2016.12.11 – A tu prójimo como a ti mismo
in SermonesA tu prójimo como a ti mismo
(Mateo 22:34-40)
Dios
Es Padre.
Él,
Así como ama al Hijo, (Mateo 3:17)
Amó al mundo, es decir a los espíritus del mundo. (Juan 3:16)
De la misma manera
Entregó su mandamiento al mundo, es decir la Ley y los profetas. (Mateo 22:40)
Él mando “ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Y, ‘como te amas a ti mismo”.
Los padres aman a sus hijos como a sí mismos,
Esta es la naturaleza de todas las criaturas. (Mateo 7:11)
Por lo tanto,
Si no amamos al prójimo como a nosotros mismos,
Es decir como a hijos, estamos violando el mandamiento.
Aunque la Ley es para la carne (Mateo 5:17-)
No pues ser abrogada, (Apocalipsis 12:17)
Y así como Jesús no escatimó su cuerpo
El Espíritu Santo habita en lo profundo de nosotros (1 Juan 4:13)
De esta manera la vida está en el espíritu.
La verdadera fe
Debe tener vida. (Juan 14:6)
○ El amor no tiene límites,
Tiene carácter materno
Y es celestial.
○ Si hay amor no hay mentiras.
En el amor materno no hay engaño,
Es igual al amor de Dios.
○ Quien recibe la gracia, conoce el verdadero amor.
Por lo tanto, amados,
La vida de fe es la realización del amor.
※ Amemos,
Amemos al prójimo como a nosotros mismos
Esta es la corona de nuestro espíritu.
Mateo 22:34-40
34 Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.
35 Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo:
36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
38 Este es el primero y grande mandamiento.
39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Resumen
A tu prójimo como a ti mismo
(Mateo 22:34-40)
Cumpla con el mandamiento y disfrute de la vida eterna
Dios es nuestro Padre. Nosotros quienes no conocíamos sobre Dios, al creer en Jesucristo nacemos de nuevo siendo hijos de Dios y llamamos a Dios, Padre. De la misma forma como los padres aman a sus hijos, Dios nos ama. Las palabras de que hemos sido hijos de Dios es lo mismo a que somos quienes han recibido el amor de Dios. Nuestra fe es creer en el amor que Dios tiene para nosotros. La fe que no cree en el amor de Dios no es más que una hipocresía. El que es hijo de Dios tiene que conocer el amor de Dios.
El hombre originalmente no puede recibir el amor de Dios. Los animales al igual que el hombre, fueron creados del polvo de la tierra. Obviamente en cuanto al intelecto, voluntad y emociones el hombre es un ser superior a los animales. Sin embargo, no importa que tan superiores sean, pero si no tiene espíritu no puede atraer la eterna atención de Dios. Aunque en los tiempos de Noé por medio del diluvio murieron muchas personas, esta es la razón por la cual Dios no tuvo lastima por ellos. Para Dios los que no tienen espíritu no tienen nada de diferente a los animales.
Cuando el hombre se fructificó y se multiplicó llenando la tierra, Dios escogió a uno entre ellos y le sopló el aliento de vida haciéndolo un ser viviente. Por medio de esto, las personas se convirtieron en seres espirituales que pueden tener comunión con Dios. De la misma manera como la carne come para mantener la vida, el espíritu también necesita del alimento para vivir. Por eso, Dios le dice a Adán, quien fue un ser espiritual, “Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás (Génesis 2:17).” Esto significa que si no cumple con este mandamiento el espíritu morirá.
Adán siendo engañado por el diablo desobedeció el mandamiento, y al ser espiritual murió su espíritu. Aunque en la carne la muerte signifique la extinción, para el espíritu que no se extingue por la eternidad la muerte significa el castigo eterno. Con tan solo ver la escena en la cual los demonios temblando de miedo ruegan a Jesús, podemos saber que tan horrible es el castigo eterno. Como Dios no quiso que el hombre cayera en ese estado, envió a su Hijo unigénito que estaba en su seno a la tierra para salvar al hombre.
