Servicio del Día del Señor del 29 de septiembre del 2024

Pastor Sung Hyun Kim

El hecho de que los hijos se perezcan a sus padres es completamente natural. Sobre todo, los hijos heredan los genes de sus padres, por lo que biológicamente tienen características similares a ellos. Además, los hijos observan y aprenden de las acciones de los padres a medida que crecen. Cuando un bebé nace en el mundo, al principio no sabe qué tiene que hacer ni cómo hacerlo, pero mientras crece rodeado del amor de sus padres, observa e imita sus acciones, aprendiendo así la manera de vivir. Por lo tanto, es natural que los hijos se parezcan a sus padres. Especialmente si un hijo comprende plenamente cuánto amor le han dado sus padres y siente gratitud por ello, no podrá evitar parecerse más a ellos.

Nosotros somos hijos de Dios. Por lo tanto, debemos imitar a Dios como corresponde a los hijos que han recibido Su amor. Dios, quien es benigno y lleno de misericordia, nos perdonó sin ninguna condición, aun cuando lo habíamos rechazado. Además, para perdonarnos, Dios sacrificó a Su Hijo como ofrenda. ¿Quién podría dudar del amor de Dios o cuestionar la sinceridad de ese amor? Lo que nosotros, como hijos de Dios, debemos imitar es precisamente ese amor, y sin ese amor, nunca podríamos practicar el perdón incondicional.

¡Perdona hasta setenta veces siete! Esta palabra parte del hecho de que Dios a redimir todos los pecados de la humanidad, no solo algunos, sino todos los pecados. Entre esos pecados también incluye los pecados que nuestros hermanos comenten al causarnos dolor. El Señor ya ha pagado el precio de esos pecados. Entonces, ¿es correcto que tomemos venganza por esos pecados? Si lo hacemos, estaríamos volviendo a llamar el problema que Dios ya revolvió a través de Cristo, lo cual equivale a ignorar y desvalorizar el sacrificio de Cristo.

El perdón de Dios muestra cuán profundo es Su amor. Del mismo modo, la forma en que perdonamos muestra cuanto estamos amando. El Señor nos dice: “Tened entre vosotros ferviente amor.” Esto significa que tenemos que perseverar para amar, incluso si es difícil y doloroso. Alguien puede ser grosero con nosotros, tratarnos con hostilidad o herirnos. En tales situaciones, no debemos pelear con esa persona, sino soportar con paciencia teniendo en mente el bienestar de la iglesia. Por supuesto, esto no significa que debamos tolerar acciones que pongan en peligro la estabilidad o la supervivencia de la iglesia; estas acciones deben ser detenidas de manera adecuada. Pero en situaciones que no sean como estas, debemos ser pacientes. Recordemos el amor de Dios, que nos soportó, y esforcémonos por amar nuestros hermanos con ese mismo amor.

Esto no es algo que podamos hacer con nuestras propias fuerzas. Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo. El Espíritu Santo ayuda a quienes tienen la voluntad de obedecer la palabra de Dios y se esfuerzan en ponerla en práctica. Solo cuando hacemos este esfuerzo, el Espíritu Santo fortalece nuestro hombre interior, y la naturaleza de Dios se manifestará en nosotros. Mientras estemos en la carne, no podremos asemejarnos perfectamente a Dios. Sin embargo, podremos llegar a asemejarnos a Dios, ya que ha derramado Su amor en nuestros corazones. Dios es amor. Como hijos que han recibido Su perdón, andemos también en Su amor.