Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rio, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir? Y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti. Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él. Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera; doce príncipes engendrará, y haré de él una gran nación. Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene. Y acabó de hablar con él, y subió Dios de estar con Abraham.
(Génesis 17:15-22)

Según lo que está escrito en la Biblia, durante un período de 24 años, Dios se apareció a Abraham seis veces, lo que equivale a una vez cada cuatro años en promedio. En cada ocasión, Dios le dio más detalles de Sus promesas. Al principio, le dijo: “Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar”; luego le dijo: “Daré esta tierra a tu descendencia”. Después, le prometió: “Yo seré su Dios”. Pero finalmente, le dijo: “Por este tiempo el año que viene, Sara te dará un hijo”, y además, “su nombre ya no será Sarai, sino que su nombre será Sara. Ella será la señora”. Esto tiene el significado de dueña. 

Así, se dio otra promesa: que Sara daría un hijo a Abraham y que ella se convertiría en madre de naciones. Esta es diferente de las demás promesas previas. Como mencioné ayer, las otras promesas que Dios le dio a Abraham parecían imposibles y ni siquiera podían ser confirmadas. Tanto su cumplimiento como su verificación eran imposibles desde la perspectiva humana. Sin embargo, esta promesa era distinta. Quizás algunos ya lo han notado, pero ¿cuál es la diferencia? Puede verificarse. Aunque esta promesa era imposible de cumplir desde el punto de vista humano, al menos esta promesa puede ser confirmada, a diferencia de las anteriores. Para verificar las otras promesas, se necesitaría vivir cientos o incluso miles de años, pero con esta promesa no tendría que esperar tanto. Mientras él estuviera vivo hasta el próximo año, sabría si Sara daría a luz a un hijo o no. 

A partir de ese momento, lo que Abraham anhelaba con todo su corazón era que Sara tuviera un hijo. Por supuesto, incluso antes de esto, él había deseado tener un hijo, pero esta vez era una espera diferente. Antes, había intentado tener un hijo a través de Agar y también por medio de Eliezer de Damasco. Sin embargo, esta vez era diferente. Esta vez al esperar a su hijo, no se trataba solo de tener su propio heredero, sino que, al tener realmente un hijo al año siguiente, sería la confirmación de que la palabra de Dios, aunque parece ser imposible, ciertamente se cumpliría. Y con ello, recibiría la prueba de que las palabras de Dios no eran mentiras ni exageraciones, sino que Dios es verdaderamente el Todopoderoso, quien llama las cosas que no son como si lo fueran. Por eso, desde ese momento, Abraham anhelaba con ansias que llegara ese día. Si el próximo año tenía un hijo, entonces la palabra de Dios, que parecía imposible, se probaría como verdadera. Además, aunque todas las palabras y promesas que Abraham había recibido de Dios durante los últimos 24 años parecían humanamente imposibles, entonces él podría creer que Dios todo lo hace posible. 

Por eso, el nacimiento de este hijo era tan importante, y desde ese momento, Abraham anheló con todas sus fuerzas su llegada. Finalmente, cuando Sara dio a luz a un hijo, él se llenó de gozo. Pero su gozo iba más allá del simple hecho de tener un hijo; había recibido la evidencia de que todas las promesas de Dios se cumplirían en él. Así, Isaac fue la prueba para Abraham. Fue la evidencia de la fe y la evidencia de la promesa de Dios. Como resultado de su fe, Abraham recibió esa evidencia conforme a la promesa de Dios. Cuando nació su hijo, Abraham supo y confirmó que su descendencia ciertamente llegaría a ser tan numerosa como las estrellas del cielo y como la arena a la orilla del mar. Que hubiera tenido un hijo era algo extraordinario, pero no se podía asumir simplemente a partir de eso que su descendencia se multiplicaría automáticamente hasta llegar a ser incontable como las estrellas y la arena. 

En algunos casos, el linaje de una persona no puede continuar porque no tiene muchos hijos varones y, al final, su último hijo varón muere, lo que hace que su descendencia disminuya con el tiempo. En última instancia, ese linaje deja de existir. Considerando eso, ¿podía Abraham, quien solo tenía un hijo, asumir que su descendencia crecería hasta ser tan numerosa como las estrellas del cielo y la arena a la orilla del mar? Sin embargo, él creyó que así sería. ¿Por qué? Porque había recibido la evidencia de que todas esas promesas imposibles podían hacerse posibles. Así pudo creer en la promesa de que Dios daría esa tierra a su descendencia, así como en la promesa de que Dios sería “su Dios”. Por eso se llenó de gozo cuando vio nacer a su hijo. 