La Palabra estaba con Dios desde antes de la eternidad. Esa Palabra se hizo carne y vino a esta tierra, este es Jesucristo. Aunque Jesús en esta tierra experimentó la vida como hombre, en conclusión él no es descendiente de Adán. Él es el Hijo de Dios quien no tiene ninguna relación con la sangre de Adán. Vuelvo y repito, a diferencia del primer Adán quien cayo Él no tiene pecado.
El hecho de que Dios envió a Jesús a esta tierra es igual a que se allá enviado así mismo. Jesús es la imagen de la sustancia de Dios. En otras palabras, el conocer a Jesús es conocer a Dios, y el ver a Jesús es ver a Dios. Toda palabra, mandamiento, y poder de Dios están dentro de Jesús. Desafortunadamente, al igual como los Israelitas en el pasado tuvieron a Jesús ante sus ojos y no le reconocieron, hoy en día también hay muchos casos en que las personas menosprecian a Jesús pensando de acuerdo a su parecer, “Dios debe ser de esta forma”.
Lo que nosotros tenemos que conocer ciertamente, es la verdad que sin conocer a Dios no podemos tener vida eterna. Cuando el hombre espiritual no puede tener la vida eterna significa el castigo eterno. Jesús es la fe que Dios envía entre la humanidad. Nosotros para poder obtener la salvación y disfrutar de la vida eterna tenemos que tener la fe que Dios nos dio.
También un bebé quien nació en un estado saludable al ser suministrado continuamente con alimento puede mantener su vida. De esta misma manera, la persona que cree en Jesús y vive espiritualmente tiene que recibir continuamente el suministro del alimento espiritual. Esta es la razón por la cual nos ordena, “¡Beban mi sangre y coman mi carne!”. Lo que nosotros necesitamos no es depender por un instante en la palabra de Dios. Lo que nosotros necesitamos es que Jesús este en nuestro interior.
Amemos con el amor maternal
El alimento que Dios da a nuestro espíritu que fue vivificado por los méritos de Cristo es el mandamiento de amar (Juan 13:34). El mandamiento no son palabras que escuchamos levemente y dejamos pasar. El resultado de la desobediencia de Adán al mandamiento, fue que toda la humanidad heredo el castigo eterno. Aún las personas sabiendo sobre esto hoy en día siguen menospreciando al Señor. Lo que nosotros tenemos que saber ciertamente, es la verdad de que si una persona cumple minuciosamente los diez mandamientos, pero si no cumple con el nuevo mandamiento todo ese esfuerzo no tendrá ningún beneficio.
El amor es la característica de Dios. La persona que recibido el perdón de pecados, es hecho hijo de Dios, bebió y comió de la sangre y carne de Jesús, tiene que manifestar las características de Dios. La característica de Dios es manifestada cuando practicamos el amor. El practicar el amor de Dios no simplemente es tener simpatía por alguien y mostrar nuestras buenas intenciones. Uno de los elementos más importantes en practicar el amor es el “continuo sacrificio”. Las buenas intenciones demostradas solo una vez no pueden dar fruto al amor perfecto.
Jesús dijo, “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” El amar al prójimo como a ti mismo significa amar como la madre ama a su hijo. La forma de amar a alguien como a nosotros mismos es algo que podemos encontrar en el amor de la madre hacia sus hijos. En pocas palabras, para practicar el amor perfecto tenemos que tener amor maternal. También al evangelizar debemos tener el corazón de madre y así tendremos frutos.
