Gócese por el cumplimiento de la Palabra de Dios
Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. (Génesis 22:9-12 )
Dios le dio a Abraham estas promesas que eran muy difíciles de creer. Dios prometió: “Te daré esta tierra; tus descendientes serán tan numerosos como las estrellas del cielo; y Yo seré su Dios.” Finalmente, cuando Abraham vio cumplida la promesa —que Dios le daría un hijo—, Abraham recibió el testimonio de que todas aquellas promesas que parecían inciertas ciertamente se cumplirían. Aunque las promesas dadas parecían imposibles, él recibió el testimonio de que todas se cumplirían para él cuando tuvo un hijo. Por lo tanto, para Abraham, su hijo no era solo un hijo, sino un testimonio de la promesa de Dios.
Así que su hijo tenía que crecer bien, porque iba a convertirse en padre de muchos descendientes. Si Abraham hubiese tenido dos hijos, ambos habrían crecido, se habrían casado y tendrían muchos hijos. Pero solo tenía un hijo, y por eso Dios tendría que hacer otro pacto con este hijo, Isaac. Por lo tanto, su hijo era muy importante. Tendría que crecer bien, casarse pronto y tener hijos.
Sin embargo, cuando su hijo tenía alrededor de quince años, Dios le dijo a Abraham que lo sacrificara para Él. Pero había un problema si su hijo moría. Si él moría, ¿cómo podría cumplirse la promesa de Dios que los descendientes de Abraham serían numerosos? En esa situación, Abraham podría haber dicho: “Dios, ¿no es este el hijo que Tú me prometiste? No creo que sea Tu voluntad que lo sacrifique. Esta no puede ser la voz de Dios.” Podría haber estado en negación o haber intentado proteger a su hijo de alguna otra manera, porque si Dios prometió multiplicar sus descendientes por medio de este hijo, no lo haría morir. Sin embargo, Abraham no dijo ni una palabra y obedeció en cuanto escuchó lo que Dios le dijo. Prosiguió en obediencia sin la más mínima duda, hasta el momento en que levantó el cuchillo para sacrificar a su hijo.
¿Qué significa eso? Uno podría pensar que el amor de Abraham por Dios superaba al amor por su hijo, que no estimo hasta su hijo, sino que lo sacrificó. Pero va más allá que esto. Él no pensó que su hijo estaba siendo sacrificado. Tampoco pensó que estaba bien que su hijo muriera solo porque era una ordenanza de Dios. Él creyó que Dios lo resucitaría, aunque muriera. No es que considerara a su hijo digno de morir por el mandamiento de Dios. Más bien, creyó firmemente que Dios lo resucitaría de entre los muertos, y por eso fue tan audaz al levantar el cuchillo para matar a su hijo.
¿Cómo creyó Abraham en Dios? Él creyó que Dios llama las cosas que no son como si fuesen. Así que el vientre de Sara era como si no existiera. Pero él creyó que Dios podía usarlo como si existiera. Y también creyó que, incluso si mataba a su hijo, bajaría de la montaña junto con él. ¿Por qué? Porque estaba seguro de que Dios lo resucitaría. Así que Abraham creyó que Dios es aquel que puede resucitar a los muertos. Esa fue la razón por la cual pudo obedecer como lo hizo. ¿Y qué observó Dios a partir de eso? Después de que Abraham tuvo a su hijo, lo apreciaba como a la niña de sus ojos. Y a veces, parecía que todo se debía a su amor por su hijo. Pero a través de este acontecimiento, Dios descubrió que el anhelo y el gozo de Abraham no estaban en haber tenido un hijo. Más bien, él se regocijaba por haber obtenido el testimonio de que la palabra de Dios se iba a cumplir en él. Dios confirmó que Abraham se alegraba porque la palabra de Dios se cumplía en él. Esa fue la razón por la cual pudo sacrificar a su hijo cuando Dios se lo ordenó. De lo contrario, si su amor y atención por su hijo hubiesen sido mayores que su aprecio por la palabra de Dios no habría podido obedecer. Sin embargo, su mayor gozo estaba en el hecho de que la palabra de Dios se estaba cumpliendo en él.
De la misma manera, nosotros también nos regocijamos cuando los demonios salen de nosotros. Pero, ¿por qué nos gozamos? Podemos estar gozosos porque fuimos sanados de una enfermedad, porque los demonios fueron echados fuera, o porque experimentamos ese poder. Pero Jesús dijo que nos regocijáramos por algo más que eso; que nos regocijáramos porque nuestros nombres están escritos en los cielos. En otras palabras, que el hecho de que los demonios hayan sido echados es evidencia, un testimonio de que nuestros nombres están escritos en los cielos. Entonces, ¿cuánto más deberíamos gozarnos? De esta manera, nuestra fe no se basa en otra cosa sino en el hecho de que la palabra de Dios se cumple en nosotros. Podemos recibir muchas cosas a través de la oración. Y podemos estar gozosos de haberlas recibido por medio de nuestras oraciones. Sin embargo, puede que se nos pida que las entreguemos nuevamente. Y debemos ser capaces de dejarlas. ¿Por qué? Porque la razón de nuestro gozo no es haber recibido esas cosas, sino que la palabra se cumplió en nosotros. Nos regocijamos por el hecho de que la palabra se cumple y de que estamos siendo guiados por la palabra – de que Dios siempre está con nosotros.
