Servicio del Día del Señor del 28 de septiembre del 2025
El Hijo de Dios con el poder de la resurrección
(Romanos 1:3-4)
Pastor Sung Hyun Kim
“¿El amor de Dios? Sinceramente, no lo sé muy bien. Dios está allá arriba en el cielo, y yo aquí en la tierra, luchando cada día con dificultad. ¿Realmente sabrá Dios del dolor de mi vida? Y aunque lo sepa, ¿le importará de verdad?” Muchas personas piensan así. Pero hay un hecho que destruye por completo esa duda: el Hijo de Dios dejó toda la gloria que había disfrutado desde la eternidad y se hizo hombre. El hecho de que Dios se haya hecho hombre significa un cambio total e irreversible. ¿Dice que el amor de Dios es algo abstracto? No lo es. A causa de ese amor, Dios mismo descendió hasta este lugar donde hoy nosotros ponemos los pies.
¿Por qué Aquel que es igual a Dios tuvo que venir a esta tierra? Él renunció a todos sus privilegios y a toda su gloria divina, y se humilló a sí mismo tomando el lugar de Hijo que obedeció hasta la muerte. Esto no fue un gesto simbólico. Él se cansó como nosotros, tuvo hambre como nosotros, y sufrió como nosotros. Además, vio las tristezas, las cargas y las decepciones de la vida, así como todas las mentiras que llenan el camino humano, y conoció la condición miserable y trágica de una vida que no puede sostenerse sin la gracia de Dios. ¿Aun así sigue dudando de Dios? Él conoce nuestra vida más profundidad que nosotros mismos.
“Aun así, ¿cómo puedo estar seguro que esto es verdad?” Es una buena pregunta. Y aquí está la evidencia decisiva: la resurrección. El poder para vencer la muerte pertenece solo a Dios. Solo quien creó la vida puede sobrepasar la muerte. Los hombres crucificaron a Jesús, pero Él resucitó al tercer día. Con esto, toda duda desaparece. Él es verdaderamente el Hijo de Dios, verdaderamente quien puede resolver nuestro problema del pecado y verdaderamente quien puede darnos la vida eterna. La resurrección es el certificado oficial y definitivo que manifeesta que Jesucristo es Dios.
Lo más asombroso es que, aunque el Hijo de Dios se hizo hombre, nunca dejó de ser Dios. Una vez Él durmió profundamente en una barca sacudida por las olas, porque había ministrado todo el día y estaba completamente agotado, como cualquier otro ser humano. Pero cuando ordenó a la tempestad: “¡Calla, enmudece!”, el mar se calmó. Y cuando fue crucificado, aun en medio de un dolor extremo y derramando sangre, le dijo al pecador que estaba a su lado: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, concediéndole la vida eterna. Él es plenamente hombre, por eso puede comprender todos los dolores de la vida humana, y es plenamente Dios, por lo que puede salvarnos de todos esos dolores.
A la pregunta, “¿Qué tiene que ver Dios conmigo?”, Él mismo dio esta respuesta: “El Señor Jesucristo”. Jesús es el Salvador que se entregó a sí mismo como sacrifico para salvarnos del pecado. Cristo es el Sumo Sacerdote que resolvió el problema del pecado con un solo sacrifico. Nuestro Señor es el Soberano que nos protege por la eternidad y nos guía hacia su reino eterno. El Señor Jesucristo no mira nuestra vida con indiferencia. No dija: “Aun así, creo que esto no es para mí.” Dios se hizo hombre por usted, murió por usted, y resucitó por usted. Esto es el evangelio.

