La perseverancia de la fe
Entonces se levantó Rebeca y sus doncellas, y montaron en los camellos, y siguieron al hombre; y el criado tomó a Rebeca, y se fue. Y venía Isaac del pozo del Viviente-que-me-ve; porque él habitaba en el Neguev. Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde; y alzando sus ojos miró, y he aquí los camellos que venían. Rebeca también alzó sus ojos, y vio a Isaac, y descendió del camello; porque había preguntado al criado: ¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros? Y el criado había respondido: Este es mi señor. Ella entonces tomó el velo, y se cubrió. Entonces el criado contó a Isaac todo lo que había hecho. Y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer, y la amó; y se consoló Isaac después de la muerte de su madre. (Génesis 24:61-67)
Según la promesa de Dios, Abraham engendró un hijo llamado Isaac. Él creció y llegó el momento de casarse. No se casó ni siquiera hasta que tuvo cuarenta años. Como su madre ya había fallecido y él mismo tenía cuarenta años, debió haberse sentido bastante solo. Andaba vagando solo por los campos. Mientras el sol se ponía, estaba completamente solo deambulando tristemente. Seguramente se sentía solo y extrañaba a su madre también. Sin embargo, no se casó ni siquiera hasta entonces. Y había una razón para eso. Si hubiera querido hacer lo que le parecía, probablemente ya se habría casado. No es que necesitara un título universitario o tenía que preparar una cada; era un pastor que cuidaba el rebaño. Normalmente se casan a los dieciséis años y tienen hijos. Pero la razón por la que no se casó, aunque tenía cuarenta años fue porque su padre no quería que encontrara esposa en la región donde vivían. Eso también era la voluntad de Dios. Así que Abraham envió a un siervo a su tierra natal – Ur de los caldeos – para encontrar una mujer para su hijo. Y una mujer llamada Rebeca fue traída de allí para que Isaac se casara con ella cuando tenía alrededor de cuarenta años.
Había una razón clara por la cual Abraham envió a un siervo a su tierra natal para encontrar una esposa para su hijo. Cuando Dios llamó a Abraham para salir de Ur de los caldeos, le dijo que dejara su país, su familia y la casa de su padre. Al hacerlo, se convirtió en un forastero. Fue separado de todos sus parientes, de la cultura y la civilización a la que estaba acostumbrado, así como de las tradiciones y costumbres a las que pertenecía, todos los dioses que adoraban y toda la influencia familiar. Dios hizo que se volviera un forastero para que solo recibiera la guía de Dios. También fue para que Abraham se convirtiera en un hebreo que confía únicamente en Dios en momentos en que está perdido y no sabe a dónde ir ni qué hacer en una tierra extranjera. Sin embargo, si Isaac encontraba esposa en la tierra de Canaán, entonces todo el sufrimiento que Abraham pasó sería en vano.
Supongamos que Isaac encontraba una mujer hermosa en Canaán. Entonces su padre y su madre también vivirían en Canaán. Sus abuelos vivirían allí también, así como sus parientes —tíos, tías, sobrinas y sobrinos. Todos vivirían en la misma zona. Si fuera así, Abraham e Isaac también se convertirían en sus parientes y, en última instancia, serían influenciados por esas personas y seguirían sus culturas. Dios había hecho todo eso para convertir a Abraham en un forastero y lo sacó de Ur de los caldeos. Pero si se establecían en Canaán, el plan de Dios no se cumpliría. Así que incluso al elegir una esposa para Isaac, ella también tenía que ser una forastera. Por eso Abraham envió a un siervo a su tierra natal, donde había vivido, para encontrar una esposa de allí. Al igual que Isaac, Rebeca empieza a vivir como una forastera y extranjera en la tierra de Canaán. Y tal como lo hizo su padre, Isaac y su esposa tenían que ser guiados solo por Dios y confiar únicamente en Sus promesas. Fueron separados de su familia y de toda intervención de parte de ellos. Eso es exactamente lo que nosotros necesitamos.
Actualmente, lo que es difícil para los habitantes del Medio Oriente en su vida de fe es que no les resulta fácil romper los lazos familiares. También les cuesta mucho separarse de su cultura. Como su religión y cultura están unidas, no pueden tener una fe separada de su vida cotidiana. Su forma de vida es su religión, por lo tanto, para ellos creer en Jesús significa tener que separarse de su estilo de vida. Así que, a menos que dejen a su familia y su país, es casi imposible que puedan creer en Jesús. Por eso no es fácil predicar el evangelio en el Medio Oriente.