Este es un caso que experimenté cuando era joven. Un pastor vino a buscarme y me pidió el favor de orar por su hijo. Esto era porque los pies de su hijo estaban pudriéndose. Cuando llegamos a su casa desde el patio podíamos oler un olor muy desagradable. Fue asqueroso ver el aspecto del joven con excremento de vaca puesto en la herida, lo cual era uno de los remedios utilizados en el pasado. Luego de poner mi mano en el hombro del joven que agonizaba comencé a orar y se me paso por la cabeza, “¡Si yo fuera la madre de este joven! ¡Si yo fuera la madre de este joven!”. Yo puse mis dos manos en los pies del joven y comencé a exprimir el pus de los pies. Cuando el pus comenzó a subir de la área afectada continuamente se me venía a la cabeza, “Tengo que lavar rápido mis manos. ¿Qué tal me contagie?”. Yo para borrar estos pensamientos, me esforcé más en orar.
Recordé que mi abuela cuando yo era pequeño y tenía un tipo de grano en el cuerpo ponía sus labios en la herida y succionaba el pus. En ese momento en mi espíritu subió un sonido como, “¡Chupa!” Yo en ese mismo instante me arrodille y puse mis labios en la herida. Y comencé a succionar el pus. Seguí succionando hasta que la roja sangre saliera. Los padres y los vecinos que estaban viendo al joven lloraron sin cesar. En esa noche el joven se arrepintió por su maldad. Él quien odiaba la pobreza de su padre por ser Pastor, que negaba la vida de fe, se arrepintió por aquello, y luego él también fue a la escuela de teología.
Este otro suceso ocurrió cuando dirigía un avivamiento en la iglesia. Cuando estaba imponiendo manos en los enfermos, vino el turno de un muchacho. Ese muchacho tenia puesto un sombrero. Aunque el muchacho decía que pusiera las manos arriba del sombrero, yo insistí que se quitara el sombrero. Me asuste al ver el aspecto del joven debajo del sombrero. El muchacho era leproso. Aunque pensé que hubiera sido mejor si no le hubiera obligado para que se quitara el sombrero, pero vencí este pensamiento y puse mis manos en su cabeza. Ore fervientemente para que el sentimiento de querer escapar de ese joven se fuera de mi corazón.
Luego de esto cuando iba a poner las manos en la persona siguiente, me di cuenta que también tenía lepra. Ella era la madre del que acababa de imponer las manos, pues se había contagiado por cuidar a su hijo leproso. Yo en mi interior seguí diciendo, “¡Si yo fuera la madre de esta persona! ¡Si yo fuera la madre de esta persona!” “¿Si yo fuera la madre de esta persona que tiene lepra no la abrazaría en mis manos?” Por lo que así ore mucho tiempo por aquella mujer. Luego de un mes, cuando dirigía otro avivamiento en esa región ese joven que era leproso también había venido. Ese muchacho vino hacia mi quitándose el sombrero y me dijo, “Profesor, sople en mi cabeza”. Yo con mis labios sople en la cabeza del joven. En ese instante el sonriendo me dijo, “¡Ah, que calor!” Lo que había sucedido fue que el sentido sensorial había vuelvo en la piel donde antes no había por la lepra.
La persona que es herida con la espina de un árbol de espinas tratará de torcer esa espina. Sin embargo, si fuera la madre del árbol de espinas no podría actuar de esa manera. Si no tiene el amor maternal no podrá amar. Sin el amor maternal el sacrificio continuo es imposible. El amor maternal es algo que viene del cielo (dado por Dios).
No importa que tan buenas obras haga una persona y acumule su justicia con ellas, pero esto no lo puede salvar. Solo la justicia de Dios puede salvar el espíritu del hombre. La justicia que Dios nos da es el mandamiento de Jesucristo. Cuando Adán menospreció el mandamiento, Dios hizo morir a su Hijo para pagar el precio. El mandamiento, Jesús, es la última oportunidad que Dios nos da. Nosotros no debemos dejar esta última oportunidad. Si creemos en Jesús tenemos que cuidar su mandamiento. Tenemos que tener el amor maternal. Cuando amamos con el amor maternal el prójimo cambiará y la iglesia crecerá. Obtengamos el amor maternal que Dios nos está dando. Amemos al prójimo como a nosotros mismos.
