canaán, donde Él habitaría con ellos y ellos serían Su pueblo. Esto no fue algo que el hombre pidiera a Dios, sino lo que Dios había planeado de antemano. Así que movió a ese pueblo, lo sacó de Egipto y quiso hacer Su morada en medio de ellos. Sin embargo, había un gran obstáculo. ¿Quién es Dios? ¿Y cuál era la condición del pueblo de Israel? Era imposible que estuvieran juntos. Ese era el obstáculo.

El pueblo de Israel estaba completamente contaminado por el mundo. Durante los aproximadamente 400 años de esclavitud en Egipto, se mancharon con toda la cultura y las costumbres de Egipto. Por eso no tenían ninguna característica distintiva como pueblo que adoraba a Dios. La Ley ordenaba: “No matarás”, pero Moisés ya había cometido un asesinato cuando vivía en Egipto. De esta manera, ellos no habían recibido aún el mandamiento de Dios. Solo consideraban estas cosas como valores éticos y morales, no como mandamientos de Dios.

Además, como todavía no tenían el mandamiento sobre la monogamia matrimonial, no podían obedecer. También hay muchos otros mandamientos en la Ley. Entonces, ¿cuál fue el propósito de dar la Ley? La Biblia dice que fue añadida a causa de las transgresiones. En otras palabras, el pueblo ya estaba quebrantando todo lo que la Ley prohibía. Si no hubieran transgredido, no habría sido necesario darles la Ley. Entonces, ¿significa eso que la Ley es perfecta? No, no lo es. ¿Por qué? Porque no abarca todo. Solo trataba los asuntos importantes que ya estaban quebrantando y transgrediendo. Dicho de otra manera, estaban cometiendo todo lo que la Ley prohibía. Cometían toda clase de inmoralidades sexuales, de modo que hombres se acostaban con hombres y mujeres con mujeres, e incluso con animales. Además, robaban a otros, mataban, mentían para extorsionar dinero, y así sucesivamente. Estaban llenos de toda clase de impurezas. Sin el temor de Dios, eran imprudentes y trataban el nombre de Dios con desprecio. Por eso Dios no podía estar con ellos. Ese era el mayor obstáculo.

Entonces, ¿qué tiene que hacer Dios? Ya que Él está formando un pacto con ellos, les dio Sus mandamientos diciendo: “Estemos juntos. Sin embargo, para que eso sea posible, necesito que al menos guarden estas cosas”. Pero cuando Él les da los mandamientos, no pueden simplemente aceptarlos a la ligera, sino que realmente deben comprender cuán temible y serio es establecer este pacto con Dios.

Por lo tanto, antes de que Dios diera Su promesa y estableciera Su pacto con ellos, quiso que supieran cuán temeroso es Dios, cuánto debe ser temido con reverencia, y cuán severas son las palabras que les daría por medio de Moisés. Para ello, quiso aparecerse al pueblo una vez. Así que todo el pueblo se reunió mientras Moisés se encontraba con Dios en la cima del monte. El pueblo no podía ver nada con claridad. Sin embargo, desde la distancia, vieron lo que ocurrió cuando Dios se manifestó. El monte tembló, el humo subía, hubo truenos y relámpagos, fuego, y un fuerte sonido de trompeta que salía del monte. Fue algo aterrador y sobrecogedor.

Así fue como Dios les dio los diez mandamientos; de esa manera fueron entregados. Todo el pueblo temblaba mientras Dios decía a Moisés: “No hagas esto, no hagas aquello”. Así que, antes de que Dios terminara de hablar con Moisés, el pueblo rogó a Moisés diciendo: “Creeremos en todo. Creeremos que tú eres siervo de Dios y que Dios te está hablando. No necesitamos ir a verlo. Creeremos. Así que tú ve y recíbelo”. Y Dios consideró esto como algo bueno. Él deseaba que tuvieran ese corazón humilde y que le temieran, y que continuaran así en el futuro. Después de esto, Dios le dio las palabras solamente a Moisés. Y todo el pueblo descendió.

