Servicio del Día del Señor del 26 de noviembre del 2023

Pastor Sung Hyun Kim

Pablo conocía claramente que el misterio de Dios, que no se hizo conocer en otras generaciones, fue revelado primeramente a él. El misterio contiene la salvación no solo de los judíos sino también de los gentiles, formando uno de los conceptos fundamentales del Evangelio. Antes de la venida del Evangelio, los judíos creían que la salvación era exclusiva solamente para los descendientes de Abraham. Por lo cual, el concepto de esparcir la salvación no existía en ellos. Pero si establecemos la premisa de que la salvación también se extiende a los gentiles, la situación cambiaria. Esto es porque si la salvación es dada a todas las naciones sin importar el linaje, entonces esparcir el Evangelio se vuelve esencial.

Esparcir el Evangelio no es simplemente un método para compartir información; es la verdad fundamental en la que demanda la acción de la obediencia y la obra que cumple con la voluntad eterna de Dios. Creer en el Evangelio y predicar el Evangelio son inseparables. Lo que se reveló como un cuerpo con el contenido del Evangelio es predicar el Evangelio. El Evangelio no fue dado como posesión, sino que se nos fue encomendado para llevarlo a otras personas.

Dios usó la personalidad y vida de Pablo para desarrollar el sistema para predicar el Evangelio. Pablo confeso sobre el llamado que recibió de Dios, diciendo: “Yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder. A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas.”

Pablo se consideró así mismo “menor que el más pequeño”, reconociendo la gran gracia de Dios que le encomendó la obra de desarrollar el sistema para esparcir el Evangelio. Lo más impactante de esto es que Dios usa a los pecadores para realizar esta obra. En efecto, todos somos pecadores, pero lo más importarte es si uno acepta la justicia de Dios y la injusticia de uno mismo. La persona que cree que es justa termina tapando la gracia de Dios, llevándolo a no tener ningún fruto por predicar el Evangelio. En cambio, la persona que se arrepiente manifiesta la justicia de Dios, permitiendo que el poder de Dios, que resucito a Jesucristo de la muerte y lo ascendió al cielo, obren en ellos. El poder permite que los individuos, que antes eran hijo del diablo, sean transformados en personas justas que se asemejan a Dios.

Dios no solo hizo que Pablo proclamara las inescrutables riquezas de Cristo, sino que también hace que forme la base para predicar y enseñar sistemáticamente a todo el mundo. El predicar el Evangelio es la responsabilidad que Dios ha encomendado a la iglesia. Por lo tanto, no solo debemos considerar predicar el Evangelio individualmente con nuestras bocas, sino también considerar como toda la iglesia puede ser una y llevar sistemáticamente la obra que Dios nos ha encomendado. Contengamos nuestros deseos y mentiras con el poder de Dios y reunamos nuestras fuerzas para que toda la iglesia sea una y complete el sueño de Dios.