Servicio del Día del Señor del 16 de marzo del 2025

Pastor Sung Hyun Kim

“Dicen que si uno cree, será salvo, ¿verdad? Entonces, prefiero creer más adelante. Aún tengo muchas cosas que quiero experimentar. Si fuera posible, sería perfecto si pudiera creer una semana antes de morir.” ¿Alguna vez ha pensado de esta manera? ¿Se puede tratar la fe como si fuera estudiar a última hora antes de un examen final? Incluso hay quienes dicen: “Yo ya he sido salvo, entonces, ¿por qué sigue insistiendo en que me arrepienta? No deseo ser juzgado por nadie.” Esto también proviene de un malentendido sobre la fe. Para un cristiano, la relación con el Señor no es simplemente un evento que quedó en el pasado, ni una esperanza que solo se proyecta hacia el futuro.

El Señor desea presentar a la iglesia como Su novia. En la antigua sociedad griega, existía la costumbre de que la novia se sumergiera en agua y se lavara el cuerpo antes de la boda. Sin importar cómo hubiera sido su vida pasada, después de esto se consideraba sin mancha. De la misma manera, nosotros hemos recibido el bautismo en el nombre del Señor y hemos sido limpiados de nuestros pecados. Al obedecer la palabra del Señor, quien desea salvarnos, nos revestimos con el poder del Señor que nos limpia. Este proceso de lavamiento, que comenzó de esta manera, debe continuar en nuestra vida hasta que nos encontremos con el Señor. Así como dijo el Señor: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio”, debemos llevar una vida de arrepentimiento todos los días.

¿Cuál es entonces el estado de una novia perfectamente arreglada? Así como podemos observar en Efesios 5:26: “Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra”, es la santidad. ¿Y qué es la santidad? ¿Tener un fervor religioso? ¿Pertenecer al mundo inmaterial? ¿Sumergirse en el conocimiento religioso? No es así. Como indica el concepto de ‘lavamiento’, se trata de eliminar lo impuro. Entonces, ¿qué es lo impuro? Efesios 4:19 lo describe diciendo: “Después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.” Es decir, lo impuro es el estado de estar paralizado moralmente, siguiendo la codicia y persistiendo en la maldad.

Así como el rey atavía a su novia con ropas lujosas y joyas para presentarla ante sí, el Señor no solo santifica a la iglesia, sino que también la glorifica para presentársela a sí mismo. La majestuosa belleza de la novia revela al mundo entero la gloria del rey. La novia, que en su origen no era más que un ser abandonado y cubierto de sangre, se embellece aún más con elegancia y hermosura para testificar del amor y poder el rey, quien la salvó y enalteció. No se conformó solo con el hecho de haber sido elegida como novia del rey, sino que, día tras día, se limpia y se embellece para ser digna de estar a su lado. Esta es la actitud que debemos de tener como iglesia, la novia del Señor, que ha recibido Su amor.

La Biblia anuncia sobre la entrada de la novia. “Y salió tu renombre entre las naciones a causa de tu hermosura; porque era perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti.” (Ez 16:14). “Vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.” (Ap 21:2). Incluso ahora, el Señor sigue derramando la gloria y santidad en la iglesia. A pesar de que cada día descubrimos nuestra impureza, en lugar de sentirnos abatidos, alabamos al Señor con gozo y gratitud. Porque el interés del Señor no está en el castigo, sino en el perdón; su más ferviente anhelo es que compartamos con Él el gozo en el reino de gloria.

20250316_Él presenta a la novia santa y gloriosa
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