Cuando el pueblo fue reunido por primera vez para que Dios les diera Su palabra, Él les dio muchas advertencias, diciendo: “No dejes que el pueblo suba al monte, ni que toque su base. Sea hombre o animal, nadie se acerque. Aun si miran desde abajo del monte, asegúrate de que estén entregados por tres días y no permitas que nadie toque lo inmundo”. Lo que Dios estaba demostrando era que Él es inaccesible y el Santo al cual los pecadores no pueden acercarse. Y esta es una verdad que debe ser recordada por siempre. A Dios no se le puede tomar a la ligera. No se puede simplemente subir a Él para contender o siquiera mirarlo.

Cuando las mujeres se encuentran con violadores u ofensores así, no deben mirarlos directamente a los ojos. Tienen que apartar la mirada si quieren salvar su vida. No deben hacer contacto visual. Una vez que hacen contacto visual, eso provoca al violador u ofensor. El contacto visual despierta tanto temor como el impulso de hacer algo, por eso las mujeres nunca deben hacer contacto visual. Hay muchos casos donde el violador u ofensor tenía la intención de dejar a su víctima en libertad después de robarle o algo así, pero como la víctima hizo contacto visual, el ofensor fue tras ella y la mató.

Tales ofensores no dejarán libre a su víctima una vez que haya hecho contacto visual. Dios no es alguien con quien un pecador pueda hacer contacto visual. De hecho, ni siquiera pueden acercarse a Él. Dios dijo que, si alguien tocaba el monte, sería apedreado hasta la muerte, incluso sin que nadie le pusiera la mano encima. Sea hombre o animal, moriría. Dios es temible. Es tan temible que las personas que observaban desde lejos estaban temblando y rogando no tener que presenciar más aquella escena.

¿Y qué más dijo Dios? Dijo: “No dejes que suban, porque caerá multitud de ellos”. Dios no tiene ningún deseo de matarlos. Pero cuando traspasan y violan ese límite, Dios no puede evitar irrumpir contra ellos. Él se desata y los destruye. Sé que este no es el ejemplo más ideal, pero ¿han oído hablar del hombre lobo? Hay una película basada en esa historia. Se convierte en lobo cuando sale la luna y ataca y mata a la gente. La mujer que ama estaba con él, pero él ve que la luna está saliendo. Entonces, ¿qué le dice? Le dice que huya rápidamente antes de que salga la luna. Le suplica que se vaya rápido. Pero la luna sale, y él se transforma en lobo y hiere a la mujer. No puede evitarlo.

De la misma manera, si el hombre quebranta la Ley de Dios, aunque Dios no tenga intención de hacerle daño al hombre y más bien quiera salvarlo, Él se desatará contra él. Por eso advierte que no quebranten la Ley. Porque serán destruidos. Les advirtió muchas veces que no se acercaran porque temía que muchos murieran y ocurriera una masacre. Le dijo a Moisés: “Ve y advierte al pueblo, no sea que traspasen para mirar al Señor, y de muchos de ellos perezcan”. Le dice a Moisés que les dé una advertencia severa. Adviérteles severamente que no se acerquen.

Así que, originalmente, Dios es alguien así. Si nos acercamos a Él, los pecadores como nosotros somos el tipo de seres que simplemente mueren, mueren al instante. Como una polilla que salta al fuego y muere. Dios sigue siendo así. Es más, da aún más temor que eso. Entonces, Dios no actúa según sus propias emociones de esta manera, sino que actúa según sus propias leyes. No por sentimiento, sino por ley, conforme a Su propia promesa. ¿Les gusta eso o no? ¿Desean que Dios actúe según Sus sentimientos o por la ley? Si actúa según Sus sentimientos, no tendríamos idea de cómo debemos vivir. Todo dependería del estado de ánimo de Dios, simplemente según el momento.

El tipo de padres que dificultan el aprendizaje y desarrollo correcto de sus hijos son aquellos que no tienen principios, de modo que regañan o elogian a sus hijos según su estado de ánimo. Incluso ante la misma acción, a veces los regañan y otras veces no. Todo depende de cómo se sientan en ese momento. Si eso sucede, los hijos no saben cómo deben comportarse. De la misma manera, Dios no nos tratar según Sus emociones. No es que seamos salvos cuando Dios está de buen humor, pero no si está de mal humor. Dios hace todo conforme a Su justicia.

