Servicio del Día del Señor del 3 de noviembre del 2024

Pastor Sung Hyun Kim

Una persona quedó atrapada en una cueva parecida a un laberinto. En la oscuridad total, intentó desesperadamente encontrar la salida, pero fue en vano. Con el tiempo, comenzó a adaptarse a vivir en la oscuridad. ¿Pasaron meses, tal vez años? Un día, divisó desde lejos una luz. Al caminar hacia ella encuentra la salida. Justo en el momento en que estaba a punto de salir, la intensa luz del sol cegó sus ojos. Era doloroso. Y el no poder ver no era tan diferente de estar dentro de la cueva. “¿Qué hago?” Comienza a debatir entre la vida en la cueva y la vida que le esperaba afuera. Al recordar los momentos difíciles pero familiares dentro de la cuerva, incluso los recuerdos de jugar con las ratas le parecieron entrañables. Finalmente, decide regresar a la cuerva.

Aunque esta historia es ficticia, refleja nuestra realidad. Aunque la luz hace doler nuestros ojos momentáneamente, debemos resistir. Sin embargo, muchas veces consideramos que lo que ya conocemos es bueno y volvemos al camino antiguo, como si fuera un autorretrato. Dios nos ha dado Su luz para salvarnos. Lo que Él espera es que conozcamos nuestra situación y confesemos: “¡Era completa oscuridad! ¡No puedo evitar el castigo eterno del infierno!” Porque solo así podremos deshacernos de esto y volver a Dios.

Sin embargo, muchos se rehúsan a aceptar la luz. No desean que la luz exponga sus corazones, pensamientos, acciones y realidades manchadas de pecado. Esto no excluye a los creyentes. El Señor dijo: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.” (Jn 3:19-20). La luz es la justicia de Dios, y es Su ataque que expone el pecado y la injusticia en cada persona.

Si deseamos ser libres del poder de Satanás y regresar a Dios, si deseamos recibir el perdón de los pecados y obtener la herencia eterna, debemos aceptar el ataque de esa luz. En el pasado éramos oscuridad. No éramos simplemente víctimas del sistema de Satanás, sino participantes activos de ese sistema. A pesar de esto, creíamos que éramos libres, engañados por la poderosa arma de Satanás, la mentira. Vivíamos siendo sus marionetas sin darnos cuenta de que estábamos siguiendo sus mismos pasos.

Pero ahora somos luz en el Señor. Estas son las palabras que Aquel que vino como luz del mundo dijo personalmente “Vosotros sois la luz del mundo.” (Mt 5:14). Esto no significa solo que pertenecemos a la luz, sino que nosotros mismos somos luz. Por lo tanto, nuestra personalidad debe reflejar la dignidad, la orientación y la justicia del Señor, quien vino al mundo para salvar. No es suficiente con decir: “Estoy rodeado de luz. Asisto a la iglesia.” Seamos personas que emiten la luz hacia el mundo. Ya que hemos recibido por gracia esta nueva identidad de ser hijos de luz, asumamos ahora la responsabilidad y deber que conllevan.