Servicio del Día del Señor del 25 de mayo del 2025

Pastor Sung Hyun Kim

“¿Por qué debería obedecer a los hombres? Yo sólo obedeceré a Dios.” Lamentablemente, muchos cristianos hoy en día piensan y expresan esto. Sin embargo, el Señor nos habla por medio del Apóstol Pablo con estas palabras: “Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo.” Nosotros, como cristianos, reconocemos a Cristo como nuestro Señor, pero también debemos respetar a los amos terrenales mientras vivimos en este mundo. Esto no es algo que aplicaba únicamente hace miles o cientos de años. Aún hoy existen quienes emplean a otros y quienes trabajan bajo su dirección. Por lo tanto, la relación entre amo y siervo que el Señor desea sigue vigente en nuestro tiempo.

Para el cristiano, la obediencia a los amos terrenales forma parte de su obediencia a Cristo. Ya sea que el amo sea una persona íntegra o no, debemos tratarlo con temor y temblor. Esto se hace porque se nos ha ordenado hacerlo por el Señor eterno. Tener temor y temblor hacia el amo no significa tenerle miedo, sino adoptar una actitud seria y reflexiva: “¿Cómo puedo realizar con éxito la tarea que me ha encomendado mi amo? ¿Qué puedo hacer para agradarle?” Cuando actuamos de este modo, nuestro comportamiento ser convierte en un testimonio para los incrédulos, un aliento para otros creyentes y un acto de servicio a Su nombre delante de Dios.

“¡No soy siervo de los hombres, sino de Cristo!” Si alguien desea sostener esta afirmación, incluso para respaldarla debe obedecer también a su amo terrenal. Porque hacerlo es un mandamiento firme de Cristo. Aquel que procura agradar a su amo sólo cuando este lo observa, pero actúa de forma distinta cuando no lo ve, no es más que un siervo de los hombres. En cambio, quien realmente es siervo de Cristo obedecerá con un corazón sincero, sea que su amo lo observe o no. Obedecer al amo terrenal es, en sí mismo, obedecer a Cristo.

Por lo tanto, la obediencia a los amos terrenales no debe hacerse a la fuerza, sino con buena voluntad y alegría. Envidiar o sentir celos del amo no es una actitud pura en un siervo de Cristo. Si alguien cumple con la tarea encomendada en presencia del amo, pero lo critica o ridiculiza a sus espaldas, se ha apartado de la sinceridad y pureza que debe tener hacia Cristo. Quien se considera siervo de Cristo no debe servir al ojo ni rebajar su propio valor con ese tipo de conducta. Debe servir a su amo con buena voluntad, para que su alma sea hallada ante Dios con nobleza y sinceridad.

Es posible que el amo no reconozca ese esfuerzo. Puede que otro se apropie del mérito de nuestro esfuerzo, o que nadie valore nuestro trabajo ni nuestra sinceridad, lo cual puede causarnos tristeza. Sin embargo, si uno es verdaderamente siervo de Cristo, debe superar estos conflictos internos y avanzar hacia un nivel más elevado. Dios recuerda todo lo que hacemos por Su nombre, y en el día del juicio nos recompensará sin falta. Ya sea que ocupemos un puesto alto o bajo, nada de eso es eterno ni tendrá un peso decisivo a nuestro favor en el juicio final. Dejemos entonces de pensar de manera limitada y procuremos hacer que el tiempo precioso que se nos ha dado sea valioso y hermoso.