En Juan 8, Jesús dijo: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó”. Anhelaba verlo y se gozó cuando lo vio. Aquí en el versículo 21, Dios dijo: “Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene”, y luego en el versículo 10 del capítulo 18, dijo: “De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo”. Es decir, Dios dijo que volvería en la misma época el año siguiente. En otra traducción se dice: “volveré a ti el próximo año”. ¿Por qué hay diferentes traducciones? Cuando Dios dijo “según el tiempo de la vida”, en hebreo se refería a la primavera, porque en ese idioma la primavera es el “tiempo de vida”. Así que en ese momento era primavera, y Dios prometió regresar el próximo año en la misma época, en la misma estación, según el tiempo de vida. “Volveré a ti según el tiempo de vida el próximo año”. Por lo tanto, Abraham esperó ese tiempo de vida. Esperó la llegada de la próxima primavera, que era el tiempo de vida, y finalmente, el tiempo llegó. Tuvo un hijo. Jesús dijo: “Yo soy la vida” y “Abraham se gozó de que había de ver mi día”. Ese “tiempo de vida” en realidad se refiere al tiempo en que Dios vino a Abraham, es decir, el tiempo de Jesús. 

Cuando Abraham recibió la confirmación a través de su hijo de todo lo que Dios le había prometido, ya no tenía por qué estar ansioso. Estaba en paz. A partir de ese momento, Abraham tenía certeza, sin importar lo que le sucediera, porque tenía el testimonio. No había razón para pensar lo contrario. Finalmente, obtuvo un testimonio a través de su fe. Perseveró durante 25 años y al fin obtuvo el testimonio. 

De la misma manera, la fe no es algo que se recibe de la noche a la mañana y luego desaparece, ni algo que viene y se va según el estado de ánimo. La persona que tiene un testimonio así no cambia. Su fe no depende de sus emociones. No varía según cuánto ore o deje de orar. La fe, que es la semilla de Dios, no es algo que solo se tiene cuando está lleno del Espíritu Santo y que desaparece cuando no lo está; no es algo que posee porque asiste a la oración de madrugada ni algo que pierde si no la hace; tampoco se desvanece solo porque discutió con alguien. No cambia. En realidad, no tiene nada que ver conmigo. Permanecerá en quien cree. Espero que puedan creer esto con audacia. Crean en esto sin importar lo que pase. Por eso, todos los requisitos y mandamientos del Señor se basan en la premisa de que tenemos esta fe. Pero cuando se les dice a las personas que deben hacer algo y no pueden hacerlo, incluso su fe fundamental se tambalea porque no es estable. 

Cuando predico, suelo enfatizar que el hombre es un instrumento de Dios. Y algunas personas dicen que mis prédicas son bastante fuertes. Pero, por favor, no me malinterpreten. Puedo predicar con esa confianza porque el amor de Dios en mí y mi fe en Sus promesas son tan firmes que nada puede sacudirlos. Sin embargo, si mi fe en las promesas de Dios fuera inestable, probablemente no podría predicar de esa manera. Es precisamente porque nada puede sacudir mi fe que puedo hablar con tanta seguridad. 

Puedo disciplinar con firmeza a mis hijos, aunque su madre es demasiado compasiva que no puede hacerlo. Les digo que se queden afuera con los brazos levantados, y luego me olvido de cuánto tiempo ha pasado o de dónde están, mientras que su madre está preocupada por ellos. Entonces, de repente, recuerdo: “Ah, verdad. Los niños están afuera con los brazos levantados”, y los hago entrar nuevamente. La razón por la que puedo hacer eso es porque tengo la certeza de que mi amor por ellos no cambia. Y tengo la confianza de que ellos tampoco dudaran sobre mi amor hacia ellos. Si no fueran mis hijos o si los hubiera adoptado, ¿sería capaz de hacer lo mismo? ¿Podría hacerlos quedarse fuera así por media hora? Creo que mi conciencia no me lo permitiría. Y seguramente me preguntaría todo el tiempo: “¿Realmente los amo o no?” Como no tendría esa certeza, no podría tratarlos de la misma manera. De hecho, sería más amable y considerado con ellos, porque tampoco estaría seguro de mi amor por ellos. Sin embargo, como no tengo dudas y tengo plena confianza en que amo a mis hijos, puedo enviarles a hacer mandados y pedirles que hagan cosas por mí. Si fueran hijos adoptivos, no podría hacer eso. 

Cuando la promesa de Dios es sembrada en nosotros, permanecerá firme e inquebrantable. Y es importante que lo aceptemos y tengamos una fe constante hasta recibir el testimonio. Abraham sabía que todo lo que Dios le había prometido era verdad, aunque no lo veía con sus propios ojos. Y lo mismo se aplica a nosotros. Aún no hemos entrado en el cielo, pero estamos completamente seguros de ello. La promesa de Dios continuó hasta la venida de Jesucristo y sigue vigente para nosotros hoy. Oremos para que podamos estar llenos de una fe firme y con testimonio. 

Padre Dios, así como diste el testimonio a Abraham confirmándole que todas Tus promesas se cumplirían en él, ayúdanos también a estar llenos de fe para creer con certeza en lo que no vemos, a través de los testimonios que nos has dado. Hemos orado en el nombre de Jesús. Amén. 

Prédica del Pastor Ki Taek Lee
Director del Centro Misión Sungrak