Cuando conseguí mi primer trabajo, tuve muchos testimonios increíbles sobre cómo lo obtuve. Trabajé allí por aproximadamente un año. Fue sorprendente la manera en que conseguí el empleo, y mis padres fueron quienes más se sorprendieron de todo porque vieron todo el proceso. Era un muy buen lugar de trabajo. Sin embargo, renuncié después de un año. Y eso también fue por la guía de Dios. Pero mi padre me dijo: “¿No dijiste que fue Dios quien te guio a este trabajo? Entonces, ¿cómo es posible que ahora lo estés dejando? No tiene sentido. ¿Qué es lo verdadero?” Pero fue Dios quien me guio a ese trabajo hace un año, y fue Dios quien me sacó de él un año después.
El hecho de que Dios le haya concedido algo ayer no significa que se lo esté dando para siempre. Además, si la palabra de Dios lo guía a algo más profundo, sería capaz de entregar todo lo que ha recibido. De esta manera, nuestro verdadero gozo está en el hecho de que la palabra de Dios se cumple en nosotros, y nuestras almas deben estar llenas de ese gozo. Espero que realmente puedan regocijarse por el hecho de que las promesas de Dios se cumplen en ustedes, más que por lo que haya recibido a través de sus oraciones o de las promesas de Dios.
Abraham creyó y tuvo la certeza, por el cumplimiento de la promesa de Dios, de que ciertamente se convertiría en la fuente de una gran bendición. Pero para que tuviera a su hijo, y para que Dios le dijera: “Ahora conozco que temes a Dios” (Gen 22:12), pasaron largos cuarenta años, que nadie reconoció. Pero después de eso, realmente se convirtió en una fuente de bendición. Incluso después de eso, Dios volvió a prometerle. Una vez más reiteró diciendo: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra” (Gen 22:18), y tardó cuarenta años en recibir esa promesa. Hasta entonces, muchas cosas le sucedieron a Abraham. Desde que salió de Ur de los caldeos, se encontró con muchos altibajos que la Biblia solo describe brevemente. Justo antes de tener a su hijo, Dios se le apareció diciéndole que tendría un hijo dentro de un año. Así que uno podría pensar que tendría un tiempo de paz hasta el siguiente año. Pero no fue así. Tuvo que salir de esa región. Fue a la región llamada Gerar, donde Abimelec tomó a su esposa. Y después de muchos altibajos, Abraham salió de esa región. Pero ni siquiera al final tuvo paz. El diablo obstaculiza hasta el final. Incluso ante los ojos de otras personas, ciertamente había motivos para dudar. Abraham dijo que tendría un hijo al año siguiente, pero su esposa estuvo por un corto tiempo en el lecho del rey Abimelec. Así que para cualquiera que esté decidido a no creer, ciertamente hay motivo para dudar de quién era el padre de Isaac.
Pero sabemos que, aunque Abraham tuviera la fuerza para tener hijos, Sara era estéril. Ella no podía tener hijos en absoluto. Por lo tanto, aunque hubiera estado con Abimelec, le habría sido imposible concebir un hijo. Pero para los incrédulos, estos factores dejarían lugar a la duda y se convertirían en fuente de sospecha. De la misma manera, el diablo no nos deja en paz hasta el último momento. Considere lo que Abraham tuvo que atravesar durante esos cuarenta años. Sin embargo, pudo mantener su fe durante todos esos cuarenta años, como si ninguno de esos acontecimientos le hubiese ocurrido, como si no tuvieran ningún impacto en la promesa de Dios hecha a él. Así que es a personas como él a quienes Dios usa.
Cuando Moisés intentó salvar a su pueblo por su propia fuerza, no pudo hacer nada. En cambio, fue falsamente acusado de asesino y huyó al desierto. Allí en el desierto, pasó cuarenta años de su vida solo mirando ovejas. Y fue a él a quien Dios confió Su obra. Por lo tanto, esos cuarenta años no fueron en vano. Fue un período imperativamente necesario para él. Las personas son tan impacientes que, si se trata de cuarenta años, dudan y dan por terminada la promesa de Dios. Sin embargo, aquellos a quienes Dios usa son los que han pasado por este proceso en soledad y aislados. Esto es muy importante.
A menudo vemos a nuestro alrededor personas que dicen que van a hacer obra misionera o alguna otra cosa. Pero al poco tiempo, encontramos que muchos de ellos han cambiado de rumbo. Y, por lo general, dicen que han fracasado. Dicen que lo intentaron, pero fracasaron. Pero, por lo que puedo ver, nunca lo intentaron. Ni siquiera comenzaron. Y ya están intentando otra cosa. Esas personas no deberían esperar recibir nada del Señor. Deberían estar decididas a esperar al menos cuarenta años. Cuando se hace el alcohol, el azúcar primero tiene que descomponerse para que fermente. De la misma manera, es necesario que las personas pasen por este proceso en el cual todo lo que estaba atascado dentro de ellas se descomponga y se limpie. Oremos para que la palabra de Dios se cumpla verdaderamente en nosotros y seamos hechos fuente de bendición.
Prédica del Pastor Ki Taek Lee
Director del Centro Misión Sungrak