Si el Pastor Ki Dong Kim hubiera tenido siquiera una persona en su familia que creyera en Jesús, es decir, si su familia hubiera sido cristiana por algunas generaciones, empezando por su abuelo y luego su padre, entonces le habría sido difícil convertirse en el fundador del Movimiento de Berea. De hecho, ni su padre, ni sus tíos, ni nadie de la generación de su abuelo eran cristianos, excepto una tía que creía en Jesús, pero que tenía poca influencia. Así, el Pastor Kim llevó su vida de fe sin ninguna influencia de la tradición o de una teología preexistente. En lugar de eso, leía la Biblia diligentemente por sí mismo, y por eso pudo ser guiado únicamente por el Espíritu Santo. Más adelante se graduó de un seminario presbiteriano, pero si hubiera fundado una iglesia presbiteriana, habría estado sujeto a muchas restricciones impuestas por dicha denominación, y por lo tanto no habría podido liderar el Movimiento de Berea.
Aunque se graduó de un seminario presbiteriano, fundó una iglesia bautista. Las iglesias bautistas imponen relativamente menos restricciones. Sin embargo, como todavía existen ciertas limitaciones dentro de la denominación bautista, él decidió salir de allí. Y entonces estableció la Iglesia Cristiana Bautista del Sur con el fin de liderar este movimiento de fe que nosotros seguimos. Por lo tanto, si ahora fuésemos a afiliarnos a otra denominación u organización, habría que considerarlo con mucho cuidado, ya que podría convertirse en un obstáculo para nosotros.
Para iniciar un movimiento de reforma, es imprescindible tener una separación completa. ¿Existe alguna otra reforma parecida a nuestra fe? Enterramos a nuestro viejo ser y nos convertimos en una nueva persona en Cristo; entonces, ¿puede haber una reforma como esta? Nos desligamos completamente de nuestro pasado. ¿Qué es el bautismo? Significa enterrar al viejo ser. Teníamos cosas que nos gustaban, que amábamos, que disfrutábamos, en las que encontrábamos placer. Teníamos nuestro propio mundo; mi mundo. Enterramos todas estas cosas. Si decimos que hemos enterrado a nuestro viejo ser, pero conservamos lo que amábamos en el pasado, esas cosas pueden convertirse en un lazo para nosotros. Yo solía tener cosas que atesoraba —relatos, poemas, dibujos y música que había escrito— frutos de mi angustia y de momentos en que me sentía perdido. Y de alguna manera solía disfrutarlos. Pero los quemé todos. A veces, cuando los recordaba, lamentaba que ya no existieran. Tenía un libro entero lleno de música que yo había compuesto. A veces me parecía una lástima que se hubieran perdido. Así que fue bueno haberlos quemado.
De esta manera, se trata de romper con los atributos del viejo ser. Así también, cuando un hombre y una mujer se casan, es bueno que vivan separados de sus padres. También es un mandamiento del Señor: “Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Así como Abraham dejó su tierra natal para comenzar su camino de fe, también es necesario dejar la casa del padre y la familia. Después de eso, es importante que construyan una familia guiada por el Señor Jesús. De la misma manera, debemos cortar firmemente todas las relaciones que pertenecen a este mundo, e incluso enterrar nuestro viejo ser con sus pasiones y deseos, para poder llevar una vida de fe adecuada. Entonces podremos avanzar.
A medida que las personas viven su vida de fe, algunos están indecisos, inclinándose todavía hacia el mundo y sus culturas, por lo cual no logran tener solamente la guía de Dios. Especialmente hoy, en que todos tienen un teléfono inteligente, estamos aún más expuestos a esas culturas. Como vivimos en tiempos en los que internet está en nuestras manos —las noticias, la televisión y la red están siempre a nuestro alcance—, tenemos mayor exposición al mundo. Como resultado, podemos oír mucho mejor los mensajes que provienen del mundo. Deberíamos mantenernos alejados de ellos, pero en lugar de eso, nos estamos acercando más, haciendo que nuestra vida de fe sea cada vez más difícil.