Pero muchas personas malinterpretan a Dios como si actuara según Sus sentimientos. Por eso, cuando están desanimadas, piensan: “¿Será que Dios me ha abandonado?”, o incluso dudan de si Dios realmente las ama. Eso es absurdo. Dios actúa conforme a Su Ley, Su justicia. Todos merecíamos perecer conforme a Su Ley. Pero Dios no arremete contra nosotros ni se desata sobre nosotros. ¿Por qué? ¿Qué hay en mí? Jesús está en mí. Pero antes de eso, la sangre de Jesús está en nosotros. Por eso dice: “Y veré la sangre y pasaré de vosotros”. Porque tenemos Su sangre y confiamos en los méritos de Su sangre, la ira de Dios pasa por alto.

Aunque seamos impertinentes, ilegítimos y despreciables, si tenemos la sangre, ¿Dios pasará por alto o no? Sí, lo hará. Dios actúa con justicia según Su Ley. Aunque Él quisiera aborrecer a alguien, no puede evitar amarlo. ¿Por qué? ¿Porque tiene a quién? Tiene el nombre de Jesús, la sangre de Jesús, el mandamiento de Dios. Puede que sea una persona despreciable, y otros piensen cómo es posible que Dios lo ame. Pero si esa persona obedece la palabra de Dios, Dios lo ama. Dios se manifiesta conforme a Su Ley.

Por eso podemos presentarnos con valentía delante de Dios. Si Dios fuera frívolo y cambiara de parecer todo el tiempo, podría perdonarnos un momento por tener la sangre de Jesús, pero al siguiente enojarse con nosotros. ¿Qué pasaría entonces? No tendríamos ninguna posibilidad. Pero Dios no es así. Él pasa por alto a cualquiera que tenga la sangre de Jesús; a quien tenga el nombre de Jesús lo llama suyo y lo ama. ¡Cuán agradecidos estamos por nuestra fe y cuánta paz tenemos! Ya no necesitamos preocuparnos por esto. Si tengo la sangre de Jesús, no tengo que preocuparme por si soy salvo o no, ni estar revisando el estado de ánimo de Dios cada día para ver qué podría hacer.

Cada vez que tendemos la ropa para secar, primero revisamos el clima, ¿verdad? Vemos cómo estará el clima, si hará sol o estará nublado. Y según eso, puede cambiar lo que hagamos ese día. Si Dios fuera cambiante y tuviéramos que verificar Su condición cada vez, ¿cómo podríamos sobrevivir? Estaríamos temerosos de que hoy nos reprenda, aunque ayer nos haya elogiado. Sin embargo, Dios es inmutable. Ni siquiera tiene sombra de variación. Siempre es el mismo. Es justo. Así que quien tiene la sangre de Jesús se convierte para siempre en Su hijo, y Él le da el nombre de Jesús y el Espíritu Santo para que sea amado por Dios y haga las obras de Dios. No necesitamos ser inconstantes en nuestra vida de fe. Tenemos paz.

En Lucas 1 dice que Dios envió a Jesucristo para que le sirviéramos en paz; para que adoremos a Dios por siempre con gozo y sin temor. Ahora que hemos recibido la gracia de adorar al Dios temible con tanta paz y gozo, sirvámosle. Dios es verdaderamente justo y obra conforme a Su justicia. ¡Tengo la sangre de Jesús en mí! ¡Aleluya!

Gracias, Dios. Dios es tan temible que el pueblo no podía mirarlo, y se establecieron límites que no podían traspasar. Pero nosotros vamos a Dios todo el tiempo y lo besamos. Lo besamos, nos aferramos a Él y clamamos Su nombre. Imagínese que un día mi hijo me llamara, “¡Ki Taek!” ¿Cómo se atrevería? Pero nosotros llamamos el nombre de Dios todos los días. Gritamos, “¡Jesús!” ¡Cuánto agradecimiento sentimos por eso! Oremos para que podamos servir a Dios con este gozo.

Gracias, Padre Dios, por permitirnos servirte en santidad y justicia en Cristo Jesús sin ningún temor. Dios Padre, así como grande y temible eres Tú, ayúdanos a honrarte, amarte y adorarte. Hemos orado en el nombre de Jesús. Amén.