Carta de Simuón
Mirando atrás en mi vida a la edad de ochenta años, siento que he vivido una vida muy ardua. Nací cuando la península de Corea era gobernada por Japón bajo un gobierno japonés que oprimió a Corea. No solo era difícil en aquel entonces sobrevivir, incluso el gobierno japonés confiscó cualquier cosa hecha de acero, incluyendo las ollas, cucharas y hasta las perillas de las puertas. Por consecuencia tuve que usar vasijas de barro cuyo olor era tan fuerte que no podía comer bien porque impregnaban la comida. Nací en una familia muy pobre, y mis padres no tenían ninguna educación. No pude comer una merienda o helado porque mi familia no podía costear tales lujos. Podríamos decir que nací con una “cuchara de barro” en mi boca (contrario a nacer con una “cuchara de plata” = abundancia o de familia pudiente).
A través de toda mi vida nunca he escondido mi pasado, sino por el contrario, trato de mantener conciencia de él y recordarlo con claridad. Creo que Dios me ha dado muchas segundas oportunidades, y por eso trato de no perder ninguna de las oportunidades que Dios me ha dado para ser fiel en cada circunstancia. Mentir y engañar a otros es como maldecirse a sí mismo, así que uno debe ser cuidadoso.
Cuando Corea obtuvo su independencia, el ingreso promedio anual por persona era de veinte dólares. Unos años después la Guerra de Corea se desato, y es muy difícil describir el daño infligido por la guerra (por tres años y un mes). Cuando el golpe militar ocurrió, el ingreso nacional por persona era de ochenta dólares. Las personas el día de hoy se pueden quejar sobres sus dificultades para sobrevivir, incluso con un ingreso nacional anual promedio de treinta mil dólares, pero si pudieran comparar su situación con aquellas del pasado que acabo de describir, se podrían percatar cuán difícil era vivir, incluso sobrevivir en aquel entonces. ¿Habrá algo que no se pueda hacer para sobrevivir? El orgullo mismo se convierte en un lujo.
La mayoría de las personas el día de hoy sienten que sus vidas están llenas de muchas dificultades, cuando la verdad es que son como una persona insensata muriendo de hambre mientras espera bajo un árbol que una fruta caiga por sí misma. En mi opinión, todos los nacidos en esta época abandonan su felicidad aunque tengan cucharas de plata en sus bocas.
Cuando llegamos a conocer a Jesús, podemos entender cómo perseverar: sin pereza, sin vergüenza, sin mentiras o sin engaños. Entonces tendremos esperanza para vivir en este mundo. Espero que todos ustedes puedan perseverar sin importar si sus trabajos los hacen ricos o pobres.
Algunos de pronto me preguntarán cómo puedo recordar eventos que ocurrieron hace varias décadas atrás, pero todos los dolores de esa época han sido impregnados en todos mis huesos, y no los puedo olvidar. Estaba en el nivel social y económico más bajo. Fui un peón en mi niñez, un limpia botas, vendí navajas y pedernales, vendí palomitas de maíz y fui un obrero diurno durante la cosecha de otoño, y una y otra vez batalle con mi vida y me arrastré entre toda clase de trabajos de baja posición. En mis ojos, cuando vino el día y vi el cielo, sentí como si solo las nubes fueran las que dirigían mis sueños. No tenía ninguna posesión o ningún lugar para ir, así batalle hasta el punto de muerte para poder obtener algo de cualquier lado.
Columna de Adoración del Día del Señor
Pastor Ki-Dong Kim
Créditos
Centro Misionero de Traducción Simuón
Resumen: Pastor Ki Taek Lee
Centro Misionero de Traducción Simuón. Departamento de Castellano
Interpretación: Ministro Da Un Chung y Eun Sol Jang
Traducción: Ministro Da Un Chung, Eun Sol Jang y Richard Olivieri