Para llevar una vida de fe exitosa, definitivamente necesitamos tener dominio propio sobre estas cosas. Debemos estar apartados del mundo para ser santos. El Señor nos dijo que saliéramos de en medio de ellos y nos apartáramos de los gentiles. Además, les dice a los santos que incluso salgan de en medio del pueblo y se aparten para ser Sus hijos. Luego, a quienes llegaron a ser Sus hijos, les dice que se aparten y se conviertan en Sus discípulos. Aunque muchos han llegado a ser discípulos, aun a ellos les dice que se aparten, que tengan poder y sean santos. Debemos ser capaces de negar nuestro pasado y salir de allí.
Por tanto, nuestra vida de fe debe ser guiada por el Espíritu Santo en todo momento y hora, para que nuestra fe no se vea obstaculizada en recibir la guía de Dios. Cuando tenemos la guía del Espíritu Santo, nuestra vida de fe se vuelve agradable y gozosa. La manifestación del Espíritu Santo verdaderamente trasciende la imaginación del hombre, trayendo a nosotros aquello que nunca podríamos comprender. Y para que tengamos la guía del Espíritu Santo, no podemos seguir el camino que nos marca el mundo. Más bien, debemos estar atentos, nuestros espíritus deben estar despiertos para ser guiados por el Espíritu Santo. Oremos juntos por esto.
Si examinamos a los reyes del Antiguo Testamento, vemos que comienzan obedeciendo la voluntad de Dios, como el rey David, pero hacia el final de su reinado se desvían de la voluntad de Dios, edifican santuarios y hacen lo que no debían hacer. Incluso el rey Salomón se corrompió en sus últimos años. Y podríamos preguntarnos cómo es eso posible. Parece algo extraño. Pero eso sucedió por causa de la cultura. El rey Salomón tomó muchas mujeres por esposas y concubinas. Eran mujeres de países extranjeros, gentiles. Y trajeron consigo sus muchos dioses, lo cual se convirtió en una cultura. Llegaron a formar parte de la cultura que todos adoptaron y siguieron sin sentirla ajena ni extraña.
Aunque adoraban a Dios en el templo, aun así, construyeron santuarios donde también invocaban el nombre de Jehová y ofrecían sacrificios. Como eso era una forma de cultura, desarrollaron esta cultura de adorar a Dios. No estaban adorando ídolos, sino el nombre de Jehová. Sin embargo, no lo hacían en el templo, sino en un santuario que ellos mismos habían construido por su propia voluntad en las montañas y otros lugares. Esto se impregnó en sus vidas de manera tan natural como parte de su cultura durante muchas décadas, que no se dieron cuenta del problema. Después de mucho tiempo, el hijo del rey Roboam aparentemente era un hombre que obedecía diligentemente la palabra de Dios, a diferencia de muchos de sus predecesores. Sin embargo, incluso él dejó los santuarios donde estaban. ¿Por qué? Porque era parte de su cultura, no los eliminó. De manera similar, como estamos tan expuestos a las culturas del mundo, si las aceptamos y absorbemos todas, tendríamos el mismo resultado que Israel.
Nos parece algo inaceptable cuando ahora vemos a esos reyes que recibieron ídolos en lugar de adorar a Dios, pero en realidad, nosotros estamos haciendo lo mismo. Desde que los televisores entraron en nuestros hogares, la oración comenzó a disminuir. Desde que tuvimos computadoras en casa, el culto familiar dejó de hacerse. Es lo mismo. Después de tener televisión por cable, cesaron las oraciones de la madrugada. De esta manera, al aceptar un ídolo, perdemos esa la adoración a Dios y seguimos cambiando con el tiempo en esa dirección. Es imprescindible que obtengamos fuerza en nuestro espíritu para vencer estas culturas y acercarnos más a Dios. Oremos para que nuestro Dios nos ayude mientras decidimos usar nuestra voluntad, fuerza y poder para vencer.
Padre Dios, ayúdanos a estar atentos para apartarnos de todas las culturas y placeres que solíamos aceptar sin pensar, como lo hacen los del mundo, para que podamos estar más receptivos a la guía del Espíritu Santo. Queremos usar nuestra voluntad para mantenernos alejados de estas cosas. Espíritu Santo, danos el poder y la sabiduría, y ayúdanos. Hemos orado en el nombre de Jesús. Amén.
Prédica del Pastor Ki Taek Lee
Director del Centro Misión Sungrak


